Reseteando
Al resguardo de Casa África
En el caso de las agresiones en investigación al artista caboverdiano Yuran Henrique pesa la sospecha de racismo, xenofobia y todos las ramificaciones que cuelgan de un presunto delito de intento de homicidio. La víctima, hospitalizada, recibió golpes contundentes que le trocearon la mandíbula y que estuvieron a punto de dejarlo sin lengua. Un panorama brutal para manifestar sin paliativo alguno el rechazo social contra la violencia, ya sea por raza, sexo, diversidad cultural o llanamente por ser un mero individuo.
Ahora, la trascendencia del momento no deja de ser de magna excepcionalidad, por utilizar la calificación más blanda: el creador ha tenido que interrumpir su intervención Lalonji (Lejos de aquí) en Casa de África, actividad que podría tener o no que ver con la agresión que ha sufrido. Y en segundo lugar, el consorcio público que fomenta las relaciones entre África, Europa y España, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, y que acoge la muestra paralizada de Yuram Henrique, es un blanco redondo para la oleada neofacista que aspira a alcanzar alguna cuota de gobernabilidad nacional junto al PP. En plata, Vox cerraría la institución que dirige el catedrático José Segura Clavell por considerarla superflua, pero también colaboracionista en la infiltración paulatina entre la sociedad canaria de migrantes que alteran la supremacia blanca y menoscaban recursos públicos sanitarios y educativos, entre otros, que corresponden a los naturales.
Casa África ha hecho bien al tomar la decisión de dejar a medio montar la exposición del caboverdiano, a la espera de que se restablezca y pueda seguir adelante, y también como efecto repulsa contra la agresión, cuya razón, repetimos, no ha sido solventada aun por la investigación policial. El reflejo en la sociedad de un discurso antixenofobo y de tolerancia frentre al otro debe ser prioritario, con el fortalecimiento de un cinturón sanitario que frene estos retrocesos. No sólo en el apartado puramente político, sino en aquellos otros que afectan de una manera más directa a la convivencia de las personas.
A estas alturas, y tras las pequeñas (o grandes) conquistas de Vox en puestos en el Parlamento o en plenos municipales (en LPGC, sin ir más lejos), a nadie se le esconde que el Archipiélago es un laboratorio privilegiado para los neofacismos. El odio al africano, como antítesis al paraíso de la hospitalidad, escala puestos y alcanza un espacio holgado a la hora de buscar un culpable de la desigualdad social o para escarbar en el mal funcionamiento de los servicios públicos. Frente a esta avalancha de ramplonería útil, corresponde a los representantes ejercitar el veto todas las veces que se pueda, sin desmayo, acorazados en el resguardo y respeto de los derechos y libertades que se fraguaron en la modernidad europea, vencida y rearmada después intelectualmente en la gran posguerra mundial, y nuevamente puesta en solfa por Putin. Yuran no puede ser una derrota.
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