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Denkô Mesa: "El anhelo espiritual no va a resolver nuestros conflictos personales"

"No hacemos retiros para desconectar de la cotidianidad, sino para tomar aire y ralentizar el 'mono loco", manifiesta el maestro de meditación zen y director espiritual de la Comunidad Budista Soto Zen Canarias

Denkô Mesa, maestro de meditación zen, en el Club LA PROVINCIA. MARCOS FRICKE

Su opción personal se encuentra muy en sintonía con la doctrina conocida como Cuarto Camino. Una de sus premisas es que este camino no exige que uno se retire del mundo.

Está claro. Ése es el significado de la palabra retiro, retiro espiritual. Necesitamos conocer el glosario que mueve toda una tradición; y lo digo incluso como filólogo, que es mi otra función. A mí me gusta hablar en castellano. Por ejemplo, en lugar de utilizar la palabra "sesshin", ¿Por qué no utilizamos la palabra retiro? Consideremos esta palabra. La gente suele creer que uno se retira para desconectarse de la vida cotidiana. No, oiga, lo que uno hace es tomar aire, ralentizar un poco el mono loco, distanciarse de los acontecimientos para observarlos mejor. Así podemos comprender de qué manera nos relacionamos con nosotros mismos. Para eso están los retiros, no para desconectarse. Sólo hay transformación personal cuando después integramos ese conocimiento en la vida cotidiana.

El maestro Dokushô Villalba, que en el año 2005 le confirmó como legítimo sucesor suyo, hace énfasis en la necesidad de que el trabajo espiritual venga acompañado de un buen proceso de revisión psicoterapéutico.

Yo también incido mucho en estos aspectos. Cuando una persona se acerca a un centro de meditación está pidiendo auxilio a nivel consciente o inconsciente, no va simplemente a hacerse miembro de un club de amigos o de fanáticos religiosos. Y realmente, ¿en qué sentido está pidiendo auxilio? El ser humano está compuesto por cuatro elementos: el cuerpo, el corazón, su mente y la parte espiritual. Con frecuencia, en cada uno de estos niveles hay un desequilibrio que ni le cuento. Necesitamos trabajar con la sensorialidad y poner, como decía el Buda, un centinela en cada una de las puertas de los sentidos; y necesitamos comprender cómo estos impactos son transformados por la emocionalidad, que suele estar muy condicionada por patrones familiares, educativos y sociales que luego son reproducidos en el discurso de la mente. Entonces, no podemos ocuparnos únicamente de esa última parte y acudir al reino de lo espiritual pensando que nuestra apertura, nuestro anhelo por lo trascendente nos va a resolver el conflicto que tenemos como personas. Si lo hacemos, estaremos comprendiendo muy mal esta tradición de conocimiento.

No le ha importado arremangarse y usar la etiqueta apropiada para hacer llegar su experiencia a donde haga falta. Me refiero a sus cursos de mindfulness

Esto es muy interesante. Un budista es una persona que practica la atención plena, lo que hoy se llama mindfulness. Este concepto tiene una semántica muy amplia que, desde mi punto de vista, hace falta contextualizar. La atención plena es una facultad a la que yo llamo estado de presencia. Y la meditación es el ejercicio que mejor faculta a cualquier persona para vivenciar ese estado, porque es el que te conduce de manera más directa, más clara. Pero no hay que ser más papistas que el Papa; hay otras herramientas. Tenemos que ensanchar la visión y encontrar fuerzas que nos lleven hacia esa necesaria reeducación de la mirada. Se sabe que sufrimos por una falta de atención plena; eso es la ignorancia. Entonces, hay que rescatar ese estado de presencia, sea cual sea el camino que se elija. Como docente de secundaria, yo utilizo un lenguaje acorde al profesorado que tengo delante, a los alumnos, a los padres que se acercan a conocer estas técnicas. Volviendo a su pregunta. Un budista no es una etiqueta; es una persona que favorece ese estado natural de nuestro ser con paciencia y perseverancia. No puedes entrar en el San Google y bajarte la práctica de la atención plena.

Entre los servicios espirituales que usted ofrece en Canarias se encuentra la celebración de ritos de paso, basados tanto en la tradición budista zen como en otras tradiciones. Uno de ellos es la ceremonia de iniciación a la pubertad. ¿Es este rito tan necesario como otros más conocidos por todos?

Para el hombre y para la mujer la pubertad es un movimiento de poder. Todos los ritos de paso marcan el pulso de la vida misma, la dirección en la que va el ser humano. Hemos automatizado tanto nuestra realidad cotidiana que los hemos olvidado o convertido en un show comercial. Bautismo, matrimonio, partida de los seres que vuelven a la clara luz, como deci- mos nosotros... Lo que queremos es ofrecer la oportunidad de ritualizar estos momentos y reflexionar juntos sobre ellos.

En el librito de recitaciones de su comunidad se incluye el 'Sandokai', un texto escrito por el maestro chino Sekito Kisen en el siglo VIII. Hay dos versos que dicen "cada existencia tiene su utilidad. Usadla sea cual sea su posición". ¿Solo podríamos comprenderlos si nos situamos más allá de la moral convencional?

Con la moral entramos en el reino de lo dogmático, en el reino de las creencias. Y las creencias son el nivel de compromiso más pobre que tiene un ser humano. Porque se deja llevar por lo establecido, por lo que le dicen aquellos a quienes, supuestamente, él ha dado el poder, a quienes ha idealizado. Sin embargo, a través de una práctica sostenida y paciente, todo ser humano llega a ese estado de discernimiento. Claro, esto hay que experimentarlo. Uno va descubriendo de manera intuitiva, autorreflexiva, recursos de aprendizaje con los que se atreve a moverse por el mundo. Pero estos descubrimientos se hacen desde un estado de tranquilidad, de apertura, porque no hay una intención de daño. Eso es lo compasivo y lo sano.

La comida tradicional en cuencos ocupa también un lugar central en la vida diaria durante los retiros de meditación. Es la ceremonia que permite comer en silencio los alimentos cocinados en el mismo templo. Quienes lo experimentan pueden llegar a sentirse llenos pero ligeros.

La ligereza, la suavidad es una de las tres virtudes; cuando recitamos "esta comida de tres virtudes y seis sabores...", una de las virtudes es la ligereza. Pero claro, fíjese en que el zen nos permite fluir con esa ligereza pero desde la consistencia. Y eso solo deviene con la práctica. Uno se cree que está suave, y sin embargo internamente está firme, consistente. Estás presente, no ausente.

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