Los ojos tienen la capacidad de hablar. Lo hacen sin pronunciar palabras y dicen casi todo. Los de Paco Castellano, claros, azules, vivos, brillaban de manera hipnótica. Una mirada llena, magnética. En ella, un brillo limpio, un resplandor sereno que guardaba los recuerdos lúcidos, las décadas vividas y las lágrimas caídas por un amigo al que no le quedaba más remedio que despedir, que dejar marchar.

"Para mí es un hermano. No solo es un compañero. Es una persona capaz de alegrar la vida a cualquiera. Me dio vida, me dio moral. Respetaba a todos y quería que la gente estuviera alegre en cualquier cosa que estuviera haciendo. Sé que lo voy a echar de menos. No tengo palabras para decir cómo de bien se portó siempre conmigo y con todos nosotros. Vivimos cosas increíbles juntos que tardaríamos un mundo en contar... Es y será una persona maravillosa. Desde los 15 años estamos juntos y... hasta aquí llegamos".

A Castellano le costaba hablar de Mamé León en pasado. El tiempo presente engañaba al pretérito en su boca. No debe ser algo fácil coordinar la conjugación cuando 60 años de una vida están ligados a la otra: desde aquel mítico Campeonato de España con los 'Diablillos amarillos en en 1962' a los últimos partidos que vieron juntos en el palco del Estadio de Gran Canaria.

'Diablillos' y reyes

El reloj estaba cerca de las dos de la tarde en el Tanatorio de Fucasa en Las Torres. Por allí desfilaban aún amigos y compañeros que se despedían de la familia del icónico futbolista de la mejor UD Las Palmas. Un carrusel de rostros ilustres del balón en Canarias: desde aquellos juveniles osados que conquistaron España hasta los hombres a los que León maduró en el filial amarillo para echarlos al ruedo del equipo profesional.

Oramas, 'diablillo' del 62, goleador en la gran final entre Las Palmas y Castilla que acabó 5-3, andaba sentado en un banco. Se despedía de Mujica, otro de los 'diablillos' al que le prometía una visita por Arucas. "A León siempre le admiré como jugador y como amigo. Siempre lo noté una buena persona. Aquel tiempo fue maravilloso. Luchamos con la Península que era un mundo para nosotros, a doble partido. Se vienen muy buenos recuerdos. Esto que ha pasado nos ha dejado un poco más vacíos", relata Oramas, que se buscó la vida en el Extremadura de Almendralejo antes de volver a la Isla.

Otros diablillos como Manolo Martín (Martín I) también acudieron a despedir a León. Un último 'abrazo'. Las anécdotas, con el balón como elemento común, salpicaban todo. Desde Tenerife llegó José Juan, compañero de León en la UD Las Palmas magnífica, pero también en aquella corta cesión del extremo grancanario en el Heliodoro Rodríguez López. "Se sabía que esto podía pasar, pero el golpe no deja de doler. Era la alegría del vestuario, fue un grandísimo compañero. Solo basta con mirar la gran manifestación que hay aquí por él. Se lo ganó", explica el exfutbolista tinerfeño. Todo con gestos como el que recuerda José Juan de sus primeras Navidades fuera de casa, cuando cambió el blanquiazul por el amarillo. "Era la primera vez que pasaba esas fechas sin mis padres y él me invitó a comer a su casa. Ese detalle me lo voy a guardar siempre. Lo bonito de nuestra profesión ha sido esto: ser un equipo de fútbol que se convirtió en una familia con Luis Molowny", añade José Juan.

Otro miembro de aquella "familia" que significó la UD Las Palmas de los sesenta y setenta era Ignacio Oregui. El portero de Bergara recuerda cómo llegó a Gran Canaria en barco para hacer la mili con "un petate, una cuchara y un cuchillo". En el bolsillo, unas 'perras' que gastó en plátanos nada más llegar. El calor, el sol y la oportunidad de su vida en el fútbol profesional. "Fueron trece años en los mismos hoteles, con los mismos directivos, casi los mismos entrenadores, los mismos aviones, las mismas carreteras... Era una convivencia diaria, hasta al cine íbamos juntos. Éramos muy felices. Cuando se va uno... Es perder a un hermano. Tragar saliva dos o tres veces y aceptarlo", contesta el guipuzcoano. Otra mirada que habla sola bajo unas cejas que no han cambiado desde que iba de negro.

Era una "familia" que supo aceptar a los nuevos miembros que iban llegando como Federico Páez. "Lo consideré siempre un amigo. Pasé de ser su compañero a que después fuera mi entrenador. Le tenía un afecto enorme. Cuando pienso en él, lo veo en la banda, de jugador y de entrenador, que fue extraordinario sacando a mucha gente de la casa", apunta. Una situación similar a la que vivió Noly con León. "Mamé es una institución para todos nosotros. Él, Germán o Tonono nos enseñaron el camino que teníamos que tomar para respetar a este escudo", sentencia el exfutbolista, al que le abordan las noches de transistor que le daba León en las concentraciones. "La tenía puesta todo el rato en las concentraciones. Era tremendo", apunta.

En el anecdotario mil y una historias más. Como cuando tomó el testigo de Antonio Ruiz en el curso 1980-1981 en Primera División. "A Antonio le gustaba mucho la pizarra y ese tema... Estábamos cansadísimos de aquello. Él cogió, entró en el vestuario y nos dijo: "Miren, les vamos a ganar al Zaragoza porque ellos son una mierda y simplemente somos mejores que ellos. A demostrarlo". Ese partido lo ganamos por 2-3 en La Romareda. Así era Mamé. Para mí, era un gigante, una leyenda", agrega ante la mirada de Félix Marrero y Juani Castillo, que asienten con la cabeza.

Benito Morales también vivió al León entrenador en ese debut. Pero también antes como técnico de filiales. "Que él dijera que los tres años que vivió con Las Palmas Atlético fueron de los mejores de su carrera. Fue una época preciosa, inolvidable... Hay tanto que decir de Mamé...", revela el exjugador y exdelegado amarillo. Un recuerdo imborrable en un legado eterno. Daniel Carnevalli, Segundo Almeida, Pacuco Rosales, Germán Dévora... Nadie quiso faltar en la despedida a un gigante del fúbol amarillo, de un hombre que es parte de la mejor vida de la UD.