Si tú me miras, en un minuto logras que me despoje de mis miedos, de mis dudas.

Cuando me hablas, quiero repetir sin cansancio las palabras que construyes en mis oídos.

Si te ausentas, te extraño, porque mis ojos creen que llega la noche, y es que, aunque tú ni bien lo sepas, me haces mucha falta porque tú eres mi luz.

Cuando lloras, tus lágrimas son gotas de sangre que salen de mi alma, y al desangrarme, no pienso en mañana, porque para mi corazón, el hoy, deja de existir.

Quiero amarte hoy más que ayer, porque lo de ayer ya se me quedó muy lejos, y tengo más deseos y más necesidad que ayer.

Sabes que todo lo que soy lo soy por ti, contigo. Y sin ti, ya dejo de ser quien soy, y me vuelvo nada.

Quiero sentirte tocar mi mente, y que te hagas dueña de ella, para que así me acapares, y me mates inmersa en mis sueños.

Sueles matarme con tus besos de miel, tu mirada profunda y tu risa que siempre dibuja en mí, burbujas llenas de fuerzas que crean un niño, donde otros ven a un hombre.

Deja que por una vez piense más en mí, y a tu lado dejar de respirar. Irme al otro lado del cielo, el que imaginamos, el fantástico, el que creo que ha de existir.

Perder mis alas junto a ti, y congelar ese momento. Aunque el calor del amor que desprendemos, fundirá todo obstáculo que aparezca.

Duerme en mí, y alimenta mi paraíso, para poder perderme en el cielo que tú creas.

Pasión que consigue acelerar los latidos de mi corazón, y que despierta en mi, la sed de tus besos.