Reseteando

Ellos sin Rodin y nosotros sin el Museo Néstor

Museo Néstor

Museo Néstor / Juan Castro

Javier Durán

Javier Durán

Me pongo cachondo al conocer por este periódico el vía crucis urbanístico que atraviesa el proyecto de rehabilitación y ampliación del Museo Néstor, destilado con pajilla por Javier Doreste. Al temperamental edil, aparte de escribir esencias perfumadas (asegura que no hace críticas) de libros escogidos aquí y allá, se le concede la potestad absoluta de la pinacoteca, ya que la concejala de Cultura y otras inclemencias, Encarna Galván, desconoce la existencia de la institución, o al menos no ha abierto la boca para entonar un salmo por los años de moho y cierre. Por mucho que se emperejile la iniciativa con complicaciones y botafumeiros, el lustro (mes abajo mes arriba) de clausura y decadencia nestoriana viene a ser ahora mismo un escándalo político, una razón sumarísima para reclamar explicaciones a este tripartito municipal donde Hidalgo no para de mirarse la belleza de su ombligo. Les salva la preocupante desarticulación cultural de esta sociedad, a la que le importa una mierda la caída en desgracia del emblema del Pueblo Canario, por supuesto que mucho menos que el descuento en unas salchichas rellenas de higo. En Santa Cruz de Tenerife, el Museo Rodin ha dado marcha atrás en su proyecto de promover una franquicia en la capital, una vez constató y calibró el movimiento opositor a la idea. Allí, con aciertos y desaciertos, ha existido una discusión pública (no se le puede llamar debate) sobre la apuesta. Una agitación que contrasta con el caciquismo cultural de esta izquierda progresista que ventiló como alma que lleva al diablo la campanuda rehabilitación del hotel Santa Catalina, pero que no puede gestionar o no sabe, pobrecitos, cómo poner un ascensor en el Museo Néstor. Es para mear y no echar gota. ¿No se ha reformado y ampliado el Teatro Pérez Galdós, el Castillo de Mata o el de La Luz? Y lo mejor de todo es que nos intentarán vender un andamio ante la proximidad electoral, con tal de no llegar en pelota picada a la cita electoral en lo que atañe al particular. Realmente, he perdido la esperanza.

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