Síguenos en redes sociales:

Tantas veces Pedro

Tratabas a todo el mundo con total respeto y simetría, de la condición que fuere, incluso cuando éramos unos imberbes, y eso, Pedro, marca para siempre.

Tantas veces PedroLA PROVINCIA

De siempre, me causó perplejidad tu devoción por igual de dos de los vecinos de tu Astorga natal predilectos, dos poetas de actitudes tan irreconciliables: Leopoldo Panero y su hijo Leopoldo María. Encarnaciones del antiguo y nuevo régimen, los trataste a ambos, y querías ver en el desarraigo vital y textual del hijo, el inquilino del psiquiátrico de Las Palmas, una orfandad paralela a la de quien en la cruz proclamara: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.

Era una ilustración del quehacer sin tregua que te marcaste. Cuando tantos profesionales, sacerdotes incluidos, buscan acotar su zona de confort, sabías que tu trabajo debía intensificarse allí donde acaban las convenciones de los feligreses. La praxis está clara: tu trabajo infinito en la barriada de Pedro Hidalgo. Pero ahora me refiero a ti por dentro: a tu conciencia de humano, demasiado humano, y de poeta siempre en ebullición. Todavía me asombra saber que la primera vez que oí a hablar del nihilista Samuel Beckett fue cuando escogiste su 'Esperando a Godot', nada menos, como lección inaugural de curso de un colegio religioso.

Pero ahora me refiero a ti por dentro: a tu conciencia de humano, demasiado humano, y de poeta siempre en ebullición

Entre tanto cura duro como había, era otra generosa muestra de tus retos inauditos. La pasión con la que nos hacías declamar en voz alta: “Al borde del abismo estoy clamando...” del agnóstico Blas de Otero. O los poemas de 'Sobre los Ángeles' o el bellísimo número XX de “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” de los comunistas ateos Rafael Alberti y Pablo Neruda. O de su correligionario Miguel Hernández, desde “Yo quiero ser llorando el hortelano” a “Umbrío por la pena, casi bruno”. Y por supuesto, pasajes enteros del 'San Manuel Bueno, mártir', de uno de tus autores predilectos, el dubitativo Miguel de Unamuno, cuyo lema de 'Amor y pedagogía', a tenazón, siempre practicaste.

Tratabas a todo el mundo con total respeto y simetría, de la condición que fuere, incluso cuando éramos unos imberbes, y eso, Pedro, marca para siempre. Como que sabías de antemano que l@s adolescentes de los colegios religiosos desdeñan lo que los curas y las monjas dicen, para reparar únicamente en lo que hacen y piensan. Siempre supiste que tu labor comenzaba cuando acababas de atender a la feligresía; que eso era pan comido, ya consagrado, y que tu más ardua e irrenunciable labor te aguardaba extramuros de la Iglesia, a la búsqueda signos de altruismo y bonhomía de no importa qué fe, en una sociedad cada vez más laica. En más de una ocasión, me pediste algún obituario para personas próximas, y, ahora, al tiempo que rabio por que no me estés pidiendo el tuyo propio, me consuela saber, Pedro Fuertes, oh, padre, que es imposible que nos hayas abandonado.  

Pulsa para ver más contenido para ti