Retiro lo escrito

Siempre se encuentra un culpable

Carolina Darias y Angel Victor Torres

Carolina Darias y Angel Victor Torres / ANDRES CRUZ

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

El secretario general del PSOE canario, Ángel Víctor Torres, tiene legítimo derecho a realizar los contactos que considere con otras fuerzas políticas e intentar conseguir apoyos parlamentarios para gobernar a partir de julio. Pero –contra lo que parece suponer el presidente en funciones – ni legal ni reglamentariamente está obligado a hacerlo ni esta decisión se inserta en ningún formato procedimental regulado en la Constitución o en el Estatuto de Autonomía. De hecho, en el artículo 48 del Estatuto se establece que es la Presidencia del Parlamento – se entiende: del Parlamento elegido el pasado domingo – quien propone una candidatura a la Presidencia del Gobierno de Canarias previa consulta con las fuerzas políticas representadas. Lo digo porque entre los indocumentados que rodean a Torres – la proporción es de unos tres indocumentados por cada colaborador solvente – ha germinado la grotesca ocurrencia de que el presidente en funciones convoque en su despacho a los dirigentes políticos y les pregunte si quieren más a su papá, a su mamá o a él. Es simplemente intentar utilizar la Presidencia del Gobierno como un recurso publicitario más allá de las elecciones y cuando los socialistas saben perfectamente que no podrán gobernar. Esta mojiganga no demuestra demasiada dignidad institucional ni inteligencia política. Para variar.

El PSOE no ha salido todavía del estado de estupefacción gemebunda que lo tiene postrado desde la noche del domingo. Es perfectamente normal. El peor de los engaños es aquel que se practica con uno mismo. Los torreznos – esos cubitos de grasa con forma humana que han lisonjeado al presidente en funciones durante casi cuatro años – construyeron un relato fantasioso de unas islas en vertiginosa transformación social donde el común de los mortales vivía mejor que en mayo de 2019. Demasiado juliovernesco incluso para un Gobierno que desde el primer minuto vivió por y para la autopropaganda. Durante más de un cuarto de siglo habían gobernado una cáfila de torpes, canallas y cínicos pero semejante desgracia telúrica había acabado. Era incluso cómico, porque el PSOE, el partido del presidente, había formado parte de varios de esos gobiernos apocalípticos, en la Comunidad autónoma y en los cabildos, mientras el vicepresidente, para colmo, había sido militante y jefe del Ejecutivo de Coalición Canaria. En el penúltimo pleno parlamentario de la legislatura Rodríguez, en un éxtasis orgásmico que hizo temblar la tribuna de oradores, proclamó que el cuatipartito gobernaría, como mínimo, cuatro años más, y probablemente ocho, porque la gente no quería retrocesos y CC no sabía gobernar. Pues bien: no ha conseguido siquiera conservar su escaño. Todo esto se complementaba con una asombrosa victimología del poder. Quienes estaban jodidos no eran los canarios, con sueldos de mierda y alquileres de infarto, sino los consejeros y directores generales del Gobierno, que era incansable, se dejaba la piel, no le importaba extenuarse en la brega, sacrificaba hasta el último suspiro para hacernos dichosos, perdía la salud para sembrar la prosperidad, vencía una pandemia mundial, frenaba un volcán, regaba Canarias con miles de millones de euros…

Ángel Víctor Torres es poco imaginable como jefe de la oposición. Su figura se verá rápidamente amortizada en los próximos meses y las esperanzas y simpatías del PSOE comenzará a gravitar alrededor de Carolina Darias, inminente alcaldesa del ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, principal bastión socialista hasta el 2027. En un congreso extraordinario encontraría como aliados sorprendentes a los dirigentes socialistas tinerfeños. El Cabildo perdido. Arona perdida. Granadilla en el alero. Luis Yeray llorando sangre con Alberto Rodríguez acampado en los plenos. No habrá los suficientes chalecos salvavidas. ¿Qué menos que echarle la culpa de todo al compañero Ángel Víctor?

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