Emigrar; mandarse a mudar. Esa parece ser la única alternativa que tiene la situación de España, una travesía de emigración que con anterioridad tuvieron que realizar otros. Detrás de ese viaje siempre estaba el miedo, la persecución política, pero en muchas ocasiones porque también había que llenar la despensa porque los niños tienen la buena costumbre de comer, pedir, estudiar, vivir. Estos días en los que el trabajo noo llega, la economía no remonta y las deudas llegan puntuales, la angustia de muchos es una evidencia con solo observar actitudes. Los españoles, los canarios, hace tiempo que miramos con firmeza para otros países como una alternativa que no solo es necesaria sino urgente. Todos sabemos de familias que de la noche a la mañana se han visto con tres parados en casa, un sueldo mísero y un negro futuro.

Honestamente creo que nada tiene que ver la emigración de hoy con la que protagonizaron en los años 60 tantos canarios que cogieron el petate, subieron a los suyos a un petrolero rumbo a La Guaira (Venezuela) y después de semanas de durísima travesía llegaron a la octava isla. Nunca me cansaré de alabar a esos miles de canarios, gente modesta, humilde, que tuvieron el coraje de dejarlo todo, un país en ruina, una dictadura asfixiante y que con una mano atrás y otra delante viajaron hacia la incertidumbre. Una de las experiencias profesionales que recuerdo con más cariño fue la serie de trece reportajes que realicé en Venezuela con canarios que habían emigrado en los 50 y que cuando les vi todavía tenían el corazón partido. La generosidad de Venezuela les abrió los brazos y allí se dejaron la piel. Con los años llevaron más hijos y nietos así que imposible dejar ahora aquel país por muy mal que hoy esté. Muchas razones afectivas de peso para no regresar a la casa canaria. Complicado. Los canarios que hicieron aquella travesía hasta Caracas relataban llorosos en sus casa de Caracas qué cosas echaban de menos de su isla, qué recordaban de aquel viaje, qué edad tenían.

Algunos como Juan Daniel recuerdan aún hoy el ensordecedor y constante ruido de los motores, el olor a petróleo, el frio en el barco. Juan Daniel es de la familia y sé de qué hablo; su presente todavía hoy está marcado por aquella travesía y su nostalgia. Cuando subió al barco tenía 9 años. La mayoría eran niños o adolescentes cuando siguieron los pasos de sus padres; cuando los volví a ver años más tarde me llamó la atención ver como en sus casas, en la de los trece personajes a los que entrevisté, habían detalles que identificaban la vivienda con sus islas de origen. Era gente 65, 70, años que trabajaron a destajo en las ocupaciones más duras para sacarlos adelante cuyos hijos, niños entonces, hicieron lo mismo desde que pudieron. Guardo con especial cariño una imagen colgada en la pared de una de esas casas canaria/caraqueña donde lucía una foto enorme de Las Canteras, un cuadro de la virgen del Pino y una foto con la herreña La Restinga. Releyendo hoy aquellos reportajes rememoro testimonios emotivos de aquellos encuentros como el de la anciana canaria de Isla Margarita que sacaba el pañuelo al tiempo que recordaba sus tardes infantiles en Las Canteras. Sus papás vivían en la Isleta y ella, para jugar antes de ir al colegio, enterraba la maleta escolar en la arena; luego, cuando acababa el juego infantil, la recuperaba e iba a clase. Tiempos pasados, emigración pasada que nada tiene que ver con la de hoy.

Las comunicaciones, la formación y el amplio conocimiento que tenemos del mundo, es un flotador en tiempos de naufragio. Hoy la innegable facilidad para viajar ofrece distinta perspectivas de manera que es fácil hallar canarios emigrantes en otros países; en Londres o en Berlín es fácil hablar con muchos canarios, españoles, que emigraron. Unos gestionan un hotel en Brighton, otros sirven la mejor paella en uno de los escasos restaurantes españoles de Londres, el de más allá imparte clases de español, otro pincha discos y alguno contaba cómo echa de menos su isla de La Palma, “la más bonita del mundo”. Es verdad que escribir todo esto agasajada en casa escuchando la radio en español es fácil pero que lo difícil es dar el paso. Nadie dijo que sería fácil pero muchos tendrán que darlo porque los tiempos no son buenos así que hay poner tierra por medio porque eso ayuda a oxigenarse, a ver la vida de otra manera, a ver que hay alternativa fuera. Aquí, poca cosa.

Paradojas del destino. Las generaciones más preparadas de la historia de España, son las generaciones más paradas. Conviene reflexionarlo con optimismo porque no tengo la menor duda de que aunque el mejor pasado no volverá, la vida sigue y el mundo es grande.