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Nueva cara, misma fatalidad

Herrera apuesta por dos extremos, Fidel y Blum, y el equipo muestra una gran versión Z Es la cuarta vez que la UD se deja empatar en casa en el tramo final

Camille y Acosta, del Tenerife, entran con fuerza a Ruiz de Galarreta, de la UD, durante la primera parte del encuentro de ayer en el Gran Canaria. QUIQUE CURBELO

Cuando Sergio Araujo reventó el balón para marcar el gol de la UD Las Palmas (minuto 18) brotó sobre el Estadio de Gran Canaria un sentimiento de liberación generalizado. Primero del Chino, que llevaba justo un mes sin ver portería y marcaba su primer gol en un derbi -sin ser en propia puerta-. Luego de la grada, que tanto tiempo después estallaba de alegría, y del presidente Miguel Ángel Ramírez, que seguramente sintió una cierta satisfacción porque su bronca a los jugadores había surtido efecto. Y, sobre todo, de Paco Herrera, al que su plan, inédito al tiempo que atrevido, le iba de maravilla.

No sorprendió el catalán con su apuesta por un extremo, algo que había dejado caer en los entrenamientos durante la semana, sino porque se lanzó a jugar con dos. Dejar en el banquillo nuevamente a Fidel Chaves, que cambió el partido para bien de los amarillos el fin de semana anterior en Lugo, habría sido poco menos que una temeridad, pero casi nadie podía intuir que Danny Blum, intermitente durante todo el curso, pudiera tener una oportunidad desde el inicio. Fueron los mejores.

La apuesta por las bandas era un reclamo popular. El desvió del juego hacia las dos alas en detrimento de un jugador más por el medio era de las pocas propuestas futbolísticas que le faltaba por probar a Herrera. Le salió bien. Él mismo lo reconoció: "Nos ha dado mucho más". Hasta ese minuto 18, cuando el tiro con rabia de Araujo llenó de razones al técnico, ambos ya habían demostrado que su jefe no se había equivocado.

Fidel, quizá el que mejor golpeo tiene del equipo, había puesto dos balones exquisitos en las cabezas de David García (2') y de Juan Cala (17'). No dejan de ser centros, pero coincide que, cuando es el onubense el que los pone, aumenta la probabilidad de que acaben en el destino deseado. Blum, por su parte, había disparado dos veces a puerta -ambos desviados- producto de su verticalidad.

La presión, otra mejora

Su omnipresencia anunciaba el gol y, como no, ambos fueron protagonistas. Chaves, probablemente entre los futbolistas con más calidad técnica de la plantilla, realizó una jugada enorme por la derecha, con un recorte con el tacón incluido, antes de poner el balón con el exterior del pie hacia el interior del área. Blum, que intentó rematar de espuela, nunca supo que una pifia se convertiría en la mejor asistencia. Porque el esférico terminó por llegar a Araujo.

Ese fútbol por el exterior había dado frutos y luego también lo dio en forma de ocasiones claras, hasta el mismo momento en que Herrera sustituyó el onubense por agotamiento y dio entrada a Tana (68'), cuya tendencia natural es irse hacia el centro. A partir de ahí. El Tenerife, casualidad o no, creció.

Además de las bandas, el otro gran elemento que conformó la nueva cara de la UD Las Palmas fue la presión al rival. Falta por ver si sólo fue cuestión de una motivación extra por tratarse del derbi o si en Córdoba será igual, pero ayer, mientras el físico aguantó, las líneas estuvieron más adelantadas y el equipo robó más.

Pero al cambio de imagen le siguió la misma fatalidad. Ante el Tenerife la protagonizó el árbitro, al señalar un penalti que no era, pero contra el Albacete había sido David García, que marcó en propia puerta, frente al Dépor, el equipo en general, que no supo defender un córner en el añadido, y ante el Granada, Timor, que despejó mal y habilitó a un rival. Ya son cuatro los partidos en los que la UD se deja empatar en casa, ocho puntos perdidos -más otros dos en Mallorca-. Es la maldición. Pero Herrera parece haber logrado el conjuro.

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