Lo que se inició como un diálogo cortante, incómodo, de pie, casi monosilábico, derivó en un vómito de lo peor del ser humano. Los silencios de Rekarte hablaban tanto como sus palabras.

“Insoportablemente buena”. “Sin respiro”. “Cada palabra hiela el alma”. “Brutal”. “Periodismo en carne viva”. “Lección de periodismo”. “Una entrevista que hará historia”. Esos fueron una mínima parte de los miles y miles de twitter que el domingo colgaron en la red quienes fueron capaces de apartar la mirada del televisor cuando un brillante periodista llamado Jordi Évole inició la entrevista con el exjefe del comando Santander de ETA, Iñaki Rekarte, con tres asesinados en su haber. “Salvados” cerró con esa espectacular entrega la temporada en La Sexta que fue seguida por 2.891.000 espectadores (16% de cuota de share). El ex terrorista llegó a pedir perdón a sus víctimas, ‘Siento mucho lo que les he hecho’, palabras huecas. Durante su emisión una de las víctimas de la banda terrorista, Irene Villa, escribió el siguiente twitt “Podridos por dentro”. No hay dudas, podridos.

Al margen de las declaraciones de Rekarte, a cada cual más terrible, impactante, me quedo con el tono de la charla, con la habilidad de Évole para no perder de vista que estaba frente a un vasco de 44 años con un brutal historial delictivo que, tal vez sin proponérselo, nos mostró, no ya la sinrazón de esa gentuza, sino lo que se esconde detrás de Eta, el primitivismo, el fanatismo de sus jóvenes –Rekarte tenía 22 años cuando debutó como asesino- que salían a la calle para cumplir encargos de los jefes, “mátalos”, les ordenaban. Jóvenes con ambición heroica, sin formación, sin certezas, sin pasado político en su caso y, tal como reconoció Rekarte, sin saber siquiera a quien iban a matar. En su casa, contó en un momento de la conversación, nunca se hablaba de política; no había ideales pero “teníamos idealizada todo eso (ETA)”. Querían ser héroes de sus pueblos, sentirse importantes perteneciendo a la organización asesina. Con el tiempo se dio cuenta y así lo relató que una vez ejecutado el trabajo, es decir, asesinar, importas nada para la organización.

El domingo lo que se inició como un diálogo cortante, incómodo, de pie, casi monosílabo, derivó en un vómito de lo peor del ser humano. Los silencios de Rekarte hablaban tanto como sus palabras. En una modesta mesa, frente a frente con Jordi, el etarra jugaba con sus manos hacía gestos o hablaba con los ojos. El periodista no lo interrumpió jamás; lo dejó crecer, sincerarse y asquearse de sí mismo formulándole las preguntan sin adornos, escuetas y directas, pero cada una de ellas llegando a las entrañas del asesino. Quienes todavía no hayan tenido la oportunidad de ver la charla deberían hacer un esfuerzo para no perderse lo que yo creo -veo que muchos compañeros piensan igual- ha sido una de esas entrevistas que pasarán a la historia. (Vean el vídeo pinchando AQUÍ)

El domingo Jordi no solo hizo una gran entrevista; nos mostró la miseria de la banda terrorista en todo su “esplendor”. Es cierto que para las víctimas de ETA ha debido ser muy duro escucharla pero el testimonio de un tipo de su calaña es un documento periodístico excepcional.

Separar la paja del trigo es un arte y el periodista no hizo ninguna concesión ante el entrevistado, un asesino múltiple que fue capaz de reconocer que el nacimiento de su hijo lo colocó en su realidad más sanguinaria. No tengo la menor duda de que Jordi Évole sintió hacia Rekarte el mismo desprecio que todos nosotros, pero supo mantener el temple.

Lección de periodismo.