Opinión | Reflexión

Nerea Rodríguez Padilla

8M

Cientos de personas durante la manifestación del 8M.

Cientos de personas durante la manifestación del 8M. / Lorena Sopêna - Europa Press

Lo más difícil que he hecho en la vida es ser madre. Y eso no puede serlo el padre de mis criaturas. Hay dos palabras diferentes y hay dos realidades diferentes, y para mí, tratar de definir si la realidad o la palabra fueron primero es como la cuestión de la gallina y el huevo, se me escapa. Él es un padre excelente. Y no es una madre.

Yo he tenido otros trabajos antes que éste. E incluso a la vez que este. Por esos trabajos se me reconocía, se me pagaba y tenía cotización a la seguridad social, que viene a ser mi propia seguridad cuando ya no pueda trabajar y necesite del sostén social. Algunos trabajos estaban más cómodos que otros en horarios y condiciones, pero todos estaban regulados y sujetos a normas. Todos menos éste, el más difícil y en que más se me ha cuestionado nunca. No es el primero en el que se me cuestiona tampoco y en alguno de los anteriores he sido la única en un mundo masculino y competitivo. El asunto es otro. Quiero decir que no es lo primero que hago en la vida que me cuesta hacer, pero sí es lo primero tan íntimo y sensible, lo primero tan importante, en lo que estoy sujeta a escrutinio social a la vez que me envejezco y me empobrezco. Ser madre es todo el tiempo, de todos los días, todos los meses, de día y de noche, desde el momento en que parí hasta… mi muerte.

En cada etapa, mientras ganan libertad, voy pensando que mi desgaste es menos físico pero más aterrador. Aterrador por incontrolable y porque el nuestro es un mundo hostil y deshumanizado, de prisas y violencias, en que es muy fácil pasar de estar bien a caer en el hoyo, y me coge agotada. Agotada de tener que decidir cuál de las opciones definen los caminos que les marco y cuál dejo atrás, para mí y (por favor que el error no sea grave) para ellas. Ser madre es para mí un vértigo y una renuncia constantes.

Si decido tener otro trabajo que nos permita tener las vacaciones que queremos y salir de la marca blanca, no desaparece mi trabajo de madre y sentiré que no puedo estar a tope en ninguno de los dos. Y ahora hay que estar a tope en todo siempre. Faltaré a reuniones importantes o pediré permisos inoportunos y también faltaré para mis hijas en algunos momentos en los que debería estar y que los permisos laborales no contemplan. Si decido que lo más importante es mi presencia en esos momentos, renuncio por todos, a cierta holgura económica, a poder ahorrar para sus estudios y a ciertas comodidades. Porque es un trabajo 24/7 pero no se cotiza ni se paga.

Tener hijos es un factor de riesgo de pobreza (pobreza de la de verdad, de la de acudir a pedir comida) porque te quita la capacidad productiva. No creo que en el día de hoy lo que haya que cuestionar aquí sea cuál de los miembros de la pareja hace el esfuerzo de la crianza que, está admitido, es a costa de la carrera profesional, el reconocimiento social y hasta de la pensión futura, sino, precisamente, por qué cuidar hijos tiene ese coste. A quién beneficia que tengamos hijos para la sociedad del futuro a costa del individuo presente (o del propio hijo si mordemos el anzuelo de delegar su crianza en las guarderías con horarios laborales o las ofertas que se formulan como acogida temprana en el colegio, de allí al comedor escolar y empatan con las actividades extraescolares) Si es así es porque nos da la gana, porque nos hemos tragado colectivamente que ser cuidador de la descendencia, y ojo, de la ascendencia también, cueste tan caro. ¿Es que mientras estoy cuidando hijos o padres ancianos no estoy atendiendo a la dependencia? Como es propia, no, yo me lo he buscado...

A la vez se reconoce que es un gran problema social que la natalidad descienda, y cómo desciende. Es innegable. Pero es que tener hijos se ha convertido en un lujo. En un lujo demasiado caro a todos los niveles para la mayoría. Es un privilegio. Qué gran suerte tengo de no haber renunciado a él. Nunca hice nada tan difícil ni nada me dio antes más razones para ser yo misma.