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CRISIS DEL CORONAVIRUS Los que continúan otras batallas

La Sanidad más allá del Covid-19

Los enfermos oncológicos que se desplazan a los hospitales para continuar sus terapias y los especialistas médicos valoran de forma positiva las medidas de seguridad de los centros

En la imagen, un paciente durante una sesión de diálisis. LP/DLP

La pandemia de Covid-19 ha derivado en la necesidad de reducir las actividades de los centros sanitarios a lo esencial. Solo así es posible evitar las aglomeraciones y, por ende, proteger a la población del contagio de este agente patógeno. No obstante, los cuadros clínicos que manifiestan algunos pacientes no permiten interrumpir los tratamientos, por lo que necesitan acudir a los hospitales para no poner en peligro su supervivencia. Un ejemplo lo pone Marisol González, una paciente oncológica aquejada desde hace dos años de un linfoma no Hodgkin, que se desplaza cada 21 días al Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín para recibir sesiones de quimioterapia.

Es consciente de que integra uno de los grupos poblacionales más vulnerables ante este virus. Sin embargo, según relata esta residente del municipio de Arucas, el hecho de tener que ir al hospital no le genera una inquietud desmesurada. "No hace falta sufrir cáncer para tenerle miedo a este problema. No estoy excesivamente asustada, pero tomo las precauciones necesarias y me pongo guantes y mascarilla cada vez que tengo que someterme al tratamiento", apunta. "Soy una paciente inmunodeprimida", recuerda González, "pero pienso que no tenemos que obsesionarnos con los cuidados".

De la atención sanitaria no tiene quejas. De hecho, su valoración es muy positiva. "La atención está siendo muy correcta. Además, mantenemos distancias entre los pacientes para que no corramos riesgos innecesarios", expone. Fiel a este criterio, también avala la decisión de que los acompañantes deban aguardar fuera del complejo. "Estamos intentando frenar la expansión de un virus, por lo que considero que cuanta menos gente se concentre en los mismos espacios es mucho mejor para todos", expresa con contundencia.

En base a sus palabras, su vida no ha experimentado un cambio "significativo" desde la aparición del brote. Sin embargo, reconoce que echa de menos poder salir a la calle, una acción que solo realiza cuando tiene que transportarse hasta el hospital norteño. "Me encantaría poder salir a pasear, pero ahora mismo no puede ser. Vivo con mi marido y con mi padre de 86 años, que también forma parte de la población de riesgo, por lo que me cuido por mí y por él. Este es el pensamiento que debería tener todo el mundo", defiende.

El criterio de los facultativos también es muy claro en este período excepcional. "Estamos siguiendo las recomendaciones de la Sociedad Española de Hematología y del Grupo Español del Linfoma y Mieloma. Estas pautas se centran en valorar los riesgos y beneficios, para después decidir si es mejor posponer los tratamientos de algunos pacientes", anota el doctor Hugo Luzardo, médico adjunto de la sección del Hospital de Día de Oncohematología del Hospital Negrín, tras poner en valor los criterios por los que se rige su área. Si bien es cierto que la quimioterapia oral "la siguen manteniendo la gran mayoría de las personas que tratamos, porque la pueden seguir desde sus casas".

Son los pacientes que presentan un alto riesgo de recaída, los que anotan un avance de su patología o aquellos que manifiestan una enfermedad activa -como pueden ser los afectados por linfomas de alto grado o los mielomas que requieren tratamiento intravenoso o subcutáneo, por ejemplo- los que continúan acudiendo al hospital.

"Antes de entrar al Hospital de Día, se les toma la temperatura y se les pregunta si han presentado sintomatología asociada al Covid-19. Si está todo en orden, se les facilita una mascarilla y se les administra el tratamiento con todas las medidas de seguridad", explica el especialista.

Lo cierto es que la imagen que desde hace más de dos semanas muestra esta área hospitalaria, no es la habitual. Las salas de espera están vacías y son muy pocas las personas que transitan por los pasillos. "Los pacientes que vienen son los imprescindibles y nunca están juntos. Desde que llegan, pasan rápidamente a la sala. Además, hay soluciones jabonosas con alcohol repartidas por todos sitios para maximizar la higiene de las manos y reducir el riesgo de un posible contagio", señala el doctor Luzardo. Para después admitir que, "se está realizando un control adecuado".

Otro de los colectivos que no puede evitar desplazarse a los centros de salud y hospitales para poder llevar a cabo los controles que precisan es el de los pacientes anticoagulados con Sintrom -la marca comercial más utilizada, dentro de un grupo de medicamentos anticoagulantes denominados antivitamina K-. Se trata de personas que han sufrido episodios de trombosis en algún momento de sus vidas, o bien, que presentan un elevado riesgo a padecerlos. Cabe resaltar que los pacientes que tienen prescrito este fármaco deben tomar una dosis diaria, pero los niveles de anticoagulación pueden variar con el paso del tiempo. Esto se traduce en la necesidad de llevar a cabo un seguimiento periódico, que puede variar en función de las necesidades de cada individuo. "Los pacientes tienen que someterse al control del nivel de anticoagulación -INR- para comprobar que todo está en orden. Esto se realiza una vez al mes o cada seis semanas, pero al comienzo de la terapia, este tiempo puede verse reducido a quince días", explica la doctora Laura Quintana, médica adjunta de la Unidad de Hematología y responsable del área de Coagulación y Hemostasia. "Si los niveles se alteran, sería necesario modificar la dosis del tratamiento para reducir el riesgo a sufrir una trombosis o una hemorragia".

Solo en el área Norte de la Isla hay más de 6.500 pacientes anticoagulados con este fármaco. Esto implica que, prácticamente, la misma nómina de personas esté sujeta a la supervisión indicada. A esto cabe sumarle que la medida de edad de estos individuos ronda los 75 años. Por eso, a raíz de la pandemia, los profesionales sanitarios se han esforzado por conseguir que estos sujetos acudan a los centros de salud y hospitales extremando la precaución. "Intentamos espaciar las visitas para que no se junten demasiadas personas al mismo tiempo. Además, les recomendamos que hagan uso de guantes y mascarillas. Gracias a la colaboración con Atención Primaria, todo se está realizando de una forma segura y correcta", subraya la facultativa.

También, aconsejan a los pacientes estables que eviten los desplazamientos. "Aquellos que no suelen anotar variaciones reciben una llamada de los enfermeros de Hemostasia explicándoles que no es necesario que acudan a la revisión. Así, la visita se puede posponer para el mes siguiente", apostilla la hematóloga.

Y es que en esta batalla los sanitarios están unidos. De hecho, son muchos los centros de salud en los que los enfermeros realizan los controles a los pacientes a bordo de sus vehículos, para evitar que accedan al centro. "La prueba consiste en realizar una punción capilar en un dedo, y un aparato procede a leer el nivel de anticoagulación. Posteriormente, el profesional que la realiza introduce el dato y la información clínica del paciente en el programa de gestión del tratamiento para que podamos leerla en el hospital. Cuando la recibimos, dada la situación en la que nos encontramos, somos los encargados de validar la siguiente pauta", detalla la doctora.

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