El lápiz de la luna

De tu Valentín

Cena de San Valentín.

Cena de San Valentín. / Shutterstock

Elizabeth López Caballero

Elizabeth López Caballero

Cuentan que en Roma, en el siglo III, cuando el cristianismo empezaba a extenderse, Claudio II el Gótico, emperador de aquel momento, estableció una ley en la que prohibía casarse a los jóvenes para que de esta forma se alistaran en el ejército. Sin embargo, como sucede en todas las épocas y ante todas las injusticias, hubo alguien que se rebeló ante semejante acto de odio hacia el amor y comenzó a casar en secreto a las parejas de enamorados, quienes luego se convertían al cristianismo y asistían a los presos antes de ser torturados y ejecutados. Este valiente era un sacerdote llamado Valentín. Pero no todo iban a ser violines. Valentín fue descubierto por el emperador y encerrado en una mazmorra. El hombre pasaba sus días confinado entre barrotes hasta que el oficial que lo custodiaba le retó a devolverle la vista a su hija Julia, una joven que había nacido ciega. Valentín aceptó el reto y no solo le devolvió la vista a la joven en nombre de Dios, sino que le enseñó a leer y a escribir. A pesar del milagro obrado por el sacerdote, Valentín fue lapidado y decapitado el 14 de febrero del año 269. Se cuenta que él le envió una nota antes de morir a Julia que firmó con: «De tu Valentín». La joven, agradecida por todo lo que su enamorado había hecho por ella plantó un almendro, cuyas flores eran rosadas, al lado de la tumba de Valentín, sirviendo este árbol como simbolismo del amor y la amistad verdadera. No sé si esta historia ocurrió o no, es lo bonito y lo mágico de las leyendas, pero a mí me gusta pensar que fue real. Igual que me gusta creer que aún, a día de hoy, en una sociedad donde el amor parece denostado y se halla en medio de una vorágine de redescubrimiento con todas estas «aparentemente nuevas» formas de amar, el verdadero amor, ya sea entre amigos, pareja o familia sigue existiendo. Que la compañía del otro, el aprendizaje del otro, la conexión con el otro, nos hace mejores. Sí, lo sé, habrá quienes digan que hay relaciones tóxicas, que no con todo el mundo podemos o debemos conectar y un sinfín de retahílas que me cansan y no creo que conduzcan a ninguna parte, pues también hay días de lluvia –y los habrá siempre– y no me impiden admirar y anhelar los días de sol. El próximo martes es el Día de San Valentín, que sí, que conlleva una total y absoluta idea mercantil del amor y que no necesitamos que sea 14 de febrero para que nos demuestren que nos aman, pero no voy a obviar que, aunque no me gusta reglar ni que me regalen en esa fecha, los escaparates decorados con corazones y flores me sacan una sonrisa. Y que algo o alguien te saque una sonrisa con los tiempos que corren, me parece una obra tan milagrosa como la que realizó Valentín, y no por devolverle la vista a Julia, no nos chiflemos, sino por dar algo a otro para su beneficio sin esperar nada a cambio. Creo que es en este hecho donde debemos poner el acento. ¡Feliz día del amor, del cuidado del otro y del autocuidado! De tu Valentín.

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