Un carrusel vacío

Barbie se desmelena

Barbie se  desmelena

Barbie se desmelena / Marina Casado

Marina Casado

Marina Casado

El estreno de Barbie, de Greta Gerwig, está siendo todo un éxito de crítica y público. Por muy paradójico que pueda resultar, una película sobre la muñeca más estereotipada del mundo ha roto cualquier estereotipo. Sorprende, porque no es en absoluto lo que esperabas. De una forma fresca, amena e ingeniosa, despliega una parodia de nuestra sociedad sin caer en lugares comunes, como sí ocurre en otras películas contemporáneas, que aburren porque parecen forzadas, obsesionadas con la corrección política, con introducir ideas feministas con calzador, hasta el punto de perder la naturalidad. Gerwig, sin embargo, ha dado en el clavo.

Desarrolla ideas muy actuales como el patriarcado, la obsesión por la perfección, el miedo al cambio o la dependencia emocional. Mattel, la empresa creadora de la muñeca, se ríe de sí misma presentando una paródica junta directiva compuesta exclusivamente por hombres –muy ridículos– que pretenden apostar por la libertad femenina. Esto nos conduce a una reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad, que se encuentra invertido en Barbieland, el mundo de plástico habitado por las Barbies y por sus inseparables y segundones compañeros, los Ken. En Barbieland, los puestos más sobresalientes están ocupados solo por mujeres. Hay una presidenta, juezas, los premios Nobel se conceden solo a mujeres…

Nos hace reflexionar también sobre la figura de Ken, el eterno novio de Barbie, cuya única misión existencial parece esa: ser el novio de Barbie. Ryan Gosling, tan magistral como siempre, borda el papel de muñeco ingenuo y superficial y logra enternecernos. Yo tuve decenas de Barbies de niña, pero ningún Ken. Contaba con dos imitaciones chinas que no adquirí de manera individual, sino como complemento. Uno era una imitación de Aladín incluido en la misma caja que Yasmine, que era la que a mí realmente me interesaba. El otro era un padre de familia que aparecía junto a una madre y una niña que me encantaron cuando las vi en la tienda. Como digo, el hombre formaba parte del conjunto. Cuando jugaba, uno encarnaba el papel de novio y el otro de antagonista. En mis juegos, sus personalidades resultaban totalmente planas; la riqueza emocional era patrimonio exclusivo de las Barbies. Ellos nunca superaban su naturaleza de “hombres florero”, lo cual coincide con la visión de la Barbieland creada en la película. Qué agudeza por parte de la directora mostrar esa realidad.

Mattel se ríe de sí misma, claro, pero sin duda le compensa. Porque creo que, gracias a esta película, la figura de Barbie recuperará las connotaciones positivas que había perdido en los últimos años. A pesar de que se han esforzado por fabricar muñecas que reflejen la diversidad femenina –de diferentes razas, alturas, figuras, con profesiones como astronauta o médico, incluso en silla de ruedas–, Barbie ha estado inevitablemente asociada a un estereotipo de perfección y cursilería que ya es políticamente incorrecto. Y estoy segura de que la película va a contribuir a modificar esta visión.

Yo conservo intactas mis Barbies, que son bastantes. De niña, pasaba horas y horas jugando con ellas, inventando aventuras y apasionadas historias dramáticas. Las muñecas estilo babyborn nunca me hicieron especial gracia; me aburría tener siempre el papel de madre. Las Barbies podían ser princesas, heroínas con superpoderes, profesoras, presidentas… Con los babyborn solo se podía jugar a pasearlos en el carrito y darles de comer. Yo intenté hacerlo más original: vivir en la selva o empujar el carrito por los anillos de Saturno. Si no introducías elementos exóticos, aquello era aburridísimo. Sin embargo, a mis compañeras y vecinas no les terminaban de interesar estas pequeñas modificaciones mías; resultaban más partidarias del conservadurismo lúdico. En una ocasión, me subí a una farola, que era un árbol frutal en mi imaginación, para recolectar la cena para los mellizos, y mi madre me echó una bronca inmensa. Desde entonces, empecé a recoger las frutas invisibles del suelo. Con las Barbies siempre se abrían más posibilidades, así que mis preferencias estaban claras.

Cuando hace unos meses me enteré de que preparaban una película sobre la muñeca, fui bastante escéptica. Sin embargo, me ha encantado. La historia, el guion, los guiños a la infancia, el homenaje a históricos muñecos de la firma y hasta a la creadora, Ruth Handler. Por no hablar del magnífico papel protagonista de Margot Robbie: sorprende su evolución de una muñeca hierática y eternamente sonriente a una mujer que llora, pasa vergüenza y sufre por no alcanzar la perfección. Una mujer real, en definitiva.

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