Greg Stewart no pudo salir victorioso de su partido más importante, el de la vida, ése que disputaba desde que en el verano de 2016 sufría un infarto mientras jugaba al baloncesto en una cancha callejera de Miami, cayendo desplomado y recibiendo además un fuerte golpe en la cabeza. Tras más de año y medio de altibajos en su recuperación, el fallecimiento del mítico jugador del CB Gran Canaria caía como un jarro de agua fría entre los muchos amigos y compañeros que conquistó por su manera de ser desde que llegara a España, y particularmente en Gran Canaria, donde se le consideraba uno más de los nuestros.

Por ejemplo, todo un clásico del basket nacional como Jordi Villacampa, con el que coincidía en su etapa en el Joventut, escribía lo siguiente en su cuenta personal de Twitter: "Fue un compañero excelente, con una calidad tremenda. De pequeño se ganaba algunos dólares extra jugando al ajedrez en el Bronx. Era espabilado y nos hizo espabilar. Descansa en paz amigo Greg".

Badalona fue su último destino antes de recalar en el CB Gran Canaria. Tras su segunda etapa en el conjunto catalán, en los foros baloncestísticos de la época sorprendía que un jugador de su rango eligiera vestir de amarillo. En aquella temporada 1986-87, el Granca militaba en Primera B.

Comenzaba su idilio con la entidad y con su hinchada, que se rendía antes las cualidades deportivas y humanas que exhibía el neoyorkino, nacido en el Bronx en 196 0. Hasta 1992 jugó en el Gran Canaria entre la segunda categoría y la ACB.

Tras formarse en la Universidad de Tulsa, Boston Celtics le seleccionaba en la cuarta ronda del draft de la NBA en 1982. Un año más tarde iniciaba su andadura en España defendiendo los colores del CAI Zaragoza. La siguiente temporada probó las mieles de la ACB con su paso al Joventut. Tras una experiencia en Israel, retornaba al conjunto verdinegro en el curso 1985-86.

Al abandonar la disciplina del CB Gran Canaria en 1992, Greg Stewart jugaba una temporada en el Granollers en la máxima categoría. Retornó luego a Canarias para enrolarse en el proyecto del Caleta de Fuste de Fuerteventura.

Su siguiente estancia sería en el Ciudad de Las Palmas grancanario en la Liga EBA. Cuando parecía que la carrera del neoyorquino tocaba a su fin, en la campaña 1997-98 le rescató el CB Cáceres para jugar en la ACB de nuevo. Otra vez recalaba en el Ciudad de Las Palmas para poner el epílogo a su trayectoria. A partir de ahí, se convirtió en un asiduo de la modalidad 3x3.

A lo largo de su carrera en la Liga ACB, el pívot estadounidense disputó 219 partidos en los que firmó unos promedios de 17,3 puntos, 8,2 rebotes y 18,1 créditos en cuanto a valoración.

En la cancha fue un adelantado. Pocos jugadores interiores de la época tenían su tiro de cuatro y cinco metros tan demoledor y su fantástico juego de pies, amén de su capacidad reboteadora.