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Campechano

Canción de (va) Cuna

Saben ustedes la marca de la vacuna que cada invierno nos administran contra la gripe común? Jamás nos ha interesado; ni siquiera habíamos caído en ello. Nos la ponen y ya está. Pues sí, hay varias marcas de vacuna contra la gripe, pero a quién le importa el fabricante si una u otra nos evita o previene de contraerla.

AstraZeneca, Novavax, Pfizer-BioNTech, Moderna o Johnson & Johnson ya forman parte del vademécum oral cotidiano. ¡Quién nos lo iba a decir!… Que de un champú infantil con PH neutro han pasado a lavarnos el coco y a enrojecerse millones de ojos compitiendo por su eficacia, efectividad y sus distintos grados de protección, en una suerte de ungüento publicitario que nos trastorna y confunde.

¿Vacunarse? Sí, por supuesto. Pero mientras la heroica profesión sanitaria aúlla en el vacío que está quemada, que no puede más, y las otrora clases medias naufragan en sus economías… mientras todo ello sucede sin anestesia, las compañías farmacéuticas recurren a la automedicación inmunizándose ante el descalabro de la humanidad.

Ironía que desgarra: India es el mayor productor de vacunas del mundo y el 95 por ciento de su población no tendrá acceso a un derecho universal: vivir. Nos hablan de patentes y me retuerzo hasta el tuétano al comprobar la patente de corso de esta industria creada para evitar muertes y garantizar una mejor calidad de vida: sarcasmo.

Para que entiendan, la patente no es otra cosa que un impuesto que se aplica por los derechos de propiedad del autor, encareciendo el valor real del producto hasta alcanzar la usura.

India y Sudáfrica intentaron ante la OMC (Organización Mundial del Comercio), con la anuencia de la OMS y un centenar de países más, convencer a las farmacéuticas para que aprobasen la exención a los derechos de propiedad intelectual de las vacunas contra el Covid-19. Así facilitarían un acceso universal a la misma. El no fue rotundo y ni siquiera permitieron administrar una segunda dosis de propuestas.

Qué fácil es matarse y que difícil morirse. La ruleta ya está girando. Cómo quiere morir usted. Le ofertamos una defunción por Covid-19 o por “pobreza y hambre”, como con aserto expresó el presidente canario, Ángel Víctor Torres.

No es justo. No es digno. No es humano este tétrico escenario donde unos poquitos se están lucrando pecaminosamente con desnudo integral y la inmensa mayoría de la población mundial se consume en el letargo de la espera y la enfermedad. Todo, al son de un popurrí de Canción de (va) Cuna.

Ahora mismo querría estar fuera del planeta. Lanzarme al espacio en un cohete y desaparecer de este mundo inicuo y mal repartido.

Podría hacerlo, señor

Cómo

En Sputnik.

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