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Ya llevan 23 días en la séptima planta del Hospital La Paz

Junto a su madre, Davinia, que ahora no se separa de él LP/DLP

Entrar en un hospital siempre impresiona. El ir y venir de gente con mala cara, en silla de ruedas, con brazos en cabestrillo. Entrar en el edificio destinado a niños estremece. Es verdad que en el centro tratan de aliviar la situación y las paredes aparecen pintadas de colores, con hadas, ballenas sonrientes, gnomos azules. Pero de pronto en mitad del pasillo aparece un niño de unos tres años, con la cabeza cubierta con una gran venda, una vía que le llega hasta la nariz. No dice nada, no llora. Es más, este pequeño que vimos justo delante de la habitación de Tueya estaba subido en una bicicleta de tres ruedas. A pesar de todo, sólo quería jugar.

Antes de entrar a ver al pequeño de Santa María de Guía hay que lavarse las manos con un desinfectante y ponerse una mascarilla, atarla bien y presionar, para que se ajuste a la cara. En estos momentos hay que tomar todo tipo precauciones.

Tueya estaba sentado. Con esa camisa azul que ponen en los hospitales. Mantiene puestas varias vías. Pero de aspecto esta cada vez mejor. Las enfermeras se muestran simpáticas, hacen bromas con su nombre, "Tueya, pero qué nombre es ése". Davinia le insiste para que vuelva a deletrear su nombre entero: Tueyaxoba. La madre no se separa del niño, en el centro le permiten quedarse todo el día junto a él.

Queremos saber que quiere hacer cuando salga del hospital, levanta la mirada, sonríe, lo tiene tan claro: "jugar al fútbol".

Los padres se ríen con la ocurrencia. Ellos saben cómo le gusta este deporte. Todo lo que daría por salir a la calle y correr con los demás chicos detrás de un balón. Hasta ahora no ha podido, un mal golpe, hubiera sido nefasto. Poco a poco entra en confianza. Cuenta que su equipo favorito es el Real Madrid, y como era de esperar, es un fiel seguidor de Cristiano Ronaldo. Dice su madre que hasta se peina como él, "y le encantan las botas de fútbol, tiene una colección". Cuando salgan tienen claro que irán los tres a ver el Santiago Bernabéu. Saben que el camino que les queda por recorrer es largo, que el niño tendrá que seguir unas semanas más. Y después habrá revisiones periódicas. Pero confían en que la vida de su hijo mejore, notablemente.

En medio de esta visita, llama por teléfono el abuelo. Quiere saber si ya se ha levantado de la cama, si come, "tienes que comer", le dice. Y Tueya vuelve a sonreír. Poco a poco, cada vez mejor, el pequeño Tueya y sus padres cuentan los días que le faltan para que su niño salga por fin de esta planta séptima del hospital La Paz de Madrid. De momento llevan 23 días.

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