"La única persona que puede decir quién soy y cómo me siento soy yo misma. Y la ley española, a día de hoy, no me permite eso", revela Samantha, una de las cinco voces que relata la situación de vulnerabilidad que sufren las mujeres migrantes o refugiadas en Canarias y que retrata Las flores de Jericó, el nuevo documental de Alba González de Molina y Blanca Ordóñez.

El work in progress de este valiente largometraje, promovido por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias y financiado por la Consejería de Igualdad del Cabildo de Gran Canaria, se exhibe en el Museo Elder en el marco de la jornada inaugural del Womad Las Palmas de Gran Canaria, con la presencia de cuatro de las cinco protagonistas que narran ante la cámara su trayectoria de huidas, sueños, violencia, lucha y resiliencia.

Procedentes de Tinduf, Nigeria, Brasil, Yemen y Venezuela, cada una de las participantes parte de un conflicto distinto en sus país de origen respectivo y recala, por razones diversas, en Canarias, donde la desatención y la exclusión social que impera en esta realidad invisible y esquinada las sometió a distintas situaciones de violencia desde las que reinventarse y construir una vida desde los cimientos.

"Nuestro objetivo ha sido retratar cualquier forma de violencia contra las mujeres migrantes entendida como cualquier limitación a los derechos humanos, desde los motivos por los que huyen de su país de origen hasta la desatención que reciben en su país de acogida por el hecho de ser migrante", ha declarado González de Molina.

El título del documental se inspira en la metáfora de la rosa de Jericó, que permanece seca y cerrada durante años y que, después de atravesar fronteras empujada por el viento, vuelve a florecer en un lugar húmedo en el que echa por fin sus raíces. En esta línea, Las flores de Jericó desanda los procesos migratorios de cinco mujeres de distintos rincones del mundo que nombran la violencia inherente a la búsqueda de una vida mejor y que, además, retratan bajo su propia mirada, puesto que una parte del documental sobrepone sus voces a una serie de fotografías analógicas realizadas por cada una durante el rodaje del documental.

La entrada a la proyección es libre y las cineastas esperan iniciar un recorrido por festivales internacionales con la versión final.