''Se suspenden las visitas a residentes", muestra un cartel en la puerta de la residencia sociosanitaria El Pino, en la capital isleña. Este mismo papel reposa desde el pasado jueves en la puerta principal de todos los centros de cuidados para mayores que se ubican en Canarias. El primer anuncio del Gobierno regional sobre las medidas que la sociedad debe adoptar para combatir la crisis del coronavirus -que se emitió por televisión el miércoles por la tarde- estableció la restricción total de las visitas a los centros dedicados a la tercera edad por un mínimo de dos semanas.

El contagio de este virus a las personas mayores es altamente peligroso e incluso puede ser letal. Las patologías que suelen presentar las personas mayores de 70 años son los que empeoran el malestar por la enfermedad y pueden conllevar la muerte. De hecho, la primera fallecida por contagio registrada en Canarias (confirmado por el presidente, Ángel Víctor Torres, el pasado viernes) fue una mujer de 81 años con varios antecedentes clínicos que se encontraba ingresada en el Hospital Doctor Negrín. Por lo que pudo investigarse fue contagiada por su nieto, que venía de una zona de riesgo de Italia.

El protocolo que está siguiendo el personal sanitario que mantiene contacto diario con los ancianos es súper restrictivo, como no puede ser de otra manera teniendo en cuenta el riesgo que supone el Covid-19 y la falta de información que aún se posee. Lavarse las manos es una medida generalizada que se ha tomado como norma inquebrantable en las estancias para mayores, sobre todo mediante la utilización de gel antibacterial a la entrada y salida del inmueble e incluso de las habitaciones de los residentes.

Los trabajadores tienen estipulado el cambio de ropa al uniforme en el interior de las residencias, para después bañarse en la duchas habilitadas y volver a ponerse la ropa con la que llegaron. En este sentido, el colectivo de trabajadores expresa que esto ya eran responsables de cumplirlo desde antes de que se desatara la pandemia. "No siempre se cumplía, pero desde siempre nos han dicho que el uniforme debe llevarse solo en el trabajo", expresó ayer una empleada del sector sanitario.

El uso de guantes es una de las medidas que puede llamar más la atención en estos días, no por el hecho en sí (que es de lógica aplastante) sino por la gran cantidad de deshechos que suponen de forma diaria. Cada vez que uno de los médicos, enfermeros o auxiliares traten a uno de los residentes es imprescindible desprenderse de esta prenda de plástico, siendo en algunas ocasiones incluso necesario utilizar dos unidades para mayor protección e innegociable volver a ponerse un nuevo par cuando se vaya a tener contacto con un usuario diferente (después de haberse limpiado, una vez más, con desinfectante para manos).

No preocupa por el momento que se agoten estos materiales, a pesar de que se calcula que se están utilizando entre dos y tres cajas diarias, según fuentes cercanas a una de las residencias de la Isla. Tampoco las mascarillas son un problema, pues aún queda un buen número de provisiones y todavía no está establecido como obligatorio su uso. Los trabajadores tienen la potestad de usarlas si lo consideran necesario.

La restricción de las visitas ha sido respetada, aunque no ha faltado la preocupación de los familiares de los residentes y los teléfonos no han parado de sonar en los centros para mayores en estos últimos días, con ansias por conocer el estado en el que se encuentran los mayores. "Han venido dos o tres personas únicamente, pero por despiste", expresaron desde la residencia de Taliarte, en el municipio de Telde, el pasado jueves, aunque desde el propio miércoles sobre las seis ya negaban las entradas. La directora del centro visitó cada una de las plantas y estancias para comunicar sobre el protocolo que se iba a poner en marcha y las personas que se mantenían de visita en el momento en que la consejera de Sanidad manifestó las medidas oficiales pudieron permanecer durante esa tarde en el inmueble y despedirse de los residentes en ese mismo instante.

Esta situación también ha derivado en el deseo de muchos familiares de llevarse a los mayores a casa, para que puedan pasar las semanas de aislamiento en los hogares junto a los seres queridos y no en una residencia. En este sentido, la consejera de Sanidad del Cabildo de Gran Canaria, Isabel Mena, expresa que deberán estudiarse los casos concretos que lo soliciten. "No podemos retener a nadie, ni tampoco es nuestra intención; las personas que decidan marcharse lo harán bajo su responsabilidad, pero desde el área debemos comprobar su estado de salud y en el caso de que después quieran volver tendrán que hacerse las pruebas para certificar que no han contraído el virus", explicó la responsable del departamento, que también añadió que en este tiempo se pueden producir nuevos ingresos en los centros y también deberán realizarse pruebas específicas. Por otro lado, se ha sopesado la opción de manera excepcional de conceder algunas visitas siempre y cuando se realicen a través de una vitrina de cristal. Mena manifiesta que a pesar de que la situación está desbordando a los técnicos y trabajadores del área, aún está bajo control y no está preocupada por un posible desabastecimiento de los materiales sanitarios necesarios como guantes o mascarillas. "Estamos trabajando muchísimo para que todo continúe funcionando bien, pero las medidas deben ser drásticas para prevenir", añadió.

Según los datos que proporciona la página web del Gobierno de Canarias, en la Isla se registran una treintena de residencias para mayores entre privadas (un total de 11, de los que la mitad se ubican en Las Palmas de Gran Canaria) y públicas. En ese caso, se trata de una veintena de centros repartidos en 14 municipios, con capacidad entre todos para albergar a casi 1.500 ancianos. El municipio de Telde, con el centro de Taliarte, es el que posee más plazas (casi 400) junto con la capital grancanaria (que entre sus dos centros públicos puede atender al mismo número de personas que el teldense). La suma entre los usuarios de privadas y públicas es aproximadamente de 2.300.

Asimismo, en algunas de estas residencias han adoptado medidas particulares según las circunstancias de cada uno. En el centro teldense han aprovechado el cierre de la cuarta planta por inundación (una situación que se produjo hace unos meses debido a la filtración de lluvia en una noche de tormenta) para preparar una de las alas con material suficiente para que sirva como zona de aislamiento en caso de que uno de los mayores o trabajadores contraiga o presente síntomas del Covid-19.

Por otro lado, según fuentes cercanas al equipo de trabajadores, también se ha tomado la medida de preparar a un equipo de sanitarios (unos diez auxiliares y enfermeros) para atender a estos pacientes si se diera el caso. Los pacientes que pertenecían a esa planta y que tras las incidencias de lluvias fueron trasladados a otros centros de la capital tenían programado volver durante la pasada semana y, de hecho, algunos comenzaron a llegar el lunes y el martes. Desde que comenzaron a presentarse la batería de medidas a nivel estatal, la dirección del centro paralizó los traslados y reubicó a los que ya habían llegado entre la primera y la tercera planta.

La dirección ha organizado para esta mañana un curso intensivo sobre el coronavirus y las medidas que deben adoptarse como precaución, en el que deberían estar presentes todos los trabajadores del centro y los propios residentes. Por otro lado, en otros centros han decidido tomar otro tipo de medidas. En la residencia de El Pino, en la calle de Juan XXIII en Las Palmas de Gran Canaria, cerraron la puerta principal y colocaron un cartel en donde se especificaba que el acceso se haría durante estos días por la calle Tomás Morales. Los propios trabajadores desconocían las razones del cambio, aunque se pudieron imaginar que esta circunstancia había sido tomada para evitar la salida de los propios residentes al exterior.