Los casos de hepatitis C siguen en descenso gracias a las nuevas terapias

Canarias registró el pasado año 247 nuevos cuadros de la patología, 31 menos que en 2021

Los fármacos actuales permiten la curación en solo seis semanas

Una muestra positiva en el virus de la hepatitis C.

Una muestra positiva en el virus de la hepatitis C. / Agencias

La cifra de nuevos casos anuales de hepatitis C se mantiene en descenso en el Archipiélago gracias a la irrupción de las nuevas terapias y a las estrategias que se han emprendido para detectar la presencia del virus en aquellos entornos en los que la incidencia suele ser mayor. Según los datos que maneja la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, en el transcurso de 2022 se registraron 247 nuevos cuadros en la región, 31 menos que en 2021, cuando fueron diagnosticados 278 pacientes. Tal y como informan desde el departamento del Ejecutivo autonómico, al igual que sucede en el resto del territorio nacional, la mayoría de los nuevos casos corresponden a personas con edades comprendidas entre los 35 y los 59 años, si bien el 38,9% de los aquejados presentaba fibrosis avanzada. Además, el pasado año, el número de detecciones constatadas en el entorno de Atención Primaria fue muy similar al notificado por las consultas hospitalarias.

«La historia natural de la enfermedad está cambiando con los antivirales de acción directa, que comenzaron a aparecer en 2014. Tan es así, que la Organización Mundial de la Salud se plantea que la hepatitis C pueda ser erradicada en 2030», manifiesta el doctor Ildefonso Quiñones, médico adjunto al servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín e integrante de la unidad de Hepatología. 

Efectividad de las terapias

Y es que la tasa de curación que logran estos medicamentos ya roza el 100%, un dato que difiere en gran medida del anotado por la terapia clásica basada en la combinación de interferón con ribavirina –la empleada antes del nacimiento de estos fármacos–, cuya tasa de efectividad rondaba el 50% y su éxito dependía del genotipo del virus. Además, este tratamiento provocaba muchos efectos secundarios y había que seguirlo durante más tiempo. A esto se suma que el interferón requería ser administrado por vía subcutánea. 

«Ahora, la terapia estándar es oral. Se suele aplicar durante dos meses y no causa efectos agresivos. Es cierto que hay pacientes que pueden necesitar un mes más de tratamiento, pero otros pueden curarse en solo seis semanas», aclara el facultativo, que además indica que los medicamentos más empleados están comercializados bajo los nombres de Epclusa y Mavyret. 

La hepatitis C es una infección vírica que provoca inflamación en el hígado. Suele cursar de formar asintomática durante años, lo que puede derivar en daños hepáticos importantes. 

A diferencia de la hepatitis B, el genoma del patógeno que la causa es una partícula de ARN, mientras que la naturaleza del responsable de esta última es una molécula de ADN. «El comportamiento de ambos es muy distinto. El virus B es aún más silencioso y puede provocar cáncer sin haber causado antes un estadio cirrótico. Por tanto, el manejo que hacemos de los dos virus con respecto a la prevención de daño y cáncer son completamente diferentes», señala el especialista. 

Ahora bien, los fármacos existentes para abordar el virus B aún no han conseguido alcanzar el nivel de efectividad que han demostrado los destinados a tratar el virus C. «Afortunadamente, hemos conseguido la excelencia en el manejo de la hepatitis C, pero para lograr los mismos resultados en la B aún queda mucho por recorrer», valora el profesional del centro de referencia del área norte de la Isla.

En base a las estadísticas aportadas por la Consejería de Sanidad, el pasado año solo fueron diagnosticados tres nuevos casos de hepatitis B, tres menos que en 2021, que concluyó con seis nuevos cuadros detectados. Al igual que sucede con la hepatitis C, la principal vía de contagio de la enfermedad es el contacto directo con la sangre, pero la infección también se puede producir a través de las relaciones sexuales sin protección. No obstante, existe una vacuna para prevenirla, un recurso que todavía no ha logrado desarrollar la comunidad científica para evitar padecer hepatitis C. La profilaxis también está disponible para prevenir la hepatitis A, que se transmite al ingerir agua o alimentos contaminados, o bien, por el contacto con heces infectadas. 

Desde la administración sanitaria recuerdan que en 2022 se creó un grupo de trabajo multidisciplinar, liderado por la Unidad de Vigilancia Epidemiológica de la Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de la Salud (SCS), para elaborar un plan de control de la hepatitis C en Canarias. En la actualidad, la fase de redacción final del primer borrador está muy avanzada, y en él se destacan las tres líneas estratégicas básicas que hay que seguir: educación, formación y micro y macroeliminación. Así, el Archipiélago se ha consolidado como un de las primeras comunidades del país que cuenta con un plan de eliminación de esta patología.

Además, el Ministerio de Sanidad dispone de un Plan Estratégico para abordar la hepatitis C, que ha permitido poner en marcha acciones para detectar la presencia del microorganismo en los entornos más vulnerables. La iniciativa contempla la activación de un programa de cribado entre la población general. 

La pandemia complica el objetivo fijado para 2030

 «Antes de la llegada de la pandemia, el pronóstico que existía a nivel internacional era que España iba a ser uno de los primeros países en lograr erradicar la hepatitis C en 2030, pero el coronavirus ha complicado la consecución de este objetivo», afirma el doctor Ildefonso Quiñones, médico adjunto al servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín e integrante de la unidad de Hepatología. «Se han retrasado los cribados, el manejo y algunos tratamientos, por lo que es probable que suframos un pequeño retraso», anota el facultativo. Para alcanzar la meta, el doctor apuesta por poner en marcha programas de screening que permitan detectar la presencia del virus entre la población. «Si queremos eliminar esta enfermedad, hay que invertir para poder realizar microerradicaciones y reducir el riesgo de expansión», valora el experto. | Y.M. 

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