Sol y sombra

Desinformación

Jean-François Revel

Jean-François Revel

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Con una clarividencia arrolladora, Jean-François Revel, mente aguda además de un intelectual que amó y ejerció la libertad, escribió en 1983 sobre el fin de las democracias. De manera trágicamente luminosa exponía cómo la civilización democrática es la primera que se quita la razón frente al poder que se afana por destruirla. Consideraba entonces que más que cualquier esfuerzo comunista en borrar la democracia del planeta y los éxitos logrados, la señal distintiva del siglo habría sido la resignación con que las sociedades democráticas aceptaban desaparecer y se las ingeniaban para legitimar la victoria de sus enemigos. El tiempo no ha dejado de darle la razón a Revel, pese a que su lúcido y persuasivo análisis se enmarcaba dentro de un pesimismo desolador.

La batalla de la desinformación planteada por la URSS, capaz de movilizar por ejemplo a cientos de miles de demócratas contra la intervención de cincuenta asesores de Estados Unidos en El Salvador no tenía, sin embargo, una réplica de protesta a su altura contra las tropas soviéticas en Afganistán o los soldados cubanos que combatían en Angola. No existía una reciprocidad de los ciudadanos occidentales que gozaban de unas condiciones de vida en un sistema, que con sus errores, para sí quisieran los que les había tocado padecer las desventajas del otro.

En la actualidad, la desinformación anida en las redes sociales, que se han convertido desde hace tiempo en un factor decisivo para el debilitamiento de la democracia. Revel apuntaba a manipulaciones evidentes movidas por el interés de uno de los bloques de la Guerra Fría, ahora todo resulta más complicado de descifrar por el fuego cruzado de la polarización interactiva de la vida pública, donde abundan las amenazas, el escarnio y la autocensura, como explica Jonathan Haidt en uno de los ensayos más clarificadores sobre las incertidumbres de nuestro tiempo. Revel, hoy, habría tenido nuevos ingredientes que juntar en una olla a presión a su diagnóstico de entonces sobre el afán destructivo de la civilización democrática.

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