Margaritooo, el cofre!" Y nada, que Margarito no se entera. Otra vez. "Margaritooo, el cofre!" Pero ¿qué le pasa a este musignomo que no se fija? Si hay al menos 300 pequeñajos gritando desde las butacas del Paraninfo de la ULPGC para que Margarito encuentre el cofre donde están todas las artes prohibidas. Vaya, por fin. Lo encontró. Este público tan interactivo, que irá creciendo a lo largo de la semana hasta los 4.000 escolares, viene de 29 centros para disfrutar de la obra Los musignomos y el País de los Niños, otra apuesta por la pedagogía del compositor y dramaturgo Gregorio Afonso, que ha contado con el patrocinio de Canarias Cultura en Red, y con la colaboración "inestimable" del Vicerrectorado de Cultura y Deportes de la Universidad. "Tenemos que seguir siendo niños", dice el también director de este montaje, que es un canto a la ilusión y la protección de las artes.

Nada más entrar se oye un rumor como si se celebrase una asamblea en un panal de abejas. Las luces aún están encendidas y los profesores flanquean las filas de butacas para evitar fugas. Son las 12.00 horas. Tres minutos más tarde, una voz en off avisa de que algo va a pasar en el escenario. Fuera focos. Suspense. "Seño, quiero ir al baño". Vaya momento. "Ahora no". Negociación zanjada. "Silencio, que empieza". Los musignomos Margarito y Natalio hacen acto de presencia. Son los actores José Carlos Campo y Víctor Fermoso, caracterizados de estos seres encargados de velar por las artes. Y es que el país creado por Gregorio Afonso el malvado rey Mafur ha prohibido pintar, cantar, bailar, en definitiva, sentir. Eso tiene desesperados a Diego (Santo Bello) y a su abuelita (Alexia Rodríguez).

Con este plato de presentación, la trama va discurriendo entre canciones, bromas y hasta un poco de magia. Los personajes que dan nombre a la obra, a los que también acompañan las musignomas Virginia Rodríguez y Yubiry Sánchez, son todo un descubrimiento. Cada vez que aparecen en el escenario, los chiquillos se doblan de risa. Recuerdan a los duendes de la película Willow. Ángeles de la guarda con un punto gamberrete, descargados de cualquier ramalazo cursi.

Se nota la pasión por la música clásica de Gregorio Afonso, que no puede evitar sacar del cofre un fragmento de El cascanueces. Por cierto. Los actores hacen una broma para que los niños participen. "Aquí pone El cascarón". Y el público: "¡Nooo!". Y el musignomo: "Entonces pone El cascajo". Y los chiquitines: "Nooo, es El cascanueces". Una grata sorpresa que conozcan el ballet de Tchaikovsky.

Sin embargo, da pena que no les suene la canción Estaba el señor Don Gato. "Todo eso se está perdiendo. Las tecnologías no tienen que ser incompatibles con este tipo de cultura. Deben ser una herramienta más en la educación de los niños, pero no ser lo único a lo que acceden", dice Afonso, que está empeñado desde hace siete años en interesar a los más pequeños por la música y el teatro. No en vano, ya son 17 las obras que ha escrito y dirigido para ellos. Quienes quieran conocer a los musignomos podrán hacerlo el sábado 19, a las 12.00 horas, en el Paraninfo. Entradas a seis euros en CajaTique. Hay que apresurarse, el arte está en peligro.