A las ocho de la mañana del sábado 21 de marzo de 2009, Salvador Morales, en compañía de cuatro o cinco personas más, empezó a levantar el piso de la habitación bajo la cual se encontraría la fosa séptica en la que apareció el cadáver de Isabel Canino 72 días después. Las voces y, sobre todo, el ruido de un martillo hidráulico picando el piso despertaron a dos de los inquilinos que le habían alquilado a Morales un estudio en el número 80 del Camino de La Hornera.

Ambos vecinos nunca se habrían imaginado que lo que escuchaban podía estar relacionado con un crimen; que la obra que se realizaba ese día en el estudio que Salvador Morales pretendía alquilar no era más que la preparación de la tumba que ocuparía horas más tarde el cadáver de Isabel.

Alfredo C. A. y Raquel A. G. dijeron ayer, en la cuarta sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial por el asesinato de Isabel Canino, que "oímos las voces de cinco o seis personas y el ruido de un martillo hidráulico desde las ocho de la mañana". Sobre las diez de la mañana salieron de su estudio mientras "seguían con la obra en aquella habitación". Tras disfrutar la jornada en el parque temático, la pareja regresó a su estudio y Raquel A. G. recordó que "ya había anochecido, serían las siete de la tarde", y a esa hora "todavía se escuchaba a alguien trabajando en la habitación, pero ahora no escuchaba voces y el ruido era como si pusieran azulejos", afirmó.

Los dos vecinos se ratificaron en que habían escuchado las voces de cinco o seis personas pero no vieron quiénes eran. Sin embargo, la camarera de una zumería que está situada al lado de la vivienda aseguró que aquella mañana del 21 de marzo vio a "Salvador Morales con su esposa, sus hijas y otro hombre; a las diez y media vio de nuevo a Salvador, esta vez mientras desayunaba con Isabel Canino; a las tres de la tarde volvió a ver al acusado en la misma zumería donde le entregó los documentos de alquiler a una compañera suya que pensaba trasladarse a uno de los estudios".

También declaró el propietario de la ferretería a la que Morales acudía a comprar los materiales de obra para las reformas. Este hombre aportó en su día varias bridas de 40 y 50 centímetros de largo "iguales a las que Salvador se había llevado en varias ocasiones de la tienda", afirmó. La acusación particular quiso que se mostraran las bridas al jurado porque en el primer día de la sesión Morales negó que hubiera comprado tales materiales, que se utilizaron para maniatar y estrangular a Isabel.