José Ramón Reyes se encontraba en su casa de Fataga cuando sobre las tres de la tarde de ayer recibió una foto en el grupo de Whatsapp 'Incendios Canarias' formado por miembros de los equipos de extinción. En la imagen, una columna de humo negro y un mensaje para localizarla: "Fataga". Salió de su domicilio, alzó la vista en dirección la Cumbre y vio la humareda que nacía del entorno del Hotel Rural Molino de Agua. Lo que allí se gestaba era un incendio que cogió virulencia en cuestión de minutos debido a las altas temperaturas para estas fechas que hacía en la zona, las fuertes rachas de viento que soplaban y la maleza vegetal ya seca que se acumula en el barranco. Anoche, al cierre de esta edición, las llamas estaban prácticamente extinguidas gracias a que el viento amainó y la temperatura cayó por debajo de los 15 grados, pero dejaban tras de sí importantes daños en el establecimiento hotelero, unas 35 hectáreas de masa forestal afectadas y una quincena de personas evacuadas.

Reyes tiene una amplia experiencia en este tipo de incidentes. Trabajó para Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria y colaboró con el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. Cuando se percató de lo que ocurría, se dirigió de inmediato al lugar conocido como Cercado de Fataga. Antes le dio tiempo de mirar el termómetro que tiene en su vivienda: "Marcaba 28 grados", decía después de lo ocurrido. Una temperatura alta para estas fechas, que se unía a la baja humedad y a la intensa calima que se ha instalado sobre el Archipiélago. Cuando se personó en el hotel, junto a una veintena de vecinos, comenzaron a desalojar a las aproximadamente quince personas que aún quedaban allí, entre ellos turistas, trabajadores y el propietario del negocio, que salieron caminando o en vehículos por una carretera de tierra que les lleva hasta el pueblo.

Otros se encargaron de ir hasta el barranco, en una zona próxima al restaurante donde supuestamente se había originado el incendio. Se trata de en un espacio en el que se acumula abundante maleza procedente de las palmeras, que hizo de combustible. Estos fabricaron una línea de defensa, como contaban Pachi y Clouis, quienes detallaban que utilizaron sachos, rastrillos y machetes; todo valía con tal de hacer una franja de unos 15 metros de ancho sin vegetación para que el incendio no avanzara. "La cosa se puso fea", apuntaba Reyes, quien añadía que las llamas alcanzaron "30 y 40 metros de altura", saltando de una palmera a otra con facilidad. "Estábamos asfixiados por el humo", indicaba por su parte Pachi, que desde su casa situada junto a la carretera veía a última hora de la tarde la evolución del incendio. Durante esos momentos de tensión, los vecinos escuchaban cómo de vez en cuando estallaban las bombonas de butano que se acumulaban en el complejo que cuenta además con un restaurante que resultó dañado.

El fuerte viento, con numerosos cambios de dirección, ayudaron a que a esas llamas se descontrolaran. En un momento podía estar subiendo por la ladera este en dirección a Santa Lucía como lo podía estar haciendo en sentido contrario, amenazando a la zona de la Manzanilla y, por ende, al Parque Natural de Pilancones. José Ramón Reyes apuntaba que el incidente cogió a contrapié a los efectivos de emergencia ya que destacaba la tardanza de algunos de los recursos. En cualquier caso, se movilizó un amplio número de efectivos: dos helicópteros del Grupo de Emergencias y Salvamento (GES) del Gobierno de Canarias, uno procedente de Berriel y otro de Tenerife, que se encargaban de atacar las llamas por el aire con el agua que cargaban en la presa de la Sorrueda y de distintos embalses privados; bomberos de San Bartolomé de Tirajana, Protección Civil del mismo municipio y de Mogán, miembro de Medio Ambiente del Cabildo y, ya a última hora de la tarde, bomberos del Consorcio que se movilizaron como voluntarios, que hacían lo propio desde tierra.

La principal preocupación radicaba en el flanco oeste. El fuego avanzaba, conseguía saltar la carretera que conecta Fataga con Tunte, y se dirigía a la Manzanilla. El objetivo era evitar que entrara en el pinar, una situación que hubiese complicado los trabajos de extinción. En el hotel, las llamas estaban cercadas después de quemar algunas dependencias, entre ellas otros inmuebles del complejo rural, varios vehículos que no pudieron ser retirados y todo el palmeral que lo rodea. Los animales de la finca, entre los que se encontraban varios caballos, se resguardaban en zonas protegidas, por lo que no hubo que desalojarlos ni tampoco se registraron heridos.

A medida que avanzaba la tarde la situación mejoraba de forma considerable. El trabajo de los efectivos, unidos al enfriamiento del ambiente y la práctica inexistencia de viento, ayudaba a estabilizar las llamas sobre las seis de la tarde, que se dieron por controladas dos horas después. Sin embargo, varios retenes permanecían anoche en Fataga con el objetivo de evitar que se reactivara al existir aún rescoldos calientes en las laderas.

Y mientras las brasas aún iluminaban la ladera, a la espera de consumirse por completo, los vecinos de Fataga intentaban regresar a la normalidad disfrutando de una noche fresca alrededor de la plaza vestida con aires festivos. Lo hacían con la vista puesta en las celebración del día de San José, que hoy festejan con un pasacalle, una misa procesión y una verbena del solajero, que acompañaran con un asadero popular. Aunque lo harán con la vista a la Cumbre ennegrecida por el incendio que ayer rompió la tranquilidad de uno de los pueblos más singulares del Archipiélago.