El lápiz de la luna

El hombre en busca de sentido

Nos hemos acostumbrado a vivir con la sensación de que algo malo está a punto de suceder, lo que nos lleva a ponernos la tirita antes de la herida, porque así ya estamos preparados para la catástrofe

Elizabeth López Caballero

Elizabeth López Caballero

Hace unos días terminé de leer El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl y, como sucede con todo buen libro, no dejo de darle vueltas a algunas de sus reflexiones. La novela, para quienes no la hayan leído, narra la visión de un psiquiatra, Frankl, como prisionero de los campos de concentración de Auschwitz. La historia no se centra solo en las vicisitudes que tuvieron que vivir los reclusos, sino que aborda también las fases psicológicas por las que pasaban los cautivos y los perfiles psíquicos de los guardias de las SS. La obra está llena de aprendizajes, no es un libro que recomiendo solo a los profesionales de la salud mental, sino a todas aquellas personas a las que les gusta aprender de dentro hacia afuera. La primera vez que tuve que cerrar el libro para tomarme un tiempo de reflexión fue tras leer una cita de Bismarck: «La vida es como visitar al dentista. Siempre crees que lo peor aún está por llegar, cuando en realidad ya ha pasado». Nos hemos acostumbrado a vivir con la sensación de que algo malo está a punto de suceder, lo que nos lleva a ponernos la tirita antes de la herida, porque así ya estamos preparados para la catástrofe. Luego nos damos cuenta de que ni el golpe ni la herida fueron para tanto. Sin embargo, hemos perdido muchísimo tiempo bloqueados por esa extracción de muela que pasó sin tanta pena y sin tanta gloria. La vida oscila entre momentos de felicidad que uno disfruta y momentos de tristeza de los que uno aprende. La segunda vez que necesité oxigenarme de la lectura fue ante las palabras de Spinoza: «El sentimiento que se convierte en sufrimiento deja de serlo en cuanto nos formamos una idea clara y precisa de él». Estas líneas me llevaron a la conclusión de que nos pasamos media existencia buscando el sentido de la vida, pero no nos paramos a pensar en el sentido del sufrimiento. El dolor también tiene su función reguladora, nos avisa de qué cosas estamos haciendo bien o de qué cosas –o personas– debemos alejarnos. Cuando entendemos lo que nos hace sufrir y aceptamos las circunstancias que nos rodean, nos gusten o no, nos parezcan justas o injustas, se da una reconciliación entre lo que está sucediendo y lo que nos gustaría que sucediera y esto pasa por admitir, en cierta manera, el curso de nuestro destino.

La tercera vez que me golpeó el pensamiento de Frankl fue con una cita de Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cómo». En más de una ocasión a lo largo de nuestro recorrido vital nos encontraremos con determinadas situaciones que nos harán replantearnos si tanta dificultad y tanto padecimiento tienen sentido. Aquí es donde podríamos recurrir a Nietzsche. Cuando nos persiga el abatimiento tenemos que buscar un nuevo propósito de vida. Un proyecto. Algo que nos esperance. Los seres humanos necesitamos un porqué, ponerlo en marcha, ilusionarnos y así, poder soportar cualquier cómo. Frankl describe en su libro varios casos de hombres que tras perder la esperanza enfermaban y morían; en cambio, aquel que se mantenía con un objetivo en la mente (volver a ver a su familia, recuperar su estatus social, desempeñar su antigua profesión) era capaz de mantenerse fuerte a pesar del horror que estaba viviendo. La cuarta pausa lectora, y ya paro porque si no les hago spoiler y la idea es que terminen este artículo con ganas de leer el libro, la provocaron las siguientes palabras: «Nadie puede juzgar, a menos que pudiera asegurar, con absoluta certeza, que no habría hecho lo mismo en una situación semejante». Sucede que nos pasamos demasiado tiempo entre la crítica y la queja, pero, si somos honestos con nosotros mismos, son muchas las veces que hemos dicho «Yo nunca» y por las circunstancias de la vida hemos tenido que actuar, en ocasiones, en contra de nuestros principios y valores. Por ello, es importante aprender que juzgar es fácil cuando no hemos tenido que caminar con los zapatos de esa persona, que quizá nos hagan llagas. En resumen, me gustan los libros que me hagan cuestionarme quién soy y en qué dirección voy. Que me hagan aprender y mejorar, y sin duda El hombre en busca de sentido es uno de ello.

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