Telde, la ciudad de las brujas y de los conjuros de amor

"En Canarias la Inquisición no llevó a cabo una caza como sí lo hizo en otros lugares", explica Diego Flores a los asistentes de una ruta cultural

El ponente Diego Flores explica la historia de las brujas a un grupo de visitantes en el barrio de San Francisco.

El ponente Diego Flores explica la historia de las brujas a un grupo de visitantes en el barrio de San Francisco. / LP/DLP

Benyara Machinea

Benyara Machinea

Una ruta cultural a cargo de Diego Flores repasa las historias de brujería de la ciudad de Telde, conocida popularmente como «la ciudad de las brujas». El impulsor de la actividad explica que la escasa presencia de la Inquisición española en el municipio permitió a muchas esclavas escapar de la hoguera.

La escasa presencia que tuvo la Inquisición española en el municipio de Telde llevó a que entre los siglos XVI y XVII muchas mujeres escaparan de la hoguera por acusaciones de brujería. Sin embargo, los 40 archivos de la Inquisición que se conservan de la época muestran escabrosas historias relacionadas con las denuncias interpuestas por las personas que trataron de recurrir a la ayuda de hechizeras para poner remedio a sus males. "La mayoría de los conjuros que se llevaban a cabo eran de amor", explicaba este sábado Diego Flores, dueño de la empresa Axis Mundi, a los asistentes de una ruta cultural que recorrió los barrios de San Francisco y San Gregorio, donde se concentran la mayor parte de las acusaciones de brujería del municipio, y que continuará tanto este miércoles como durante el mes de abril. 

Lo cierto es que, pese a que Telde ostente el título de "la ciudad de las brujas", esta denominación llegó unos siglos después de las primeras investigaciones llevadas a cabo por la Inquisición. "Se cree que se la conoce por ese nombre por el caso de las espiritistas de Telde, en 1930, al cual se le considera el primer crimen esotérico que apareció recogido en la prensa española", explicó el ponente. Esta tragedia estuvo protagonizada por una familia teldense de dos progenitores y sus cinco hijas, que quedó marcada por el fallecimiento del hijo varón. Una de las hijas, de 18 años, empezó a ejercer de medium y tomó la decisión de asesinar a su hermana como forma de sacrificio para liberar el espíritu del fallecido. "Como eso pasó en 1930, se hizo tan viral y llamó tanto la atención, Telde terminó siendo conocida a partir de ese momento como la ciudad de las brujas, ya que no hay referencias escritas previas a esa fecha en la que se empleara ese título", añadió el locutor. 

Flores, un fanático de estas historias, ha consultado los archivos que atesora en su archivo el Museo Canario para organizar una serie de rutas culturales y sesiones de cuentos en Telde, Las Palmas de Gran Canaria y Fuerteventura. "La idea es hablar de lo que es la brujería en materia histórica porque se habla mucho de que Telde es la ciudad de las brujas pero no se habla nunca de ellas, de cómo se hacía magia, cómo eran sus clientas, cómo eran los castigos o por qué se les perseguía", aseguró el organizador del encuentro. 

"Llegaba mucha gente de fuera con sus propias creencias, que se podían llegar a confundir con brujería"

Una de las historias que más despierta el interés de los visitantes es la de María de Espino, una mujer de Telde que denunció a una hechicera de la capital a la que pidió ayuda para buscar una cura de la enfermedad que padecía, que le provocaba graves achaques. La acusada de brujería, una portuguesa que respondía al nombre de María Rodríguez, le pidió que le diera un día para revelarle lo que tenía y, cuando la teldense volvió a consultarle, esta le preguntó si le habían robado un pollo negro recientemente. Ante la respuesta afirmativa de la clienta, Rodríguez le explicó que le habían hecho un maleficio al clavarle dos alfileres, dos agujas y un cuchillo en el corazón del animal y le aseguró que había que destruirlo. 

La solicitante de ayuda le creyó, por lo que la portuguesa fue a su hogar y se encerró en uno de los aposentos, pidiendo a la anfitriona que no entrase aunque escuchase ruidos extraños. Acto seguido, empezó su ritual y la denunciante aseguró poder oír cómo cantaba y daba palmadas en un idioma desconocido y a un volumen mucho más fuerte de lo normal. Cuando se hizo el silencio, María de Espino abrió la puerta y se encontró a la muchacha en el suelo con tres arañazos profundos en el hombro. La investigada por hechicería aseguró que, durante el ritual, se le había aparecido el mismísimo diablo para intentar acabar con ella, pero que con sus poderes había logrado dominarlo y sacarle información de dónde se encontraba el corazón, que era debajo de una acequia de la ciudad. El dúo cavó hasta dar con el corazón, que estaba tal cual lo había descrito. "Lo interesante de esto es que aparece en una declaración a la que se le da una veracidad de que realmente había ocurrido por parte de los inquisidores", subrayó el ponente. Cuando fueron a buscar a la bruja en su casa no la encontraron, ya que esta había desaparecido y se libró de posibles castigos. 

Remedios para todos los males

Sin embargo, los conjuros de sanación no eran tan habituales, pues "el principal motivo que llevaba a las clientas a recurrir a la hechicería eran los encantamientos para enamorar a alguien", aclaró Flores. Pero en esta categoría la Inquisición incluía también otros hechizos relacionados con la dependencia económica de las mujeres hacia los hombres y con la violencia de género.

La próxima visita guiada por San Francisco y San Gregorio tendrá lugar este miércoles

La mayoría de los hechizos que recogen los archivos estaban relacionados con la comida. "Sobre todo se decía que lo que tuviese contacto con los cuerpos de las personas era lo que tenía un poder especial, entonces para hacer un conjuro de amor se tenían que lavar con un balde de agua y con esa agua hacer un bollo de pan. La bebida también se encantaba, se mezclaba el vino tinto con la sangre menstrual y el vino blanco con la orina y se decían conjuros como: así bebas mis meadillos así hagas mis mandadillos", explicó el locutor. 

"Aquí en Canarias no se hizo caza de brujas, sino que en momentos puntuales se animaba a la gente a denunciar todo tipo de pecados, herejías y supersticiones", incidió el propulsor de la actividad. El principal motivo que llevó a que no se procesaran tantas investigaciones en las Islas era el factor económico, pues muchas de las acusadas por brujería eran mujeres esclavas. "Como se traía a tanta gente de fuera, con sus propias creencias y supersticiones que se podían confundir con brujería a los ojos de algunos cristianos, la brujería se convirtió en un delito menor porque si acusaban a todas estas personas de brujería la esclavitud se iba a pique porque los amos se quedarían sin sus esclavos y eso supondría un perjuicio económico", concluyó Flores.

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