Observatorio

África vota pese a todo

África vota pese a todo

África vota pese a todo

Andreu Claret

Diecisiete estados africanos tienen previstas elecciones durante este año. Un tercio de los 54 que forman un continente en el que viven hoy casi 1.500 millones de habitantes y que alcanzará los 2.500 millones a mediados de siglo. La noticia debería tener cierto relieve, sobre todo para los europeos, puesto que nos separan solo 14,4 kilómetros de este continente. Sin embargo, el Google noticias en español está mucho más pendiente de las consecuencias que tendrá para los clubs de LaLiga la próxima Copa África de fútbol que de estos comicios. No es ninguna novedad. Los países africanos solo alcanzan un día de notoriedad cuando los militares dan un golpe, para desplazar a uno de los suyos o para poner fin a frágiles democracias. Este silencio informativo sobre la vida política de los africanos –como si África y elecciones constituyeran un oxímoron–, que ya marcó los 13 comicios de 2023, volvió a opacar las elecciones que la República Democrática del Congo celebró a finales del año pasado.

Minerales estratégicos

En el caso del antiguo Congo belga, sorprende más aún el desinterés. Si su móvil, su ordenador y su GPS funcionan con coltán procedente de Australia o Brasil, es porque la guerra que persiste en el este del Congo no ha permitido exportar este mineral durante los últimos años. Sin embargo, si el Congo no encuentra la paz y la estabilidad, el futuro de estos tres gadgets está comprometido, porque el país centroafricano cuenta con el 80% de las reservas de coltán. Lo mismo podría decirse del cobalto, tan importante para la aviación o el tratamiento de muchos cánceres. ¿Cómo puede ser que no nos interese lo que ocurre en el Congo? Con sus 100 millones de habitantes y una capital, Kinshasa, de 20 millones llamada a tener 35 a mediados de siglo. Una bomba demográfica, si el país se va al garete. Nos debería interesar la estabilidad de un país que ya no podemos comprar y explotar a nuestro antojo, como hizo Leopoldo II de Bélgica (cortándoles las manos a quienes se negaban a recolectar caucho). ¿Preferimos que rija una democracia, aunque sea imperfecta, o que el Congo vuelva a ser el corazón de las tinieblas al que nos llevó Joseph Conrad?

La victoria electoral de Félix Tshisekedi ha quedado empañada por denuncias de fraude, pero el país ha sido capaz de celebrar sucesivos comicios, con alternancia incluida. Atrás parecen quedar casi tres décadas de dictadura de Mobutu, que enloqueció como el personaje de Conrad hasta nombrarse mariscal. Algunos observadores sostienen que los países africanos donde las elecciones parecen consolidadas, como Senegal, Sudáfrica o Ghana, son la excepción. Apuntan a un contagio golpista que tendría sus causas en la pobreza, la desigualdad extrema, la corrupción, y la intervención extranjera (con la milicia Wagner, Vladímir Putin ha apoyado golpes militares en varios países del Sahel). ¿Prevalecerán democracias débiles o estamos ante una vuelta a los años 70? Treinta elecciones entre 2023 y 2024 parecen decantar la balanza a favor de la democracia, por muy insatisfactoria que resulte (el 60% de los congoleños viven por debajo del umbral de pobreza). Sin embargo, la cifra es engañosa, pues tiene en cuenta elecciones restrictivas, que solo sirven para legitimar el poder, como las presidenciales egipcias ganadas por Al Sisi con el 89,6% de los votos a finales del pasado año.

África se encuentra en una segunda transición marcada por la explosión demográfica y urbana, una particular vulnerabilidad ante el cambio climático, y su entrada acelerada en el mundo digital. Como escribió René Dumont hace 60 años, la descolonización de los años 60 arrancó mal. Se refería, sobre todo, a las antiguas colonias francesas. Las mismas donde hoy la democracia parece tener más dificultades. En Malí, Níger, Burkina Faso, Gabón, todos ellos francófonos, los militares han tomado el poder recientemente. A finales de 2024 tendremos más datos para saber si esta nueva transición empieza mejor. Veremos si los africanos creen que la democracia es el peor sistema de gobierno a excepción de todos los demás, o si optan por regímenes autoritarios a los que ni Rusia ni China hacen ascos para aumentar su influencia en el continente.

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