De turista a vagabundo: la Policía Local salva a un hombre que sufrió un golpe en la cabeza y perdió la memoria

Stefan, de 61 años y origen sueco, sufrió un accidente de camino al aeropuerto cuando volvía a su país

El afectado pernoctó en las calles del barrio de Vegueta hasta que los agentes lo encontraron

Yone Hernández (izqda.) y Yeray Santos (dcha.), los dos agentes de la Policía Local que salvaron al turista sueco

Yone Hernández (izqda.) y Yeray Santos (dcha.), los dos agentes de la Policía Local que salvaron al turista sueco / Andrés Cruz

Vagó varias noches por las calles de Vegueta; se arrastró por la acera, un dolor en la pierna le impedía caminar; durmió en las aceras, confundido con una persona sin hogar. Pero no lo era. Con apariencia de mendigo («desaliñado, sucio», dicen quienes lo vieron), era fácil engañarse, pero solo había que buscar en su bolsillo para averiguar que, tras ese supuesto vagabundo, había una persona a la que la fatalidad había llevado a pernoctar en las calles. 

En el pequeño saco del pantalón, guardaba uno de sus bienes más preciados: un pasaporte que revelaría su identidad. El hombre no era un indigente más de Vegueta, sino un turista sueco de 61 años al que un accidente dejó sin memoria y le llevó a vivir como un sintecho. Hasta que dos agentes de la Policía Local, Yeray Santos y Yone Hernández, se cruzaron en su camino. 

Stefan llegó a Las Palmas de Gran Canaria el 6 de enero. Aquí pasó ocho días, hasta el 14, cuando tenía el vuelo de regreso a su país, así lo confirman en el hotel de Las Canteras en el que estuvo alojado. Se fue al aeropuerto, pidió un taxi y se subió al vehículo, pero en el camino sufrió un golpe en la cabeza, el detonante de toda la pesadilla que viviría. 

Los agentes locales lo encontraron diez días más tarde, el 24, tras ser comisionados a las 19 horas por el Centro Municipal de Seguridad y Emergencias (Cemelpa). Qué pasó en ese periodo sigue siendo, a estas alturas, un misterio, aunque Santos y Hernández creen que estuvo internado en algún centro médico.

Fue un vecino el que dio la voz de alarma al ver a un hombre arrastrándose por la acera con dos bolsas. Los agentes llegaron a la dirección, entre las calles Reyes Católicos y López Botas, y allí, perdido, desorientado, casi sin saber quién era, hallaron a Stefan. «Tenía apariencia de indigente. Estaba en la acera, junto a una bolsa de deporte de tela negra y una bolsa de papel del Hospital San Roque», recuerdan los policías. 

Sin poder comunicarse

Stefan solo decía que era sueco. Su discurso era inconexo, no podía comunicarse. No sabía si había comido, dónde estaba ni dónde había dormido. Fueron los comerciantes de la calle quienes revelaron que había pernoctado a la intemperie. Él a duras penas logró transmitir que sufría un fuerte dolor en la pierna.

Mientras Santos se quedaba con el turista, Hernández acudió con el pasaporte a la clínica. «En la ficha del hospital constaba que había sido trasladado por un seguro privado de viaje con un cuadro de embriaguez», cuenta el agente. «Desconocemos si fue así, pero lo ponemos en duda. No cuadra que fuese un borracho», aseguran con rotundidad. A la historia todavía le quedaban flecos por atar, pero gracias a la tenacidad de los policías se fueron descubriendo.

«La ropa que llevaba en la bolsa estaba limpia, impoluta, perfectamente planchada y doblada. Tenía un traje, camisas blancas, zapatos limpios... Un móvil nuevo», cuentan. La historia no cuadraba con la de una persona borracha y menos, con la de un indigente. Los agentes activaron una ambulancia del Servicio de Urgencias Canario (SUC) y solicitaron un traductor. Pero Stefan no hablaba, no podía hablar. La ambulancia lo llevó al Hospital Insular, donde no estuvo ni tres horas en observación.

«Al día siguiente, nos vuelven a activar por un hombre extranjero, desorientado y con problemas para caminar cerca del Insular», añaden. Era Stefan y había vuelto a dormir en la calle. La desgracia se alargaba un día más. Santos y Hernández decidieron analizar sus pertenencias, donde tenía el informe médico de esa noche en urgencias, en el que no reseñaban ninguna patología.

En el hotel

En la bolsa, los agentes encontraron la reserva del hotel. «Nos dijeron que contaba bromas, que hablaba con todos, que se comunicaba perfectamente inglés... Era otro hombre, no el que teníamos delante. Por eso sabíamos que algo le había pasado». En ese momento Stefan sí que logra comunicar que había perdido un vuelo y que quería regresar a Suecia.

Tras activar a la Unidad de Protección y Acompañamiento Local (UPAL), los agentes llevaron a Stefan al consulado de su país. Allí, en un dialecto, reveló su historia: fue en taxi al aeropuerto y sufrió un golpe en la cabeza. No recordaba más, hasta que los agentes lo localizaron diez días después. En el consulado contactaron con la Iglesia Escandinava, que se hizo cargo del afectado. «Se emocionó cuando se vio a salvo. Buscaba ayuda, pero por el accidente no sabía cómo», dicen los agentes. Al final Stefan les agradeció: «Nunca voy a olvidar lo que habéis hecho por mí».

La Iglesia Escandinava albergó esa noche al turista y al día siguiente le compró un billete de vuelta a su país más un tique de guagua hasta su localidad, Linköping. «Nuestra misión es ayudar. Sabemos que llegó bien, nos llamó desde su casa para darnos las gracias a los días. Estaba muy agradecido», afirman desde la iglesia.

Críticas

Stefan se recupera en su hogar. Nadie sabe qué le ocurrió esos días que deambuló por la ciudad. «Vino solo, por eso nadie lo echó de menos. Sabemos que estuvo en un hospital el día 14 por un golpe en la cabeza, porque tenía un documento», dicen ahora los agentes. 

Durmió en la calle, a las puertas de un albergue. «El pasaporte le salvó, si no lo hubiésemos encontrado aquel día tenemos claro que no hubiese sobrevivido. Y si no llevase el pasaporte seguiría confundido con un mendigo», dicen los policías, que critican el sistema.

«Esto nos podría haber pasado a nosotros. Llevaba la documentación y nadie hizo nada. Lo lanzaron a la calle, le dieron el alta y se olvidaron. No se puede poner en la calle a una persona convaleciente, ni debería ser la forma habitual de proceder», denuncian: «Ingresó al menos tres veces en, al menos, dos centros sanitarios. Ninguno llamó a su consulado ni a las autoridades, pese a que tenía el pasaporte. Lo pusieron en la calle por la barrera idiomática». 

Stefan estuvo a punto de morir en la calle, confundido con un indigente por no hablar español. De turista a vagabundo, hasta que dos agentes locales se toparon con él. Y lo salvaron.