Se cumple un año de la elección de Francisco como obispo de Roma y lo celebramos con sus gestos y su práctica evangélica por un lado y por otro, con el informe del Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño, duro y preciso, donde se ponen en entredicho los esfuerzos de la Iglesia en los procesos de abusos sexuales a niños y niñas por parte de sus sacerdotes y algún que otro hipócrita iluminado.

El documento del comité es bastante claro y no añade nada que ya no supiéramos por los medios de comunicaron de todo el mundo: el documento puede resumirse en: que la Iglesia no tomó las medidas necesarias para cuidar de los niños y niñas que se le entregaban para su educación; que su política de investigación, persecución y aclaración ha sido tibia; que no se tomaron ni se han tomado las medidas necesarias para seguir investigando y proteger a los menores que por millones aún están bajo tutela de la Iglesia, y por último que sea la justicia ordinaria la que juzgue a estos criminales, así como que la Iglesia los entregue y no los escude.

Hasta aquí está claro, aunque la respuesta del jesuita Lombardi deja algunas sospechas en el aire al decir que las conclusiones del informe de la ONU estaban redactadas hace tiempo porque no se han tenido en cuenta los pasos que el Estado vaticano ha dado para erradicar esta lacra que destruye vidas y aleja al confeso.

Pero lo que me llama la atención es que sea la ONU precisamente, un rehén en manos del imperio, la que hable de moral o de justicia o de democracia. Todos sabemos cuál ha sido su papel durante muchos años o lo que ha significado para el mundo y sus naciones. No dudo de la ONU, ni de sus comités, ni de que llenen el calendario de días de no sé qué, ni que cuando EE UU dice que no hay dinero porque no le siguen el juego claudique; también que varios altos cargos y algún que otro secretario general ha sido investigado por lucrarse con el dinero de la ayuda humanitaria; ni que las resoluciones que toman los Estados miembros no vayan a ningún sitio, porque las dictaduras neoliberales, poscomunistas o simplemente capitalistas, no quieren que sus intereses se lesionen: ¿los kurdos, dónde queda el Estado kurdo? ¿Los saharauis ¿dónde queda el Estado saharaui? ¿Dónde está la condena del genocidio armenio? ¿Dónde está el Estado palestino, que sigue bajo la bota implacable de Israel? ¿Somalia? ¿Etiopía? ¿Nigeria? ¿Congo?

Es un buen comienzo para que las cosas vayan a donde tiene que ir y si es colaborando mejor para ambos.

Francisco cumple hoy un año al frente de una iglesia en crisis, sobre todo en Europa y más concretamente entre el episcopado español, que no sabe qué decir cada vez que el Papa habla. Y este Francisco se ha encontrado una iglesia absolutamente incrustada en los poderes económicos y políticos y no es fácil lo que le queda por delante, porque lo que se juega en este tablero es la posibilidad de una esperanza para el mundo que sea anhelada por todas aquellas instituciones que tengan la autoridad moral para hacerlo.