Pese a las dificultades asociadas a establecer una previsión sobre cuándo va a ser el final de la erupción, lo que sí advierten los científicos es que este evento no supondrá la vuelta inmediata a casa de los 7.000 evacuados. Una vez el volcán se apague por completo, habrá que asegurar el perímetro para garantizar que las «condiciones de seguridad son las óptimas». Así queda reflejado en el Plan de Actuación Volcánica de La Palma, redactado por la Cátedra de Reducción de Riesgos y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna (ULL), que señala que «la finalización del proceso eruptivo no tiene por qué corresponder con el final de la emergencia desde el punto de vista de protección civil».
La zona afectada cuenta con una nueva orografía que forma un nuevo sistema de drenaje
El geógrafo Abel López, miembro de esa misma cátedra y uno de los redactores del plan, advierte que el proceso de la vuelta a la normalidad será «paulatino», similar al que se vivió con la desescalada del confinamiento por la pandemia de Covid-19, y avanzará a medida que «se den las condiciones de seguridad óptimas para evitar que las personas evacuadas sufran daños asociados a la erupción». De esta manera, y «en función de que se vayan garantizando las condiciones de seguridad de la zona afectada», se irán retirando los diferentes operativos y replegando los recursos que hoy se encuentran vigilando que acceda a la zona de exclusión de un radio de dos kilómetros y medio del volcán, hasta que se pueda volver a conquistar la zona hurtada por el volcán. Las coladas de lava que han estado discurriendo ladera abajo desde que el volcán entró en erupción, el pasado 19 de septiembre, han engullido 998,3 hectáreas de suelo palmero. La mayor parte de la superficie afectada son edificios (1.452 según la Dirección General de Catastro y 2.594 según el satélite Copernicus) pero un 30% son cultivos de una de las zonas más ricas de la Isla Bonita. De estos, 164 hectáreas son de plataneras, 59 de viñas y 24 de aguacateros.
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Una vez el Comité Director del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) declaré formalmente el fin de la erupción –una decisión que se tomará un tiempo después de que la actividad volcánica cese para corroborar que no hay peligro de reactivación–, lo primero que tendrán que hacer los científicos y técnicos del Cabildo de La Palma es una revaluación de riesgos de los ámbitos afectados. El objetivo es que «las personas puedan regresar a la normalidad con total garantías».
Para ello, habrá que tomar medidas más allá del volcán. De esta manera, no solo habrá que tener en cuenta los peligros directos asociados a la erupción y a la actividad volcánica tales como el enfriamiento de la colada, la desgasificación de la misma, o la acumulación de cenizas, sino también aquellos menos evidentes.
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Y es que, la transformación que ha sufrido el terreno debido al paso de las coladas de lava ha cambiado los niveles de riesgo de esa zona frente a diversas amenazas. Uno de estos riesgos es, por ejemplo, el referente a los episodios de precipitaciones intensas. Con estas modificaciones de la orografía impulsados por el volcán, el oeste de La Palma dispone ahora de un relieve que forma «un nuevo sistema de drenaje natural».
Un nuevo comportamiento
A partir del momento en el que se dé por finalizada la erupción, habrá que evaluar el comportamiento de las precipitaciones al caer por la nueva ladera. Las lluvias torrenciales en el oeste de La Palma se producen en pocas ocasiones, pues entre todas los posibles escenarios meteorológicos que afectan a La Palma, el menos común es que entren borrascas del suroeste. Sin embargo, al tratarse de lluvias torrenciales puede ocasionar daños importantes en la zona que es necesario monitorizar.
«Este tipo de fenómenos generan precipitaciones muy intensas, pero también son muy poco frecuentes», insiste el geógrafo de la Cátedra de la ULL, Pedro Dorta. Y es que, cuando las cenizas se mezclan con el agua de lluvia, adquieren peso y nuevas características, pudiendo taponar las alcantarillas o desplomar los tejados. También puede provocar la formación de lahares.
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Los lahares se producen cuando el material volcánico no se encuentra bien fijado a la superficie del terreno y es arrastrado por la lluvia ladera abajo. Es un extremo menos probable, pero no por ello imposible. De hecho, hay registros históricos que notifican sucesos de este tipo en la isla. Uno de ellos ocurrió en 1949, justo después de la erupción de San Juan, cuando la llegada de las primeras lluvias provocó una avalancha de cenizas que acabó con la vida de varias personas y cabezas de ganado. Volvió a ocurrir en 2009, aunque esta vez asociada a un gran incendio. En este caso, sin embargo, se trató de un movimiento de tierra –derby flow– que lo que generó fue que todos los residuos que se habían generado descendieran hasta el mar.
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Sin embargo, las incidencias asociadas a la lluvia no son las únicas que se deben revisar. «También hay que evaluar la inestabilidad de laderas de zonas que han podido verse afectadas por la sismicidad o por la gran acumulación de cenizas que soportan», recalca López, quien no descarta que, debido a esta inconsistencia, se puedan producir situaciones sobrevenidas como la incidencia de gases tóxicos asociados al flujo de lava –que podría provocar confinamientos de la población o la necesidad de tomar medidas extraordinarias como el cierre de colegios– o incluso el posible derrumbe de algunas zonas de delta lávico que se ha formado en la Playa de Los Guirres.
Trabajos previos
«Debemos evitar que cualquiera de estos posibles peligros se traduzcan en un riesgo para las personas que puedan estar en las proximidades del sector afectado por el volcán», insiste López. Tampoco será posible, en el momento del cese de la erupción, andar por encima de las coladas pues primero habrán de «enfriarse y desgasificarse». «Solo cuando estos indicadores no supongan un riesgo para las personas se podrá transitar sobre ellas», insiste el geógrafo de la Universidad de La Laguna (ULL).
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De hecho, mucho antes de que la mayor parte de la población evacuada –el 70% de los evacuados que no han perdido sus viviendas bajo la lava– pueda regresar a su vida anterior, los operarios comenzarán con las labores de reparación y rehabilitación de las calzadas y carreteras. Estas tareas se realizarán junto a las labores de vigilancia preventiva por parte de los técnicos de emergencias y de los científicos que se encuentran en el terreno.
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Cuando todo sea transitable, se desarrollarán diferentes medidas como la inspección del estado de edificios e infraestructuras y la reparación de algunos daños materiales, para evitar más daños en la población. Será entonces cuando se permitirá «ir volviendo a algunos evacuados», explica Abel López. No obstante, esto solo ocurrirá cuando «se garantice su seguridad frente los fenómenos como el enfriamiento y desgasificación de la colada».
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Evaluación
Revisar los riesgos
- Los científicos tendrán que revaluar los riesgos asociados a la geomorfología del terreno, dado que la erupción ha modificado totalmente la orografía. Para ello, no solo se debe tener en cuenta los riesgos directos asociados al volcán sino también los indirectos, como son los episodios de lluvias torrenciales, la formación de lahares, la emisión de gases tóxicos y el posible colapso del delta lávico.
Reparación
Rehabilitar las calles
- Después los operarios empezarán a realizar labores de reparación y rehabilitación de las calzadas. También se desarrollarán medidas de inspección de los edificios e infraestructuras y reparación de daños materiales.
Vigilancia
Pendientes del volcán
- En todo este proceso, los científicos continuarán realizando una vigilancia intensiva del volcán por si pudiera mostrar signos de reactivación.