Crisis migratoria | Nuakchot abre la mano en la vigilancia de las costas

Las mafias de la migración se camuflan en Mauritania entre miles de cayucos

Sánchez y Von der Leyen llegan a Nuakchot para ofrecer más fondos a cambio de más control en el litoral, donde se han disparado las salidas hacia Canarias

Migrante rescatados por Salvamento Marítimo, tras ser avistados por un buque comercial, trasladados al Puerto de Los Cristianos.| efe/alberto valdés

Migrante rescatados por Salvamento Marítimo, tras ser avistados por un buque comercial, trasladados al Puerto de Los Cristianos.| efe/alberto valdés / José Juan Fernández

José Juan Fernández

Una línea invisible, no dibujada en la arena y mucho menos en el agua, separa Mauritania del territorio saharahui. Coloquialmente lo llaman paralelo 20-47. Por encima de él hay ya desierto y mar controlados por Marruecos. En otro mundo, hace decenios, los lanchones de pesca artesanal del Cabo Blanco se movían al norte y al sur siguiendo a los peces sin grandes formalidades territoriales. Hoy, se saben el paralelo los pescadores y los gendarmes, y se lo han aprendido los señores de la inmigración ilegal. Esa raya imaginaria es una línea de salida de la ruta a Canarias.

«Frecuentemente las mafias embarcan a sus pasajeros mar adentro, por encima del 20-47 para quedar fuera de nuestro alcance», relata un oficial de la Guardia Civil enviado a aquel extremo occidental de África. La facilidad para violar los límites territoriales de Mauritania es un parámetro más de la labor de 34 guardias civiles y 16 policías nacionales desplegados a ese país de África occidental.

La cooperación policial está activa desde mayo de 2006. Se trata de reforzar las capacidades de la gendarmería y la policía mauritanas, hacer en patrullas conjuntas, ayudar en las investigaciones tratando de evitar que los cayucos se echen a la peligrosa, letal, ruta canaria.

Los agentes españoles trabajan donde se originan las travesías que engrosan la actual crisis migratoria. Solo en enero llegaron a playas y muelles del Archiélago 7.270 migrantes, tantos como llegaron entre enero y junio del año anterior, en el prólogo de la actual crisis.

Todas las magnitudes del fenómeno tienen pinta de crecer. Se ha hecho popular el cálculo de que en Mauritania 300.000 migrantes esperan la oportunidad de saltar a Europa. Es la cifra que pesa sobre la visita que hoy hacen a Mauritania el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen. Bajo el brazo: un incremento de Guardias civiles y policías nacionales operan siempre como acompañamiento de gendarmes y policías mauritanos en Nuadibú y en Nuakchot, principales puertos pesqueros del país.

Interior ha aportado dos patrulleras de altura de la Guardia Civil, vehículos 4x4, quads, un helicóptero, y, a veces, un avión de vigilancia que en cuatro horas revisa la larga costa del país... pero investigar a las redes de tráfico de personas sigue siendo complicado.

Cada despunte del día se pone en marcha un enjambre de lanchas para la pesca tradicional, en los ricos bancos que rodean el Cabo Blanco. La Guardia Civil tiene contadas 4.700 embarcaciones amarradas en los muelles de Nuadibú. Son más de 30.000 las personas que las abordan y manejan. Entre ese tropel se camuflan los cayucos cuyos pilotos esa mañana no irán a pescar, sino que buscarán océano arriba El Hierro, Gran Canaria o Tenerife.

En esa agitación disimulan los ‘cayucos taxi’. Un lanchón pesquero parte con su tripulación a bordo, solo que no es tripulación, sino pasaje. El cayuco avanza mar adentro unas 20 millas. Allí le espera el que usarán en la ruta y en él, por una comisión, trasvasan a su carga humana y los pertrechos.

Por 900 euros

«Jugamos al gato y al ratón», dice una fuente de la Guardia Civil en la zona. En el negocio de la inmigración ilegal, unos migrantes explotan a otros, y las mafias que operan en Mauritania despliegan sus trucos para eludir unas patrullas conjuntas que no tienen precedentes: ningún otro país receptor de emigrantes irregulares tiene acuerdos para destacar policías propios en territorio de un país emisor. Ahora el acuerdo con Mauritania es clave: el 83% de los cayucos que están llegando a Canarias este invierno parten de Nuadibú o de Nuakchot.

A lo largo de 2023 las patrullas conjuntas detuvieron a 7.000 migrantes e interceptaron 75 embarcaciones. Los jefes de los clanes son extranjeros escurridizos, senegaleses que, ricos sin ostentaciones, van y vienen a la ciudad y que reclutan para la leva de viajeros a colaboradores de nacionalidades diversas.

Esta actividad se habla en acuerdos clandestinos en el laberinto que es, pese a sus espacios abiertos, el desierto del Sáhara. En el kilómetro 42 de la N-2, la carretera mauritana de la costa, los chamizos de un apartadero de camiones han servido a menudo de punto de contratación para los fletes a las Islas.

A los grupos de subsaharianos les basta cruzar una vía del tren cercana, adentrarse cinco kilómetros en el desierto aprovechando la noche, y ya estarán fuera del territorio mauritano.

Durante la espera para conseguir plaza, los subsaharianos se ganan la vida como pueden. Las mujeres, empleándose en la limpieza y en pequeñas factorías. Los hombres, en tareas en el puerto o a bordo de los barcazas de pesca. Deben reunir de 25.000 a 60.000 uguiyas, o sea, entre 600 y 900 euros, el último precio del pasaje. «Por ese dinero los montan en una embarcación sin condiciones, sin apenas agua y comida, con un motor que igual no aguanta 50 kilómetros. A muchos se les estropea, o se les pone el tiempo en contra y se les agota el combustible y el mar los lleva de nuevo hacia el sur…», relata una de las fuentes consultadas en la Guardia Civil.

300.000 a la espera

El PP le recordó ayer al ministro Marlaska en el Senado las 300.000 personas, mayoritariamente hombres subsaharianos, la bolsa de migrantes a la espera en territorio mauritano. El cálculo, en cualquier caso, solo es una aproximación de la ONU: no hay estadísticas ni un censo real de personas extranjeras en Mauritania, un país con fronteras terrestres muy porosas.

En 2022 el gobierno mauritano hizo un intento de regularización de la masa de extranjeros, y fueron 145.000 los inscritos. Pero es que, por su propia naturaleza, la gente que planea emigrar irregularmente no es precisamente partidaria de inscribirse en censos.

Aquel listado no recoge ni mucho menos la totalidad de la muchedumbre. «Ciertamente, aquí hay muchísima inmigración», ratifica un mando del instituto armado en Nuadibú. Si en Europa se siente una presión migratoria creciente, en Mauritania mucho más: 300.000 personas son muchos migrantes para un país que apenas tiene 4,6 millones de habitantes.