Punto de vista

Zombis

El fentanilo, una epidemia en Estados Unidos.

El fentanilo, una epidemia en Estados Unidos.

Juanjo Pérez Estévez

Desde hace tiempo una gran cantidad de vídeos sobre la precaria situación de miles de personas en ciudades de EEUU, Canadá o México, nos alarman al ver el impacto del consumo callejero de fentanilo. Esa alarma lleva semanas copando noticias acerca de si es también ya una realidad en nuestro país.

Lo cierto es que las autoridades competentes en vigilar la entrada de esta sustancia a través del tráfico ilegal, y varios informes recientes que conviene consultar de ONG especializadas como Energy Control, desmienten que esta circunstancia se esté produciendo. Precisamente esta última entidad ha señalado con audacia varios factores diferenciales respecto a la realidad norteamericana, entre los cuales podemos destacar la cobertura pública de salud en nuestro país (por ejemplo el control de dispensación) o la existencia, experiencia y gratuidad que aquí tienen los programas gratuitos de reducción de daños y sustitución de opiáceos (como la metadona), todo ello con el añadido de tratamientos terapéuticos accesibles. Conviene también diferenciar por un lado al fentanilo como fármaco pautado para combatir el dolor, por ejemplo en pacientes oncológicos o accidentados, donde bajo control y seguimiento ha demostrado ser un remedio efectivo y que aporta calidad de vida, y por otro a derivados o al producto resultante de su fabricación ilegal para su venta ambulante.

Esto no quiere decir que no debamos tener una estrategia vigilante y previsora respecto al fentanilo y el potencial daño que podría hacer (como también del aumento en la prescripción de otros opiáceos o de psicofármacos en nuestra sociedad). Invertir más en campañas e instrumentos de prevención efectiva es básico, más aún cuando las nuevas generaciones no tienen la referencia de lo que ocurrió con la heroína en los años 80 y 90. Pero existe evidencia empírica sobre el mayor éxito de estrategias basadas en generar conocimiento y no solo miedo o alarma. Llamar zombis a personas drogodependientes es anular precisamente su condición de ser humano. Grabar el morbo y olvidar que detrás de cada una de esas personas hay una historia de vida, muchas de ellas además atravesadas por el dolor y el trauma, ni sirve para prevenir ni mucho menos para tratar a quienes sufren este estigma.

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