Isla martinica

A ventana cerrada

Eva Kaili, exvicepresidenta de la Eurocámara

Eva Kaili, exvicepresidenta de la Eurocámara / PARLAMENTO EUROPEO/ALAIN ROLLAND

Me cuentan un suceso puntual de una comunidad de vecinos de La Unión (Málaga), una anécdota muy curiosa y entretenida, con un punto de humor que tal vez sea lo que salve al relato de la mezquindad. Por lo visto, cayó una servilleta de papel sobre el cristal de una de las propietarias del primero izquierda con tan mala fortuna que se deslizó hacia el interior de la vivienda. Removida la pieza, la señora incluyó un breve comentario en el grupo de WhatsApp de la finca: «Ha caído una servilleta de papel sobre mi ventana. Cuando desee, el dueño puede pasarse a retirarla y se la entregaré con mucho gusto, además de alguna que otra recomendación».

La noticia de lo que cae o se entrevé en las ventanas me hizo evocar la frase del poeta, en esta oportunidad reconvertido en fino prosista: «Quien mira desde el exterior por una ventana abierta no ve nunca tantas cosas como el que mira una ventana cerrada.» (Baudelaire, El esplín de París, XXXV). Y cuánta razón llevaba el galo, porque, prosiguiendo con el hilo de los vecinos malacitanos, otro inquilino, éste del cuarto derecha, escribió que a una de sus ventanas había ido a parar, nada más y nada menos, que un condón usado, desafiando no sólo la moralidad y el decoro de la vecindad, sino la propia ley de la gravedad. El buen hombre remarcó que la íntima prenda no venía con remitente conocido, reclamando, en su defecto, una prueba de laboratorio para determinar el origen del regalo caído del cielo.

Hay otra comunidad, sin embargo, en la que las ventanas, especialmente las cerradas, hablan a gritos. Una comunidad en la que existen múltiples intereses tantos como titulares de propiedad. Me refiero a la Unión Europea, donde no es oro todo lo que reluce. Ahora se ha sabido que una de las administradoras de la finca, justo la vicepresidenta de la Eurocámara, la socialista Eva Kaili, ocultaba en su casa bolsas repletas de billetes de banco, supuestamente provenientes de mordidas del Mundial de Catar. Lo que más duele no es que la señalada haya robado a manos llenas, sino que, en su proverbial discurso ideológico, defienda a los más desfavorecidos, a los pobres y desgraciados de la sociedad. Es como si, en la comunidad malagueña, el administrador del bloque de pisos jurase que jamás metería la mano en la caja, porque su conciencia de servicio público se lo impide, mientras que, a ventana cerrada, contase euro a euro lo saqueado.

Así se las gastan en algunas comunidades, incluso la de Bruselas. Ser socialista ya no es lo que era, como ha confirmado la sentencia en firme de los ERE de Andalucía, pero todavía quedaba un resquicio para la esperanza fuera de España. Y, como se ha comprobado, no ha podido ser. Parece que el falso progresismo, como en la anterior descripción de Baudelaire, dice más a puerta cerrada que lo que pudiera manifestar con las ventanas abiertas. El tufo a corrupción es tan grande que ni con mil ambientadores juntos se evitaría. C’est la vie!

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