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Un canario en la cúspide del teatro

José Padilla se ha situado como uno de los autores más relevantes de la nueva hornada de dramaturgos españoles

José Padilla con el director del Teatro del Arte de Moscú, Oleg Tabakov, durante los preparativos de la representación de 'Haz Click Aquí'. EKATERINA TSVETKOVA

José Padilla es un nombre de lo más común. Por eso, quizás, algunos de ellos huyen de lo corriente, optan por la ruta más difícil en el cruce de caminos y acaban por instalarse en lo extraordinario. Hay uno, por ejemplo, que es torero y lleva un parche en el ojo; otro fue compositor y pasó a la historia como el Maestro. También hay un José Padilla Dj que pone ritmo a la puesta de sol. Este José Padilla, dramaturgo y canario, también se ha ganado un lugar por derecho en lo insólito. Hoy, pese a su anonimato, escribe una de las páginas más notables del nuevo teatro español y lidera una hornada de talentos, modelada en el circuito alternativo de Madrid y llamada a renovar la escena. Tras estrenar en el Globe londinense, en el Teatro del Arte de Moscú y en el Centro Dramático Nacional, este José Padilla se ha convertido ya en un nombre a seguir como una de las voces más poderosas de una generación de nuevos autores.

La crítica es unánime. "Es miembro destacado de una hornada de jóvenes dramaturgos llamados a regenerar la escena española", apuntó la revista Jotdown. Javier Vallejo, crítico de El País, defiende que la obra Haz clic aquí es uno de los mejores indicadores recientes de la vitalidad de la nueva dramaturgia española. Y, por si fuera poco, el jurado del Ojo Crítico de Teatro de Radio Nacional, premio que recibió en 2013, destacó "el riesgo de sus propuestas, su capacidad para provocar muy distintas emociones, sus inteligentes adaptaciones de los clásicos y su concepto de dramaturgo a pie de escenario".

¿Es éste un elogio fundado? El autor canario, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1976 acaba de celebrar el décimo aniversario del estreno de su primera obra. En estos 10 años ha logrado adaptar Enrique VIII y estrenarlo, por primera vez en castellano, en el prestigioso The Globe de Londres. Ha escrito Cuando llueve vodka, En el cielo de mi boca, Sagrado Corazón 45, Porno casero, Los cuatro de Düsseldorf y Haz click aquí. Ha concluido recientemente una obra a seis manos, El mar y las estrellas, con sus 'socios' canarios Antonio Tabares e Irma Correa, y su versión de La Isla Púrpura, de Bulgákov, se estrenó en Tenerife la semana pasada. Sus trabajos nacen ya con pasaporte. Ciudades como Buenos Aires, París y Los Ángeles han representado algunas de sus obras suyas. Pero, Haz click aquí es entre todas la que más éxito le ha reportado. Esta obra vio por primera vez la luz de las candilejas en el María Guerrero, en un proyecto del Centro Dramático Nacional y tras estrenarse el año pasado en el Teatro de Arte de Moscú, la cuna del teatro, ha sido programado en este espacio para las dos próximas temporadas. Casi nada.

Ahora, tras conquistar algunos de los teatros más célebres del mundo, le ha llegado la oportunidad de estrenar en su casa. Cosas veredes. "Me ha costado una vuelta al mundo llegar hasta aquí", bromea. El círculo se cierra, pero como no hay profeta que triunfe, de primeras, en tierra propia aún es un autor desconocido en Canarias.

La Isla Púrpura, es quizás su proyecto ambicioso hasta el momento por su carácter inabordable. La obra de Bulgákov llegó a sus manos entre 1997 y 1998. En los inicios de sus inicios. "Ojalá algún día", grabó mentalmente y ahí quedó hasta que varios productores le regalaron una pregunta reservada a la élite. ¿Qué te gustaría hacer? A él le salió La sla purpura. "Nunca se ha hecho a nivel profesional en España", señala. Por eso, reinterpreta el clásico en una versión que construye desde la interpretación y que nutrió su estancia en el Teatro de Arte de Moscú. Todo se unió por arte de magia. "Ya tenía el proyecto, pero en Rusia me imbuí en los escenarios que describe en Novela teatral. "De alguna manera empecé a trabajar en la obra y acabé en Moscú sobre las tablas donde se estrenó", señala.

Primero actor

Su obra está muy ligada al trabajo que el actor realiza a la hora de construir su personaje. No en vano, se formó como actor. "Ahí estaba yo", recuerda sobre un momento en que sin saberlo se encontró en la puerta de entrada al universo de la dramaturgia. El día que todo cambió, José Padilla era uno más entre un sin fin de aspirantes. Aquel año hubo más de 700 solicitudes para entrar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (Resad) y solo 28 plazas disponibles. Llevaba un monólogo de 20 minutos que había preparado con su profesora, su primer referente Tana López Peñalver. Era una propuesta limpia con textos de Shakespeare y Chejov que interpretó sin errores. Le pidieron cambios, un toque de sal por aquí y un poco de azúcar por allá. Respondió a todo. Se mostró seguro, maleable como la arcilla y salió triunfador. Tenía un 10. "Me aceptaron y ahí cambió mi vida".

Todo aquel que le conoce le señala como un hombre de teatro. José Padilla se crió en la calle del Ángel Guimerá y a unos pocos pasos de Santa Cruz de Tenerife que lleva el nombre del poeta. Su vocación por la escena no fue temprana. Lo suyo, antes de las tablas, consistía en devorar cintas de VHS. Entonces, a los 13 años, le picó la víbora del teatro y el efecto de su veneno se extendió por su organismo. Su primer 'amor' escénico, en vivo, fue Marat-Sade, de Peter Weiss, "una obra que se las trae", acota. Quedó impactado. Después vio lo mejor de la escena nacional. Adolfo Marsillach, Nuria Espert, Amparo Rivelles, María Jesús Valdés y obras de Miguel Narros. "Todo allí arriba", en el gallinero del Guimerá.

Su formación no fue sencilla: escuela por el día y trabajo por la noche en un aparcamiento en el que interpretó el papel de vigilante nocturno. Su zona de mando: entre Blasco de Garay y Galileo. Ahí pasó infinitas horas de flexo y oscuridad, a las tantas de la madrugada, leyendo y escribiendo sin parar. "Donde mejor se leen los textos es en el propio escenario, pero no hay duda de todo aquel tiempo en el garaje me dio mucha disciplina y horas de trabajo en aprender. Era durísimo, pero a la larga me ha hecho mejor. Me dio herramientas tan importante en el teatro como la disciplina y la constancia".

Preocupación por lo social

Por que si algo caracteriza el estilo de Padilla está en el equilibrio entre la exploración y la innovación, por un lado y el respeto por los clásicos en el otro; todo ello bañado en un firme compromiso social y salpimentado con toques de humor. "La crisis nos ha afectado a todos", señala, y "ya sea de una forma contundente o más sutil, siempre está presente". Así sucede en La Isla Púrpura, donde "la revolución puede estar en la pared de al lado o a mil kilómetros pero está y el eco llega a las tablas de escenario donde se representa la función". No es el único ejemplo. En el 2013 estrenó Sagrado Corazón 45, que es un thriller que roza el género del terror y en el que aborda tres grades crisis en la historia reciente de España: la transición, los años posteriores a las Juegos de Barcelona 92 y la más reciente.

Padilla forma parte de una nueva hornada de autores entre los 30 y 40 años que se ha educado en la adversidad. Su irrupción coincidió con un periodo en el que la recesión económica, los impuestos y las distintas políticas culturales produjo una colapso en el circuito y la muerte de las grandes producciones. "De repente nos vimos, tanto los que empezábamos como los que llevaban muchos años, con una mano delante y otra detrás, pero con muchas ganas de contar historias, de no dar la razón al estado de las cosas y al que lo estaba provocando", expuso. De algún modo, se subieron las mangas y se pusieron a trabajar. Entre los componentes más destacados de esta nueva hornada, menciona a Carolina África, Alberto Conejero, Marta Buchaca, Antonio Rojano, Lucía Miranda y Lucía Carballal. "Es gente que se ha ganado por derecho un sitio en los teatros. Es merecido porque el esfuerzo y los años de trabajo han sido titánicos", valora.

En la vanguardia de la nueva escena se impone el acento canario. No solo Padilla defiende el pabellón insular. El palmero Antonio Tabares fue finalista de los premios Max con la obra La punta del Iceberg y ahora mismo está en el proceso de rodaje para la gran pantalla. Además, la grancanaria Irma Correa recibe premios como el de la SGAE. Entre los tres han escrito una obra conjunta El mar y las estrellas, estrenada en el Teatro Cuyás a principios de octubre. Pero Padilla no se detiene en estos nombres para hablar de un teatro canario. Destaca la aportación de la compañía 2RC, a los hermanos Quique y Yeray Bazo y a Maikol Hernández. Con todo esto, el autor considera que el dramaturgo canario ha dejado de ser una especie inexistente para tener "una voz contundente en la escena canaria y también en la nacional".

La nueva ola del teatro español empieza a ganar visibilidad. El cine y la televisión ha fijado su vista en ellos. Les ha costado llegar y ahora estás dispuestos a hacerse notar. No lo pierden de vista. Su nombres es sencillo, José Padilla.

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