La Provincia - Diario de Las Palmas

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Crítica FIMC 2017

La pura verdad del barroco

Fallecido cuando Bach y Haendel tenían solo diez años, Henry Purcell colocó a Inglaterra en cabeza del Barroco europeo de la segunda mitad del siglo XVII. Su legado es tan genial en ópera, concierto, cantos de iglesia e himnos cortesanos como en 'canciones de taberna', tan populares en el abigarrado Londres de su tiempo. De una de sus óperas más vigentes, La reina de las hadas, escuchamos una suite de quince páginas instrumentales y vocales que la Academia de Música Antigua, también londinense, y la soprano Rowan Pierce, afrontan con sencillez y familiaridad ejemplares, muy lejos de la rígida y solemne pompa que muchos otros aplican al repertorio del gran compositor. Con números privativos de la pequeña orquesta, ricos acompañamientos de la voz o el simple continuo de chelo y cémbalo, la naturalidad de la lectura trabó desde el principio el nexo de empatía con el público.

Posiblemente sea ese acento veraz, esa concreta voluntad de estilo, lo más seductor del conjunto y de Pavlo Beznosiuk, magnífico violinista que la dirige en esta nueva visita a Canarias. Todos son expertos ejecutantes, muy versátiles en la sutil diferenciación de los lenguajes del programa, que parecen similares pero no lo son. Haendel, por ejemplo, a quien los ingleses consideran propio, es más libre y expansivo en la forma, más dado a la teatralidad y al subrayado de los matices líricos y/o dramáticos, como corresponde al momento cenital de Barroco, agotado y sin retorno después de su aportación y la de Bach. La cantata haendeliana Arminda abbandonata sonó suntuosa en la orquesta y la voz solista, muy contrastada en sus números, coloreada y vitalista, En lo puramente instrumental contiene pasajes de virtuosismo que la enriquecen, en línea con uno de los Concerti grossi de la Op. 6, ornamentado, dominador, gracioso y mayestático.

De las brumas del norte, al mezzogiorno italiano: Vivaldi no podía faltar y dos de sus breves conciertos para cuerdas, sin solistas, testimoniaron la luminosa concisión de otro lenguaje fundamental. Excelente concierto. La soprano Pierce, de pequeña y hermosa voz, mostró en todas las partes cantadas la sabiduría de los estilos y la limpia técnica de emisión que los identifica. Con la platea y el primer entresuelo casi llenos, el teatro mostró por vez primera una concurrencia respetable, volcada en el aplauso y beneficiaria de generosos bises.

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