Pedro Fuertes, profesor de Literatura del Colegio Claret de Las Palmas, acaba de volver de Astorga con una buena noticia. Coge la llamada y cuenta que conoció a Leopoldo un día jugando al minigolf en pantalones cortos cerca de su ciudad natal. "Por fin", suspira, por fin vuelven sus cenizas a casa.
El maestro estuvo vinculado a la familia del poeta y declara que "he trabajado todo lo que he podido para que llevaran las cenizas cuanto antes", pero el proceso judicial dificultaba las buenas intenciones de los allegados que deseaban que Panero encontraran descanso. Ahora lo hará junto "a su padre Leopoldo, su tío Juan y su hermano Michi". Los esfuerzos de su prima Charo Alonso han dado sus frutos, "me hubiera gustado estar presente". El panteón se convertirá en el último refugio de las letras que compuso en vida. "Era un hombre muy contradictorio, pero es uno de los poetas más importantes de los novísimos de 1975", comenta, "yo creo que el legado de Panero perdurará".
Un baúl guardaba sus notas, poesías desordenadas, y con el apoyo de las "autoridades que quieren llevarlo", afirma, consiguieron que el periplo terminara.
"Mi relación con Leopoldo era muy difícil", recuerda, "era enormemente listo y enormemente preparado, pero le faltaba un poco de equilibrio". En el velatorio, Fuertes se presentó diciendo "sin mentir" que "era un cura que lo conoció con pantalones cortos". Decidió dejar a un lado el responso tras haber quien le dijera que se lo ahorrara y le recitó ante sus ojos cerrados tres poemas de su obra. Su legado quedará en la Casa Panero, "a la vista de la Catedral de Santa María".
