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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Matraca independentista

No podemos caer en el dramatismo y darnos a la bebida. Lo que sí huele a tragedia es la entrada a mansalva de tanta "matraca independentista" en prisión, según definió el compañero de celda de uno de los jordis "la doble condena" a la que lo sometían al tener que soportar, día tras día, el discurso del encarcelado. Esta matraca, ruidosa y monótona, la aguantamos desde hace semanas los españoles; diría, incluso, que el daño sensorial que nos produce es mayor que el de la matraca artesanal utilizada en las iglesias. La orden judicial de ingreso en prisión de parte del Govern abre, si les parece a ustedes, una experiencia como menos insólita: se desconoce aún cuál va a ser el efecto entre los internos del monotema independentismo catalán, cuyo protagonismo no sólo ha desestabilizado la economía de la autonomía, sino que ha logrado tensionar el chacra emocional de muchos ciudadanos que se declaran realmente agotados. Las modernas cárceles del país, muy bien acondicionadas en su mayoría, hace décadas que no pasan por un trance similar, digamos que desde ETA, con unos presos muy reivindicativos y conectados desde el interior con la clandestinidad. La llegada de Oriol Junqueras y otros siete exconsejeros de la Generalitat a prisión no va a suponer, ni mucho menos, la puesta en marcha de un seminario para conocer los entresijos de Catalonia o las aspiraciones de los indepes. Más bien aumentará el uso de la piscina, el gimnasio, el mercadeo de revistas porno, la lectura de novela negra, todo lo posible e imposible con tal de evitar la matraca independentista. Resulta comprensible: sólo hay que ver cómo nos encontramos los que estamos en libertad para luego sacar conclusiones sobre cómo afecta la brasa a los que carecen de escapatoria alguna.

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