Fátima Hernández, la viticultora tinerfeña que ha convertido la bodega familiar en un referente
En diez años la enóloga y viticultora tinerfeña Fátima Hernández ha convertido la bodega familiar en un referente de la excelencia vinícola
Carlos S. Beltrán
Cuando Fátima Hernández Guillama correteaba por los viñedos de su padre, allá por los años ochenta, no podía imaginar que cuatro décadas después se pondría al frente de los mismos con la creación de Bodegas LoHer (2013), enmarcadas en la comarca tinerfeña de Tacoronte-Acentejo, una apuesta por tecnificar poco a poco una tradición familiar sin perder la esencia de las cosas artesanales, de los productos hechos a mano. Este viaje, que está cosechando innumerables éxitos, comenzó por uno de los giros de la vida. Tras irse a Madrid a estudiar, con tan solo 18 años, y una vez de regreso en Tenerife, en 2013 se quedó sin trabajo. Fue entonces cuando se lanzó de lleno al mundo de la enología y la viticultura, a través de un ciclo superior en la Escuela Agraria de Tacoronte.
Antes dio un paso decisivo, registrar la bodega familiar en la denominación de origen para empezar a hacer vino embotellado, una apuesta que comenzó a caminar en su segundo año de formación. “Empecé a viajar, a conocer viticultores de fuera y a catar diferentes vinos. También iba con la idea de ver qué pasaba fuera en el mundo del vino y qué podía extrapolar a nuestros vinos”, rememora. Con este movimiento se convirtió en la primera mujer de su familia en dedicarse a la enología y la viticultura, abriéndose paso en un mundo marcadamente masculino.
Variedades locales
En su apuesta personal, Fátima Hernández tenía claro el objetivo de mantener el carácter artesanal y familiar de la bodega, dando protagonismo a variedades locales como la Vijariego Blanca, la Vijariego Negra o el Baboso Blanco. A partir de catorce hectáreas de viñedos, elabora unos 40.000 litros de vino al año. Separadas cada una de ellas por parcela y variedad, consigue catorce variedades distintas. Una década después de su inicio, el proyecto se ha diversificado en tres ramas. Por un lado están los vinos de entrada, como el 100% Listán Negro o el LoHer tradicional; por otro, el proyecto LoHer San Clemente, con el que ha recuperado una finca de viñedos abandonada, devolviéndola a la vida. Por último, el LoHer Cosechera, que se fundamenta en el concepto de trabajar sus propias tierras, elaborando un producto agrícola y comercializándolo.
Vinos muy naturales
“El resultado es entender que el vino cambia. Bajo Cosechera se embotellan las mejores elaboraciones de cada añada por lo que son vinos diferentes todos los años. Intentamos que sean lo más naturales que se puedan hacer porque, al final, es algo que el consumidor también empieza a valorar y lo agradece”, explica. El objetivo es que cuando el amante del vino pruebe sus productos estos reflejen la zona en la que están y su variedad. “Cuando trabajas la viña la labor en bodega es muy fácil porque ya sabes las carencias y las virtudes de lo que ha llegado, cómo ha funcionado tu viñedo todo el año y cómo ha evolucionado en el campo, así ya sabes realmente el vino que te va a dar y que puedes elaborar”, revela la enóloga.
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