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Manuel Ángel Santana Turégano

Razones para abandonar las redes: resistir a la locura de nuestros tiempos

El problema no es tan sólo que llevemos todo el día nuestros teléfonos inteligentes con nosotros, y que éstos puedan usarse para la modificación masiva del comportamiento. El problema no es tan sólo que las redes puedan sacar lo peor de nosotros, en la medida en que nos llaman la atención con aquello que más nos lo llama, lo más llamativo, lo más escabroso, a menudo lo más negativo. El problema no es tampoco tan sólo que las redes, en realidad, estén extremadamente concentradas en dos grandes gigantes, Google y Facebook (y sus compañías derivadas, como Facebook, Instagram o Twitter). El problema es que el modelo de negocio de las redes se basa en que como son capaces de capturar nuestra atención obtienen recursos vendiendo la modificación de la conducta de sus usuarios a terceras partes, normalmente empresas, pero pueden ser también servicios de inteligencia o movimientos políticos. En el modelo tradicional de publicidad había empresas (radios, televisiones, periódicos) que se ofrecían al público de manera gratuita o a un precio inferior al coste, que era asumido por parte de los anunciantes, que esperaban, a cambio de invertir dinero en anuncios en televisión, radio o prensa, influir en el comportamiento de las personas, consideradas, en términos genéricos como “consumidores”, aunque a veces también como “votantes”.

A primera vista podría parecer que el modelo de las redes, más allá de algunas de las cuestiones mencionadas anteriormente como el virtual duopolio y la constante omnipresencia de los medios. Antes, si te gustaba, por poner un ejemplo, el brandy, eventualmente podías ver en una carretera un toro de Osborne y/o escuchar en radio o televisión un anuncio de Soberano, mientras que ahora, si eres amante, por ejemplo, de las cervezas artesanales estilo IPA, cada vez que te conectas a tu Smartphone es posible que a través de alguna red te llegue alguna propaganda, directa o sutil, relacionada con estas. Pero el componente que acabamos de esbozar, la personalización del mundo on-line, que implica que Facebook, Google y sus empresas subsidiarias adaptan sus plataformas de manera específica para captar al máximo nuestra atención, en función de la información (mucha) que poseen sobre nosotros implica un gran cambio. Hasta el punto de que Jaron Lanier, en su libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato consideran que, en la actualidad las redes se pueden considerar una máquina incordio, que corresponde en el original en inglés al acrónimo de «Conductas de los usuarios modificadas y convertidas en un imperio en alquiler» (en inglés, claro). Esta máquina está compuesta por seis componentes, ABCDEF. A, de adquisición de la atención que lleva al dominio de los idiotas, B, de buitrear la vida de todo el mundo, C, de colmatar de información la mente de las personas, D, de dirigir el comportamiento de las personas de la manera más sibilina posible, E, de embolsarse dinero por dejar que los peores idiotas engañen disimuladamente a todo el mundo y F de falsas relaciones (falsos amigos, falsos seguidores) y una sociedad cada vez más falsa.

En realidad, diría que el libro es tan sugerente que tan sólo añadiré al respecto que sería más que recomendable que todas las personas que sean susceptibles de usar redes sociales (es decir, todo el mundo) lo lean. Y para terminar invitando a reflexionar en cómo las redes sociales han acabado afectando nuestras vidas mencionaré tan sólo dos conceptos claves. El primero, que enlaza con la psicología evolutiva, es que es mucho más fácil llamar la atención apelando a nuestras emociones negativas que apelando a las positivas. Es normal que sea así, si hay una amenaza de fuego es normal que salgas huyendo, que las emociones rapten tu “racionalidad”, mientras que es más difícil que disfrutar de una puesta de sol bonita absorba por completo tu atención. Lo que ha acabado pasando es que, como los imperios de modificación conductual en masa quieren captar nuestra atención están constantemente apelando a nuestras emociones negativas. Por otro lado, la personalización hace imposible la empatía, entendida como la capacidad de meterse en la piel de otras personas, porque nos aísla, presenta informaciones distintas a cada persona. Si Facebook y/o Google captan que eres una persona con unas determinadas tendencias políticas (también a través de los mensajes que envías por WhatsApp o Twitter, por ejemplo, que forman parte del mismo grupo de empresas) te presentarán sólo información que concuerde con tus ideas, lo que llegó al paroxismo en el caso del Pizzagate (puede buscarse en Internet, ya que incluso cuenta con una entrada en Wikipedia).

¿Por qué sería bueno abandonar las redes sociales? Si alguien está leyendo esta reflexión, cosa que seguramente hará a través de la prensa más o menos tradicional, es poco probable que ésta le haga sentir y/o le genere sentimientos negativos hacia otras personas. Por otro lado, si no está de acuerdo con lo que aquí se dice, no pasa nada: incluso es posible que en el mismo periódico en que alguien lea esto se presenten opiniones contrarias a las mías. Pero no pasa así en las redes, que nos filtran el mundo y nos hacen ver sólo aquello que concuerda con nuestras prenociones. ¿Qué es lo que más abunda ahora mismo en las redes? Celos, envidias, descalificaciones, insultos, algunos memes simpáticos y otros erótico-festivos, mucha emoción y poca reflexión. ¿Por qué elegimos seguir viviendo en esta locura? Nos han querido hacer creer que desconectar de las redes es desconectar del mundo. Cuando lo cierto es que hasta antes de ayer no existían redes sociales financiadas por quienes quieren modificar las conductas de otras personas, sino que por «red social» se entendía otra cosa ¿Por qué probar a desconectar un tiempo de las redes sociales tal y como son ahora? Porque ésa es, posiblemente, la manera más razonable de hacer que éstas cambien y que en el futuro no sigan fomentando la locura colectiva.

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