Observatorio

Gaza, tumba también de periodistas

Gaza, tumba también de periodistas

Gaza, tumba también de periodistas

Joan Cañete Bayle

Wael al Dahdouh es uno de los rostros de la masacre de palestinos en Gaza desde el inicio de las operaciones militares israelíes tras los sangrientos atentados de Hamas del pasado 7 de octubre. Al Dahdouh es el jefe en la Franja de la corresponsalía de la televisión catarí Al Jazeera y ha perdido en los bombardeos a su esposa, a una hija de 7 años y a dos hijos, uno de ellos también periodista. Las imágenes de Al Dahdouh vestido con el chaleco antibalas marcado con el distintivo de prensa, desolado en los funerales y regresando de inmediato al trabajo, se han convertido en un símbolo de la tragedia.

Más de 20.000 personas han muerto en la Franja de Gaza por la ofensiva israelí. Entre ellos, decenas de periodistas. Según cifras actualizadas a 11 de enero del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ en sus cifras en inglés), desde el inicio del conflicto 79 periodistas y empleados de medios de comunicación han muerto (72 palestinos, cuatro israelíes y tres libaneses); 16 reporteros han sido heridos; tres están desaparecidos y 21 han sido arrestados. Las autoridades de la Franja de Gaza elevan a 110 los periodistas muertos en Gaza durante la guerra, entre los que incluye también a influencers e intelectuales. La justificación de Israel, cuando la emite, es la habitual en estos casos: vincula las víctimas a grupos terroristas.

Varios de estos periodistas trabajaban para Al Jazeera. La mayoría informaban para medios locales palestinos y algunos para otros países árabes y la agencia de noticias turca. Al Jazeera tiene desde su fundación en 1996 un trágico historial de periodistas muertos: 12 reporteros fallecidos en el frente de guerra en Irak, Siria, Libia, Yemen y Cisjordania hasta el inicio de la guerra en Gaza. Sus oficinas fueron atacadas en las guerras de Afganistán e Irak. Da que pensar.

Es sencillo imaginar qué sucedería si en cualquier conflicto bélico una de las partes matara en bombardeos, en algunos casos directos, a 72 periodistas de medios de comunicación occidentales. El escándalo sería mayúsculo. En cambio, más allá de las asociaciones profesionales de periodistas, los movimientos de solidaridad con el pueblo palestino y algunas excepciones honrosas, la muerte de los periodistas en Gaza levanta poca polvareda. Una discreción proporcional al silencio y las críticas de solo media comisura del mundo oficial occidental ante la terrible situación humanitaria en Gaza. En el caso de los periodistas, que la prensa occidental en tantos casos se ponga las manos en los bolsillos y silbe hacia otro lado es otro ejemplo de las consecuencias globales que la guerra de Gaza tiene y va a tener a medio plazo. Romper con apoyo del establishment occidental las leyes de la gobernanza internacional y principios esenciales como los derechos humanos, la legislación internacional y, en el caso de los periodistas, el derecho a la información de los reporteros en zonas de conflicto no va a salir gratis al resto del mundo. En Ucrania bien lo saben.

¿Son menos periodistas los reporteros muertos en Gaza? No trabajan en grandes medios de países occidentales, y eso ya es de por sí un hándicap para que sus muertes sean motivo de escándalo mundial. Pero ante todo son palestinos, y esa es la principal razón de la indiferencia, porque los miles de gazatíes muertos y desaparecidos tampoco bastan para una indignación global. Ni todos los periodistas son iguales ni todas las vidas valen lo mismo, ese es otro mensaje desde Gaza que resuena en todo el mundo y que muchos están anotando.

Hay otra diferencia entre Wael al Dahdouh y los periodistas occidentales que alguna vez hemos cubierto conflictos armados, en la misma Gaza o en otras partes: Al Dahdouh no puede ir a ninguna parte. Al contrario que los corresponsales de guerra a quienes Israel bloquea el acceso a Gaza, Al Dahdouh no tiene un pasaporte que le permita abandonar el frente cuando la sangre, la muerte y la desolación lo vencen. Los cadáveres que filma, los funerales que cubre, los cascotes sobre los que anda, los muertos que contabiliza, la tragedia sobre la que informa, el dolor que le embarga, le son propios. Son los suyos, los de su familia, los de sus vecinos, los de su gente. Después de cada golpe, se ha levantando y ha seguido informando sobre ese gran cementerio al aire libre, también de periodistas, que es hoy Gaza.