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Memoria histórica de la disidencia sexogenérica: Invencibles frente a la infamia

Tres mujeres trans, víctimas de la represión franquista, relatan sus vivencias en el último día de las Jornadas de Memoria Histórica de la Disidencia Sexogénerica

De izquierda a derecha: Silvia Reyes, Tania Navarro y Lourdes Coello, durante su intervención en las jornadas de Memoria Histórica en la capital grancanaria. Juan Carlos Castro

Memoria histórica de la disidencia sexogenérica: Invencibles frente a la infamia. Años de palizas, violaciones, humillaciones, robos y desprecio amparados por un estado que ejercía el mayor de los terrores contra las personas sexodisidentes han dejado una huella imborrable de dolor, miedo y terror en las miles de víctimas que padecieron la infamia del régimen franquista. Más de 40 años después, el miedo sigue residiendo en la memoria y los recuerdos de las supervivientes como es el caso de Tania Navarro, Silvia Reyes y Lourdes Coello. Tres mujeres transexuales que este viernes conmovieron a los presentes en la segunda y última sesión de las Jornadas de Memoria Histórica de las Disidencias Sexogenéricas.

«Todavía sentimos miedo a expresaron libremente y eso que voy a cumplir 59 años. Todavía nos cuesta recordarlo», explicó ligeramente emocionada Lourdes Coello, la más joven de las tres participantes en la mesa de experiencias.

Pese al horror vivido, que relataron en una sala que guardaba silencio y respeto mientras ellas desgranaban con dosis extra de humor y desparpajo las pesadillas vividas, la oscuridad nunca pudo con ellas convirtiéndolas en auténticas supervivientes de la mayor de las infamias vividas en este país. Las tres pasaron desde muy jóvenes por varias prisiones tras ser detenidas conforme a la Ley de Peligrosidad Social, que se mantuvo en vigor hasta la década de los 80 ya muerto el dictador.

Desde los siete años Lourdes tenía claro que era diferente al resto pero aún no sabía qué era lo que la hacía diferente. Poco a poco lo fue descubriendo por si sola. A los 14 años se vio en la calle, con una mano delante y otras detrás. «¿Qué trabajo iba a tener con esa edad?, solo quedaba la prostitución. El día a día en la calle era muy duro y se sumaba el riesgo a que te pegaran una paliza o te dejasen tirada por ahí», recordó. 

Su caso era lo común entre las mujeres trans en la época. En cuanto se mostraban como se sentían y como eran las expulsaban de sus casas arrojándolas al ostracismo social y al peligro de la calle sin más ayuda que la unión entre ellas mismas. A esta situación se sumaban las leyes represivas.

Encarceladas

«A mi me abrieron la primera ficha con cuatro años, una auténtica aberración. La primera vez que entré en prisión, en la Modelo de Barcelona por la Ley de Peligrosidad Social, tenía 16 años y un día», rememoró Tania Navarro. Todo por ir con la raya pintada en los ojos, con el cabello hasta la cadera y con una falda. Eso ya fue motivo suficiente para encarcelarla, humillarla y agredirla. Recuerda como el primer día le dieron una brutal paliza en las duchas de la cárcel para después darle una ducha con un chorro de agua helada. «Fue en plena helada, el agua dolía contra la piel. Fui violada, maltratada y más cosas que no quiero recordar», apuntó antes de tomarse unos segundos de pausa para frenar la inminente emoción que ya se hacia visible en sus ojos. «Lo que pasaba en los calabazos no quedaba por escrito, de eso no hay constancia pero lo recuerdo todo», destaca. 

En cuestión de segundos, Navarro cambió de tema y sacó una carcajada a los presentes quitando hierro a lo vivido lanzando una pulla sobre la edad a sus compañeras de mesa. Una vez más, el humor ejerció de armadura para alejar los fantasmas de lo vivido.

Lourdes recordó como les tomaban las huellas, o como decían ellas «nos hacían tocar el piano», antes de obligarlas a desfilar esposadas unas a otras desde la comisaría hasta el juzgado. «Nos pegaban con las porras solo por llevar los ojos maquillados. Una vez me dieron tal paliza en la calle Ripoche que no se como recuperé el tino. Me pasaba más tiempo en comisaría que en la calle, y como yo todas», explicó. 

En la calle

Y es que sin respaldo familiar, repudiadas por la sociedad y por un sistema que las machacaba, y las sigue machacando, solo se tenían las unas a las otras. «Nos cuidábamos entre nosotras», detalló.

Solo les quedaban dos salidas para sobrevivir entre palizas y detenciones. Por un lado ejercer la prostitución y por el otro dedicarse al mundo del espectáculo. Lourdes paso del primero al segundo en cuanto cumplió 19 años, ese fue uno de sus salvavidas.

La historia vital de Silvia Reyes, nacida en el seno de una familia residente en la conocida calle Cairasco, en el casco histórico de la capital grancanaria, tiene semejanzas con las de sus compañeras. Con seis años sus padres la metieron en un parvulario solo para chicos luego pasó a un centro en Escaleritas. «Con 14 años empezaron los problemas. Con esa edad me detuvieron por primera vez. Era muy estudiosa y me encantaba leer. Con esa edad me di cuenta yo sola de lo que era y lo que sentía. Recuerdo maquillarme y salir a la calle 18 de julio para ver a las transexuales que ejercían la prostitución allí. Me quedaba fascinada con ellas. Un día les pregunté como podía tener pechos y me dijeron que una farmacia los vendía a escondidas», explicó. 

Rumbo al extranjero

Silvia decidió marcharse de Gran Canaria rumbo a Barcelona para poder ser libre. Fue allí donde cayó hasta seis veces en las garras de la represión, terminando en comisaría. Una de esas veces acabó en prisión. «Entré en la cárcel Modelo en 15 de abril de 1975 de ahí me trasladaron a Badajoz donde quedé en libertad el 18 de noviembre de 1975. Al llegar a Barcelona tenían una orden de expulsión de un año de Cataluña», apuntó.

Fue entonces cuando sacó sus ahorros, se compró una boa de plumas de cuatro metros y unos biquinis de strass y se marchó a probar suerte a Suiza. Allí debutaría en varias salas de ocio, recorriendo también Alemania y Francia. «Estuve 12 años dedicada al espectáculo. El contrato era durante el invierno y en verano volvía a Barcelona», añadió.

Manifestación del Orgullo

El 26 de julio de 1977 Silvia fue una de las seis mujeres transexuales, junto a las fallecidas Angie y La Valenciana, que abrieron la primera manifestación del orgullo LGTBI de Barcelona. «Ningún gay quiso ponerse en primer fila. Nos pusimos nosotras porque ya habíamos estado varias veces detenidas, en prisión y nos perseguían más que a ellos. Cuando íbamos por la plaza Cataluña salieron siete coches de los grises con más de 40 policías con palas para agredirnos y salimos huyendo», contó.

Y es que, aunque el sangriento dictador ya había fallecido, las agresiones y humillaciones continuaron varios años más alargando la sombra del franquismo y de su infamia. «En Guanarteme se dedicaban a venir los de Fuerza Nueva con palos y cadenas en motos y nos agredían hasta que un día nos hartamos y se la devolvimos. No aparecieron más por ahí», relató Lourdes. 

Las tres agradecieron la posibilidad de contar sus vivencias y su historia y de poder ser finalmente escuchadas. Ante el resurgir de los discursos de odio hacia ellas, lo tienen claro. «Si Franco no pudo con nosotras los de ahora tampoco podrán», resumió Lourdes. Ellas tienen claro que lo principal ahora es proteger y ayudar a las infancias trans. Un apoyo con el que no contaron. 

A sus 66 años Navarro narra todo lo vivido en el libro La infancia de una transexual en la dictadura, además de contar con un corto documental. Sus voces son ejemplo de resiliencia y de una lucha por ser libres. «Seguiremos luchando y venciendo», sentenció Boti García directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI del Ministerio de Igualdad.

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