Un año sin ‘Manolín’

El pesquero Villa de Pitanxo se hundió hace 365 días en Terranova con el biólogo grancanario Manuel Navarro en su interior

La tragedia del arrastrero gallego ‘Pitanxo’ en aguas de Terranova golpeó de lleno al Lomo Apolinario. Nueve marineros fallecieron y once desaparecieron. Entre ellos estaba Manuel Navarro, un biólogo grancanario que acabó enrolado en el barco por azar. Ha transcurrido un año desde aquel 15 de febrero.

El grancanario Manolín Navarro se enroló el 23 de enero de 2022 en el pesquero Villa de Pintaxo para una nueva campaña por Terranova (Canadá) en la que, como ya había hecho en anteriores ocasiones, iba a trabajar como biólogo para controlar las capturas. Era el trabajo que había encontrado tras acabar la carrera y que le permitía estar cerca de una de sus pasiones: el mar. El 15 de febrero, el barco zozobró con este vecino del barrio de Lomo Apolinario en su interior. Junto a él, otros nueve marineros fallecieron y once quedaron desaparecidos. Hoy se cumple un año de aquella tragedia y su familia lucha porque se haga justicia, pero sobre todo porque no vuelva a ocurrir y que la labor de los observadores pesqueros tenga el reconocimiento que se merece. “Confiamos en la Justicia”, indica su hermana Mónica.

Manolín -como lo llamaban sus padres-, Manolo -como le gustaba a su hermana- o Francisco Manuel Navarro Rodríguez -como se registró su nombre en el DNI-, nació el 8 de noviembre de 1988 en Las Palmas de Gran Canaria. Era el segundo hijo del matrimonio formado por José Navarro y Carmen Rodríguez, originarios de Valleseco y que emigraron a la ciudad en busca de un futuro mejor. Como muchas otras familias del campo eligieron el Lomo Apolinario, un barrio que en la década de los sesenta del siglo pasado comenzaba a levantarse en las laderas del barranco de Guiniguada para convertirse en el entonces extrarradio de la capital grancanaria, hoy ya integrado dentro de la ciudad. “Cuando él nació yo tenía 12 años”, comenta su hermana, quien recuerda aquellos momentos porque justo coincidieron con la apertura del Bar Rodríguez que aún regenta su familia. “Pasé muchos momentos junto a mi hermano cuando era un niño porque ellos [sus padres] me decían que les tenía que echar una mano porque tenían que trabajar mucho».

Manolín nacía en un barrio humilde, acogedor, familiar, donde todos se conocían, manteniendo el ambiente de pueblo de donde la gran mayoría provenía. Estudió primero en el Colegio Pintor Néstor y después en el Instituto de Lomo Apolinario. Hizo el bachillerato de ciencias con el objetivo de trabajar en torno al mar, ese que tanto le apasionaba. Al acabar su etapa preunivesitaria dudó: ¿Ciencias del Mar o Biología? Aunque tenía nota para ambas, Mónica apunta que finalmente se decantó por la Biología en la Universidad de La Laguna. Cumplía su sueño y el de toda una familia. Combinó los estudios con las tareas en el bar familiar, un trabajo que mantuvo cuando al final la carrera comenzó en su primer trabajo relacionado con su grado universitario. “A mi no me gustaba que se embarcara”, reconoce Mónica. Manolín era observador pesquero, una profesión dura. Se encargaba de recopilar los datos de las capturas que se realizaban en los caladeros para evitar el exceso de pesca y de especies que se descartan. “Los capitanes de los barcos muchas veces los miran como enemigos”, apunta Mónica.

Un año sin ‘Manolín’

Un año sin ‘Manolín’ / A. Castellano

Su primera campaña fue en Cabo Verde. En la familia pensaron que iba a ser la primera y la última. “Vino diciéndonos que era una experiencia dura”. Pero ese pensamiento chocó contra el deseo de Manolín de salir de nuevo a la mar. “No sé cómo explicártelo, pero le entraba como morriña, como dicen los gallegos, de querer volver a enrolarse”, apunta Mónica. En alguna ocasión le recomendaron que lo dejaran, siempre en vano. Trabajó un tiempo en el Parque Nacional de Garajonay de La Gomera, pero él lo tenía claro: “Me decía que él no sabía nada de botánica ni de plantas”, que lo que quería era estar en el mar descubriendo mundo.

Visitó Brasil, Canadá o Costa Marfil, donde pasó los últimos meses de 2021. Llegó a Gran Canaria a las 11 de la noche del 31 de diciembre, justo para celebrar el fin de año. “Estaba muy cansado”. El viaje había durado dos días en los que había cogido tres aviones. De Costa de Marfil voló a Bruselas, después a Madrid y finalmente Gran Canaria. “Queríamos que se quedara a tomar las uvas, pero ni eso”. Poco después supieron que había contraído el Covid en el país africano durante la descarga del pescado.

Los tres supervivientes eran el capitán Juan Padín, su sobrino Eduardo Rial y el ghanés Samuel Kwesi

Apenas pudieron verlo durante los 15 días siguientes. En ese tiempo recibió una llamada para volver a la mar. Ni tan siquiera tenía previsto subirse al Villa de Pitanxo. “Una compañera le pidió que si podía hacerlo él, que ella no quería”. Y Manolín accedió. Iba a ser una campaña corta, de mes y medio en comparación con los cuatro o cinco meses habituales. Por este trabajo iba a cobrar un sueldo normal. “Trabajaba para una subcontrata del Instituto Español de Oceanografía que le pagaba, bueno...», declara, para añadir: «Una vez sí que fue con el Ministerio de Pesca y ahí sí que le pagaron un buen sueldo”. Decidió aceptar porque iba a ser un embarque corto. Su siguiente campaña, realmente, iba a partir en julio.

Esas dos semanas que estuvo en la Isla apenas pudo ver a la familia. “Sólo con llamadas”. Confinado en su habitación, viajó a Galicia cuando comprobó que ya no tenía la enfermedad. Allí le esperaba el Villa de Pitanxo para adentrarse a Terranova, un caladero cercano a la costa canadiense que es considerado peligroso por la mala mar y el frío que arrecia en pleno invierno. Estuvo unos días visitando a un amigo que había conocido en una campaña anterior. A la vuelta había programado un viaje para disfrutar de Galicia.

Un año sin ‘Manolín’

Un año sin ‘Manolín’ / A. Castellano

El 23 de enero de 2022 zarparon desde el muelle de Marín, en Pontevedra. Durante la travesía apenas hablaba con su familia de las condiciones meteorológicas. «Cuando llegaba era cuando hablaba de las cosas que a él le parecían malas, pero durante el embarque no nos quería preocupar», apunta Mónica Navarro, quien añade que después del accidente «nos enteramos de cosas que decíamos: ‘Agüita’». La última vez que hablaron con él fue por videollamada el 14 de febrero de 2022, un día antes del hundimiento. Era domingo. «Estaba sonriente», señala. «Recuerdo que me vio abrigada y me decía: «Mónica, ¿no me digas que tienes frío? Frío es lo que hace aquí». Y me animó a que me fue a Las Canteras, me animó para que saliera».

Al día siguiente recibieron la peor de las llamadas. El Villa de Pitanxo había zozobrado y sólo habían rescatado a tres personas con vida. Entre ellas no estaba Manolín. El resto, 21, estaban fallecidos o habían desaparecido, entre ellos Francisco Manuel Navarro Rodríguez, quien, meses después, se supo que había permanecido todo aquel tiempo durmiendo en la enfermería del barco, habilitada como camarote para el biólogo que inspeccionaba las capturas.

La familia habló la última vez con él por videollamada el 14 de febrero de 2022, un día antes del hundimiento

Entre los tres únicos supervivientes estaba el capitán, Juan Padín, su sobrino Eduardo Rial y el marinero ghanés Samuel Kwesi, quien consiguió salir vivo pese a no contar con el traje de supervivencia que sí que llevaban los otros dos. «Sobrevivió de milagro», cuenta Mónica. Samuel contó a los familiares que logró evitar su muerte «porque cuando llegó a España en el hueco del ancla de un barco vio un documental en el que se decía que tenía que estar de pie todo el rato para no mojarse las extremidades». Y lo consiguió. «Ahora él es nuestros ojos», reconoce. Mónica tiene claro que si el marinero hubiese muerto, «nunca hubiésemos conocido la verdad, lo hubiesen tapado todo».

Su testimonio será fundamental en el juicio que se celebre contra el patrón del buque. «Queremos que se haga Justicia», exige la familia de Manolín, que espera que se elabore un protocolo para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, «que se cumpla cuando zarpe un barco y así prevenir situaciones similares». Aunque saben que va a ser un proceso «lento», largo; «confiamos en la Justicia», sentencia.

Antes quieren conseguir más información de lo ocurrido. Los familiares de todos los marineros han conseguido unirse para luchar porque se conozca toda la verdad de cara la juicio. Y su lucha ha llevado a que el Gobierno de España, que en un principio les negó contratar un robot submarino para llegar hasta el pecio, rectifique. Ya está anunciado que se va iniciar el proceso de licitación de este operativo, aunque Mónica Navarro es susceptible: «Hasta que no lo vea en el BOE no me lo creeré, llevan tres meses diciendo lo mismo». Para ella, es fundamental que se recojan imágenes del fondo del mar para obtener más indicios de lo sucedido. Sobre la posibilidad del recuperar el cuerpo de su hermano, admite que es imposible.

Mónica y toda su familia llevan un año sin Manolín, a quien quiere que se le recuerde como «una persona sencilla, humilde, siempre dispuesta a ayudar y, sobre todo, muy generoso».

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La familia del biólogo grancanario Manuel Navarro Rodríguez, desaparecido el año pasado en el hundimiento del Villa de Pitanxo en aguas de Terranova (Canadá), se reunieron la pasada semana con el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo, para solicitarle una placa que rinda homenaje a las víctimas del accidente marítimo. La hermana del fallecido, Mónica Navarro, indicó que no tienen preferencia por el espacio donde se instale el recordatorio, pero que les gustaría que fuera cerca del mar, «en Las Canteras o en el Puerto», dijo. El regidor, que les recibió durante poco más de diez minutos, les indicó que iba a trasladar su petición a la concejalía de Cultura para que la persona que ocupe su cargo tras las próximas elecciones continúe con el trámite para que siga adelante. Esta petición se presenta, apuntó Navarro, después de que varios concellos gallegos aceptaran recordar a los 9 fallecidos y 12 desaparecidos de la tragedia que asoló, sobre todo, a la región del noroeste de la Península. Asimismo, el pleno del ayuntamiento de la localidad onubense de Lepe dedicará una calle o una plaza al encontrarse entre las víctimas el vecino Antonio Cordero Coro, patrón de pesca. | A. C. D.