Existe un proverbio oriental que dice: "no abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio", y servidora estoy convencida de este hermoso pensamiento, sobre todo después de oír el pasado viernes en el entretenido y coloquial Sálvame Deluxe cómo Lidia Lozano, a quien no pretendo atacar sus valores de buena periodista, que lo es, no sé si porque esa tarde se había adueñado de ella la risa floja o estaba falta de afecto de sus inteligentes compañeros, le dio por mortificar a la más que excelente actriz de cine y maravillosa figura del teatro español María José Cantudo, incurriendo en el abuso de unas risitas que no venían a cuento y siendo además recriminada por sus camaradas colaboradores que afirmaban sobre la periodista querer reventarle la entrevista tan amena en la que todos colaboraban por tener con la famosa actriz.

Menos mal que María José, y por el lado que me toca y que agradezco, pudo decir que se encontraba preparando una alta comedia de la autora canaria Donina (servidora de ustedes) y que una de las actrices del selecto elenco era Alaska, a quien le había encantado tal ofrecimiento de la dama de la escena.

Al oír mi nombre, he de decirlo, respiré muy hondo, porque aquella fatigada y repetida risita de la impertinente reportera, que se había convertido en un refugio ante la inseguridad de no saber qué preguntar, se me estaba haciendo difícilmente digerible, pues ahí sí que estaba demostrando poco oficio ante una actriz que se merece todo el respeto por su seria trayectoria artística. Creo que esa tarde, por alguna razón, la Lozano tenía la mente en blanco, sobre todo al no encontrar un clima cómplice en sus compañeros, que además arremetieron contra su "taradita tarde", como la calificó el estupendo Matamoros, pues todos estaban, como siempre e incluido el inestimable presentador Jorge Javier Vázquez, interesados en las explicaciones del accidente casero de la actriz y de su próximo trabajo teatral como empresaria y protagonista de la obra de la que soy la autora.

Otra actriz habría necesitado un cardiólogo dada la tenaz impertinencia machacona y monótona de Lidia Lozano, pero María José Cantudo con ese encanto andaluz que lleva en sus venas, con su gracejo habitual, su demostrada educación y su clara inteligencia hizo que el engranaje de la entrevista funcionara perfectamente, aportando y transmitiéndonos una velada simpática y discreta, como ella es, como un mosaico fragmentado de distintos sentimientos y respuestas a distintas preguntas y observaciones hechas por los entrevistadores en un tono respetable y con sólida atención a todos sus interesantes comentarios. Por el contrario, Lidia quedó deslucida por su impertinencia, porque ya sabemos que cuando no se tiene a qué recurrir el risoteo impertinente, imprudente, descarado e insolente es una firme ruta hacia la protección de un intelecto albino. Y es una pena, porque Lidia, cuando quiere, puede ser brillante. Ay, Señor, qué cosas...