Richard es el primer paciente en el mundo con un trasplante bipulmonar por una dolencia multirresistente

Tiene 52 años y un pasado de 20 años en el mundo de la heroína. Un contagio de tuberculosis con 32 años que se volvió multirresistente por múltiples abandonos de tratamiento limitó su vida de tal manera que hace dos años se sometió a un trasplante bipulmonar a vida o muerte. Es la primera persona en el mundo con esa patología que ha superado ese tipo intervención quirúrgica. Por su edad y por su amarga experiencia en el submundo de la ciudad, ´Richard´ representa a una generación que en los 80 y 90 se quiso comer la vida y la vida se comió a unos cuantos. Con él no pudo. “Algunos al verme no creen que esté vivo”.

Nació en Las Palmas de Gran Canaria hace 52 años. Se llama Ricardo Gutiérrez Richard. Vivió 20 años en el mundo de las drogas adicto a la heroína y 14 luchando contra los efectos devastadores de una tuberculosis extremadamente multirresistente, con cepas que no responden a los antituberculosos más potentes que le diagnosticaron en 1995. Cree que se contagió en los suburbios de la ciudad en la zona del Puerto de la Luz de los 90, en los fumaderos donde se reunían los toxicómanos y Richard frecuentó durante años. En ellos vivió al borde del abismo una vida loca que finalmente se saldó con la pérdida de sus pulmones, incapaces de plantarle cara a la voracidad de su tuberculosis. La vida de Richard ha sido muy dura y como bien dice “representa lo que pasaba en nuestra ciudad en los años noventa. Noche de carreras, de locura, de mucha droga y de poca información. Yo mismo soy fiel representante de aquella época pero mira, sigo vivo”, dice sonriente. “Es que la tuberculosis que yo sufría era tan dura que me tenía “perforado” los pulmones. Nadie por aquí conocía ese “bicho”, recuerda. Su aspecto físico ahora es estupendo.

Habla su experiencia: “Mira. Siempre hubo tuberculosis en las Islas y ahora los focos están bien localizados y controlados pero el mío, al ser tan resistente, el bacilo mutó por no haber sido tratado a tiempo o venir de afuera”.

A Richard comenzaron a tratarlo en el viejo Hospital del Pino de una tos persistente en 1995, rebelde, agresiva. Más tarde en el Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín, hasta que en el 2000 el neumólogo José Caminero Luna decidió someterlo a un duro tratamiento con múltiples antibióticos a los cuales su tuberculosis se hizo resistente por mala absorción y el chico, cansado y metido en la droga, lo abandonó varias veces.

“Es que yo estaba en lo mío, en la droga, no tenía cabeza para más”, recuerda. En uno de los abandonos del tratamiento, Caminero Luna tomó una decisión que no era fácil para Richard pero había que hacerlo. Lo aisló en el Hospital de San Roque en Guía, donde permaneció hasta mediados del 2003 intentado recuperar su salud. La apuesta médica era siete meses de aislamiento hasta que los resultados de las analíticas fuesen negativos y luego a recuperarle del desgaste físico, psíquico y emocional. “Yo allí encerrado me decía: ¿por qué me pasa esto a mí?, y analizaba mi vida paso a paso hasta llegar a la conclusión de que tenía que poner todo de mi parte para salir de allí curado. Quería seguir viviendo”.

Recibió el alta del hospital de Guía en el 2003 y regresa a casa de su madre, la madre que adora, la persona de la que cuando habla no disimula su adoración: “Cada mañana voy a tomar el café con ella, eso es sagrado. Mi viejita… lo más”, y se le quiebra la voz aunque trata de disimularlo. “Ella siempre estuvo ahí, a mi lado, pasándolo mal pero aguantando el tipo para que yo no lo notara y me sintiera peor aún”. Con ella a su lado ambos esperan la mejoría o un trasplante. A Richard las secuelas de la enfermedad infecciosa lo obligaron a vivir nueve años, desde el 2004 al 2013, “atado” a una máquina mientras esperaba un trasplante que al fin llegó. Esperó catorce meses haciendo rehabilitación a diario, pesas y bicicleta, en definitiva, preparando su cuerpo para la grave operación a la que sería sometido...

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