Spanair, que celebra esta semana el primer aniversario del accidente de Barajas, es una aerolínea en plena transformación. La crisis ha golpeado con fuerza a la compañía, que ha recortado a la mitad sus rutas hacia Canarias en los últimos 12 meses. De 40 rutas que tenía operativas ha pasado a trabajar con tan sólo 18. Se trata del colofón del "año más extraño de la historia de Spanair", explica Rafael Gallego, presidente de Federación Española de Asociaciones de Agencias de Viajes. De hecho, Spanair ha eliminado 200.000 plazas con Canarias.

La caída de la demanda y la reestructuración de la compañía son los primeros argumentos que justifican la disminución de tráfico. Así, la empresa, que solía mover 2,7 millones de plazas a Canarias, ha reducido a menos de 2,5 millones su actual volumen. El accidente de Barajas sacudió a una aerolínea inmersa en un profundo proceso de reorganización impulsado por SAS, su entonces propietaria.

El grupo escandinavo presentó un ERE en su filial española para recortar su plantilla en 1.193 trabajadores (un 30 % del total) e impulsó medidas de ajuste que incluían reducir de siete a dos sus bases y dejar en tierra una quincena de aviones. Casi 400 personas en las Islas se vieron afectadas por el ERE. El objetivo: conseguir unos ahorros de 90 millones de euros y paliar el déficit crónico, que superaba los 500 millones.

Las turbulencias frenaban el reto de cubrir, a bajos precios, el hueco que dejaba Iberia en el mercado doméstico. Para agravar la situación, el accidente de Barajas provocó que el movimiento de pasajeros cayera más de un 30 % en los meses siguientes a la tragedia. Pero un viraje protagonizado por empresarios catalanes e instituciones públicas de Cataluña el pasado marzo abrió nuevas expectativas a la empresa. Después de meses de contactos, varios inversores se hicieron con el control de Spanair tras comprar el 80 % del capital por un euro.

La nueva era ha traído un nuevo logotipo, nueva sede en Barcelona y otra regulación de empleo que puede afectar a 1.000 personas. Esto ha llevado a los trabajadores de Palma a convocar paros esta semana. Además, los nuevos propietarios no han perdido ni un momento y buscan inversores en sus principales destinos. En el caso de Canarias pretenden captar socios que puedan aportar hasta 30 millones de euros.