Crisis del coronavirus | Dos años de pandemia

El día en que se vaciaron las calles

España se encerró en casa para combatir la primera ola de la pandemia hace dos años | Muchos encontraron en su mascota la excusa para poder salir

María Plasencia

14 de marzo de 2020. El día en que el coronavirus vació las calles de Canarias. La declaración del estado de alarma por parte del Gobierno central provocó tanto miedo como incertidumbre entre la población, que a partir de entonces pasarían semanas encerrados en casa.

Aquel día ni siquiera se sabía la duración del confinamiento. Ni la gravedad de la pandemia. Solo que no se podía salir a la calle salvo excepciones muy específicas. Comprar bienes de primera necesidad, ir al médico en busca de fármacos, arreglar trámites bancarios urgentes y acudir al trabajo, solo en aquellos sectores considerados como esenciales: sanidad, transporte, seguridad, alimentación y poco más.

Para el resto, hubo que regular a toda prisa sistemas de teletrabajo que permitieran realizar sus funciones desde casa. Y la mirada principal estaba puesta en el sistema escolar del Archipiélago. Miles de estudiantes y profesores probaron a marchas forzadas la docencia virtual y las familias se entrenaron como pocas veces antes en el acompañamiento de los deberes de los más pequeños.

Y para los sectores no esenciales, un sistema de Expedientes de Regulación de Empleo Temporal (ERTE), que implicaran garantías al empleado de que no iba a perder su puesto de trabajo y a la empresa un alivio económico para un período en el que los ingresos iban a caer hasta límites insospechados. Una paralización histórica de la actividad económica de la que aún hoy, dos años después, se siguen pagando las consecuencias.

Todas estas cuestiones solo se fueron despejando a medida que pasaban los días. Las semanas. Los meses. Todo empezó ese día en que las calles permanecían desiertas y los hospitales se iban llenando de enfermos de covid-19.

Esos primeros momentos, apenas había mascarillas en las farmacias y mucho menos en los supermercados. Ni tampoco se había asentado la conciencia de la importancia de guardar la distancia de seguridad de entre 1,5 y 2 metros entre personas. Aquellos que salían a comprar debían seguir las indicaciones de los establecimientos, que se estrenaban también en unas lides ya prácticamente integradas.

Las horas en casa pasaban lentas. Se disparó el consumo eléctrico, por suerte con precios más bajos que los que registran ahora los hogares de Canarias. Y familias enteras se dedicaron a la repostería. Las estanterías de los supermercados padecieron el desabastecimiento de harina y levadura casi al mismo nivel que de papel higiénico, un producto que fue el primero en llenar los carros de la compra.

Era cuestión de ir adaptándose. Por eso, el ahora lejano 14 de marzo de 2020 fue un día de pruebas. El hecho de que entonces no se aventurara un confinamiento tan largo en el tiempo permitía a los canarios afrontar con cierta esperanza el proceso de encerrase en casa, aunque pronto los peores augurio se fueron tornando en desasosiego, temor, miedos.

Ni siquiera los aplausos puntuales a las siete de la tarde para agradecer a los sanitarios primero y al resto de trabajadores esenciales su esfuerzo sirvieron para pasar los días entre cuatro paredes. La desesperación fue creciendo a medida que se ampliaban las fechas del estado de alarma, hasta llegar a los tres meses. Y con ellos algunos alivios: salir a pasear al perro, a hacer ejercicio, a dar una vuelta con los más pequeños....

Mientras la población en general intentaba convivir entre cuatro paredes y, los que tenían suerte, con alguna terraza, en los sectores económicos empezó a cundir el pánico. El confinamiento vino aparejado de un cierre total del espacio aéreo, una medida que apuñaló directamente el corazón de la economía del Archipiélago: el turismo.

Aeropuertos y establecimientos hoteleros totalmente cerrados, dejaron al descubierto la debilidad del sistema. Y en la cuerda floja a miles de trabajadores. No solo los que desempeñaban su función en la planta alojativa sino en todos aquellos negocios vinculados al sector turístico: excursiones y restauración se paralizaron por completo y ahora dos años después comienzan a reflotar por fin sin restricciones.

La peor cara del confinamiento se vivió en el sistema sanitario. Los hospitales se blindaban al exterior y comenzaron una lucha contra la enfermedad que todavía no han terminado de librar.

El mismo día que la población se encerraba por primera vez, Canarias notificaba el primer fallecimiento por coronavirus en el Archipiélago. Una mujer de 81 años se convirtió en la primera víctima mortal en las Islas de la enfermedad que ya se ha cobrado la vida de 1.605 personas, las dos últimas hoy 14 de marzo de 2020.

Precisamente, cuando se trata de cifras y después de dos años de contagios incesantes hasta alcanzar seis oleadas de la pandemia, los números de aquel inicio del confinamiento llaman cuanto menos la atención. En Canarias, se confirmaron 17 positivos ese día, lo que elevó el total de casos activos a 62, 18 de ellos se encontraban hospitalizados (tres de ellos graves).

Dos años después, la cifra de nuevos positivos en las Islas es de 847 casos, hasta un total de 310.430 diagnósticos desde el inicio de la pandemia. De ellos, 13.251 permanecen activos epidemiológicamente, 322 hospitalizados.

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