Hace unas semanas que deseo escribir sobre la envidia, un sentimiento para mi desconocido –mil defectos puedo tener y tengo pero ése no cabe en mi maleta- porque de pronto la he visto llegar a mi vida, en zapatos ajenos, sin taconeo, despacio, sin ruido, escondida tras la máscara de una falsa generosidad. Una, que cree saber mucho de la vida, se ha dado cuenta que algo sabe, sí, pero muy poco y desde luego de envidia, nada. Por eso he de reconocer que me sorprende la evolución de ese sentimiento porque me parece un pensamiento tan doloroso en quienes lo sufren como diana, como miserable para su poseedor porque pone al descubierto lo peor del ser humano.

De forma que estos días me he dedicado a leer sobre la envidia y sorpresivamente en cada renglón he identificado a personas que han paseado por mi vida con impostado afecto pero desde que han visto que alguien asoma la cabeza con cierta notoriedad, la herida de la oculta envidia ha sangrado hasta la hemorragia.

Ahora sé que la envidia es un fenómeno psicológico muy común, que produce sufrimiento a los propios envidiosos y en menor medida a sus víctimas. Puede ser, la envidia, explícita y transparente, o formar parte de la psicodinámica de algunos síntomas neuróticos. En cualquier caso, la envidia es un sentimiento de frustración insoportable ante el bien de otra persona a la que se desea dañar. El envidioso es un ser insatisfecho, ya sea por inmadurez, represión, frustración, etc. que a menudo no sabe qué le pasa, por eso siente, consciente o inconscientemente, rencor irremediable contra las personas que poseen algo, ya sea belleza, dinero, sexo, éxito, poder, libertad, amor, personalidad, experiencia, felicidad, etc., que él desearía poseer pero no tiene. Así, el envidioso/a, en lugar de aceptar sus carencias o percatarse de sus deseos y facultades dando rienda sueltas a sus valores odia y desearía destruir a toda persona que, como un espejo, le recuerde su privación, sus limitaciones. La envidia es en la rabia vengadora del impotente que en vez de luchar por sus anhelos prefiere eliminar la competencia.

Por todo eso la envidia es una defensa típica de las personas más débiles, acomplejadas o fracasadas. Es un sentimiento que también forma parte de ese rasgo humano, el narcisismo, desde el que el sujeto experimenta un ansia infatigable de destacar, ser el centro de atención, ganar, quedar por encima, ser el “más” y el “mejor” en toda circunstancia. Por eso muchas personas se sienten continuamente amenazadas, a veces sin saberlo, por los éxitos, la vida y la felicidad de los demás, y viven en perpetua competencia contra todo el mundo; atormentadas sin tregua por la envidia. No es ya sólo que los demás tengan cosas que ellos desean: las desean precisamente porque los demás las tienen. Para no sentirse menos o para no “quedarse atrás”. Este sufrimiento condiciona su personalidad, su estilo de vida y su felicidad. Todos ellos, sin excepción están condenados a la soledad porque hay que huir de ellos.

Les dije que llevo dias leyendo sobre la envidia. Lean atentamente lo que digo a continuación; las formas de expresión de la envidia son muy numerosas: críticas, ofensas, dominación, rechazo, difamación, agresiones, rivalidad, venganzas… Individualmente, la envidia formar parte de muchos trastornos psicológicos y de personalidad, ansiedades, trastornos obsesivos, depresión, agresividad, falta de autoestima… En las relaciones personales y de pareja, la envidia está involucrada en muchos conflictos y rupturas. En lo social y político, su influencia es inmensa. Por ejemplo, la envidia del poder sexual, emocional y procreador de las mujeres alimenta el machismo. La envidia de la fuerza y libertad del varón refuerza el feminismo. La envidia de los pobres y resentidos estimula sus violentas revoluciones e igualitarismos. La envidia de los poderosos fomenta sus luchas intestinas. La envidia de los narcisistas y codiciosos nutre los concursos millonarios de televisión y sus audiencias. La mutua envidia de las mujeres robustece el colosal negocio de la belleza y la moda, así como la de los hombres excita su frenética competitividad. La envidia sexual es el combustible del morbo y la prensa rosa. Las envidias económicas desenfrenan el motor consumista… Etcétera.

No hay que confundir la envidia con los celos porque son sentimientos distintos. La envidia nace de las carencias del sujeto, que quiere destruir al objeto-espejo. Los celos, en cambio, nacen del miedo a perder el afecto de la persona amada, a la que se quiere conservar. No obstante, ambos sentimientos pueden ir juntos.

En suma, cuanto más débil, insatisfecha o narcisista es una persona, tanto más envidiará a la gente que posea lo que a ella le falta. La envidia sólo se cura concienciando y resolviendo las propias carencias y facultades, a través de un proceso de crecimiento emocional. Este texto podría dedicárselo a varias personas pero no lo haré. Ya no están en mi vida. Olvidé sus nombres.

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