Tengo sobre la mesa una oferta de trabajo que dice así: "Centro de enseñanza precisa profesor/es de apoyo escolar hasta nivel de bachillerato para impartir clases de ciencias, letras o inglés en grupos reducidos. El horario será de tarde y se dará de alta en la Seguridad Social. Requisitos: estudios mínimos, licenciado; experiencia mínima: al menos dos años. Contrato: de duración determinada. Jornada laboral: parcial-tarde. Salario: 450 ? brutos/mes." Sobran comentarios. Un licenciado con dos años de experiencia docente, que al menos ha invertido otros cinco en conseguir su título universitario, uno más para el curso de idoneidad pedagógica, más algún otro que haya estado en paro, se tratará de una persona de casi treinta años que lo máximo que puede aspirar a ganar al mes son 900 ? brutos, los cuales, aplicadas retenciones y cuotas, se quedarán en poco más de 700.

A esta oferta de trabajo acudirán un buen número de licenciados, desesperados y esperanzados de salir de la miseria para pasar al subempleo entregando su conocimiento, para acumular más generaciones perfectamente preparadas y tituladas para engrosar las filas de la catástrofe. Desconozco convenios económicos y laborales de los enseñantes: sólo el que sabe lo que es dar clase en primaria, secundaria y bachillerato, puede hacerse una idea de lo mucho que se da cada día, de la falta de reconocimiento social de su trabajo y, por lo escrito, de la miseria de retribución que se percibe. Una sociedad que no puede pagar dignamente a sus docentes está condenada a la quiebra, al fracaso y al estrépito social. Una sociedad que vive cada día preocupada del IBEX, de la prima de la deuda y de los primos alemanes y franceses, mientras sus bancos siguen llenando arcas y negando préstamos, sólo tiene una salida: la revolución. Si sus políticos no la lideran, la liderarán las gentes en las calles. Hemos empobrecido y explotado al segundo, tercer y cuarto mundo, y nos hemos arruinado moral y económicamente hasta el tuétano.