Reseteando

Cómo no morir antes del 23-J

Javier Durán

Javier Durán

Por higiene mental les aconsejo salir como alma que lleva al diablo de la atmósfera pegajosa de la resaca electoral. Vale la pena irse a la calle y ver la alfombra lila de las flores que caen de las jacarandas, en vez de quedarse en casa consumido por el avituallamiento que preparan los partidos para el 23-J. Huya de conversaciones pesadas en las que el aspirante a interlocutor cree tener todas las claves. Me encuentro con majaderos de esa calaña a montones, por lo que he puesto en práctica ocultamientos que van desde el cambio de acera, la capucha de la sudadera, la entrada precipitada en una cafetería hasta las gafas de sol, o simplemente ejercer de despistado mirando la mierda que dejan las palomas en el bordillo de un balcón. Si se da el caso de no tener escapatoria, estoy predispuesto a la impertinencia de exigir al otro que no me llene la cachimba con sus análisis o descensos a las cloacas de los pactos. Encuentro mayor potencial y placer en pláticas dirigidas a esclarecer el misterio de la textura de una tortilla de papas y huevos, o en la calidez de la luminosidad que entra por la claraboya de un edificio que despacha algo tan aburrido como los números del catastro. En los momentos donde reina el caos, la satisfacción máxima está en la pureza: Degas, Magritte, Klimt, Hopper, Oramas... También en el aforismo subrayado y dejado en reposo para ser recuperado en el periodo extraordinario o extremo. O en la arquitectura mágica y cabalística del palacio que se construyó el emperador, donde cada piedra y pasillo arrastra tras de sí un lenguaje plagado de enigmas... Hay que salvarse, erigir la honestidad y la sabiduría bajo esta lluvia de aprendices de Maquiavelo (o su versión light, Baltasar Gracián) que recorre cada capital y pueblo devorando la vida cotidiana. Metido en la sopa, no constato que se acerca un alma sibilina, deseosa de derramar sobre mi rostro su chispa salivar mientras recibe las sacudidas orgásmicas que anteceden a su torrencial explicación. Acudo presto a la mala educación para quitármelo de encima, pero ya es tarde.

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