Letras | Festival Aridane Criminal

Núria Bendicho: "Como mujer del siglo XXI debo poner mi mirada feminista en la obra"

La autora catalana de 'Tierras muertas' expone la premonición de la muerte y el dolor en el Festival Aridane Criminal | Su primera novela fue reconocida por el premio Llibres Anagrama

La escritora catalana Núria Bendicho Giró, en el Festival Aridane Criminal.

La escritora catalana Núria Bendicho Giró, en el Festival Aridane Criminal. / Eventosaridane

Núria Bendicho Giró (Barcelona, 1995) escribe a través del torrente de imágenes que asolan su mente. Ese delirio impresionista le dio la semilla de su primera novela, Tierras muertas, después de haber estado durante años buscando la razón por la que seguir la estela de William Falkner o Mercè Rodoreda. Consiguió en 2020 la recomendación del jurado del premio Llibres Anagrama por el que ha logrado ser reconocida como una de las jóvenes escritoras catalanas del momento.

Su obra comienza con el asesinato de Joan, un joven cuya familia está anclada en una masía llena de dolor y silencios, donde la violencia actúa impunemente, a través del cual muestra la decadencia de una estirpe que intenta romper con su pasado. Está estos días por el Festival Aridane Criminal, presta para hablar de qué significa escribir en su lengua, someter a la estructura narrativa y, sobre todo, comprender al género humano.

A pesar del dolor y el tiempo, su novela deja entrever que nunca seremos capaces de escapar de quienes somos, ya sea por lo social, económico o el género. ¿De dónde nace este desengaño?

Tierras muertas es una novela de juventud y la empecé a escribir cuando tenía miedo de vivir. Entonces, yo intuía que nunca podría cambiar mi vida ni salir de la opresión, pero ya no lo pienso dado que he tomado un rumbo distinto. Aunque es cierto que las personas tenemos cierta determinación y no debemos pensar que somos libres al 100% debido a que siempre hay una roca en el camino que nos pone trabas. Vivimos en la era del neoliberalismo donde creemos que somos capaces de hacer todo sin ningún limite exterior. La novela, por mi raíz cristiana, ahonda en esto: debemos tener principios, ser conscientes, y las crisis vienen de la voluntad infinita, especulativa, de gente que ha pretendido desvincular la inversión de la producción.

Luego está el paisaje. Ellos están encerrados en un mundo en apariencia libre, al igual que nosotros. ¿La violencia es la respuesta?

Más allá del hecho de que la novela está ambientada en el contexto rural, pongo el acento en el aislamiento, pues se muestra esta incapacidad para recibir del exterior ideas nuevas y nuevas formas de ver el mundo. La única persona que dentro de la familia, el protagonista, lo ve todo de forma distinta es incapaz de aceptar la realidad de su propia sangre e intenta huir, y al final no puede vivir puesto que es su territorio, es su mundo sensible.

Y se le castiga por ello.

Evidentemente.

¿Por eso incluye esa mirada que proporciona otro personaje desde fuera?

Era importante salir de la opresión de la familia, incluso física de la masía catalana, y también me gusta mucho jugar con la realidad. Estamos en el siglo XXI y ya no aceptamos el realismo como una literatura capaz de mostrar global y objetiva, sino que apreciamos distintos ángulos, lo cual lo he heredado del romanticismo. Era importante cuestionar la idea tipo, por eso, utilizo la polifonía de voces hasta el final cuando se desvela quién es el asesino y el motivo por el cual lo ha realizado. Este hecho se cuenta delante de una persona que no cree esta historia, ya que la interpreta como una locura. Necesitaba esta mirada exterior que incluso cuestionara la verdad del texto.

Con esa polifonía nos acerca a cada uno de los personajes, a cada una de sus situaciones, porque se intentan justificar de alguna manera ante el lector. Todos cargan con esa culpa.

Cada uno intenta justificarse a sí mismo. Vengo de la filosofía política y, para mí, era importante mostrar la dominación ideológica. Es decir, todas aquellas narraciones de nuestra vida que intentamos crear para justificar nuestras propias opresiones y, sobre todo, dolor, lo que desde la mirada del otro se ven claramente como algo malo. Sin embargo, somos incapaces de aceptarlas.

¿Los compadeciste?

Hay compasión en todos ellos. Algunos personajes no los soporto y, paradójicamente, son los que más me gustaron escribir como el cura. Había momentos en que llegaba incluso al éxtasis, como cuando ardía el cadáver de la madre porque intentaba narrar la muerte desde la belleza. Fue un momento maravilloso.

"Yo sé que hay amor, pero al que no estamos acostumbrados"

Narra un hecho que se sale de la norma social, el cual es repulsivo para nuestro comportamiento. Cuando lo escribías, ¿era una forma de pervertir la norma?

Siempre pienso muchísimo, tanto, que tardé cinco años en escribir la novela. Así que, sobre este acto considerado moralmente repulsivo, evidentemente, cuando lo empecé a escribir, lo pensé. A pesar de eso, las imágenes se me aparecen de golpe, me obsesionan y hasta que no las escribo no me las saco de la cabeza. A veces, incluso, sospecho que escribo por este motivo, porque si no tuviera historias nunca me habría propuesto sentarme delante de un ordenador a escribir.

Los personajes femeninos en esta novela saben cuál es su condición, se piensan a sí mismas, conocen sus límites y los aceptan. No estamos ante una novela en la que se infantilizan sus caracteres aunque fueran del siglo pasado.

Tengo mucho respeto por las mujeres y presupongo que del mismo modo que las romanas tenían mi cerebro, las mujeres de los siglos anteriores también. Yo también hago cosas obligada, un poco, por el género. Aún así, a veces, encuentro placer en ello. No por eso no me doy cuenta de que lo estoy haciendo, por ejemplo, la depilación: sé que depilarme es fundamentalmente para la mirada masculina e intento huir de esto, pero sí que hay veces que me siento demasiado presionada o mi mirada observa más bella la pierna, ¡el gusto está modificado por el género! Como mujer del siglo XXI debo poner mi mirada feminista en la obra.

¿Hay amor, a pesar de tanta miseria?

Yo sé que hay amor, pero al que no estamos acostumbrados y, además, queda cubierto por la estructura de la novela. La descendencia de la familia vive libremente, de forma caótica, pero hay una ruptura de la maldad. De hecho, quería salirme del destino de la sangre maldita de las tragedias griegas, y quien haga una cronología verá que lo venidero rompe este sistema opresivo.

Voz catalana, joven, con éxito, ¿cómo ha percibido este cambio?

Mi vida no ha cambiado por el hecho de haber publicado novela. Evidentemente, sí, pero lo ha hecho a través del feminismo, el marxismo o el ecologismo que me han permitido ver el mundo de otra forma y poner un discurso sobre cosas que antes tal vez me dolían y ahora me dan rabia, y me duelen menos.

¿Cómo qué?

Por ejemplo, darte cuenta como mujer que todos los hombres de tu vida te oprimen. Tu mejor amigo te oprime y nunca te habías dado cuenta. La rabia que sientes cuando llevas tantos años aceptando esto con normalidad, y luego viene el habla, el pacto y el proponer un cambio en la relación, si no, la cortas. Un concepto que me ha cambiado ha sido el de "colonialidad": cómo entender la mente que está colonizada y aplicarla a todos los ámbitos de la vida -en un estado, en una lengua-; al igual que otros discursos teóricos que han transformado mi materia. De todas formas, estoy muy agradecida. Esto me ha dado más autoestima para seguir escribiendo.

¿Cómo surgió la semilla de esta novela hace cinco años?

Desde los ocho años sabía que debía ser escritora, nunca pensé en ser otra cosa, pero sabía que tenía que formarme y leer muchísimo. Mi primera obra no llegaba de forma activa, sino pasiva, e iba con un amigo caminando por Via Laietana y debajo de un andamio me llegó la imagen del final de la novela. Razón por la que lo planteé como una novela de suspense, porque en mí misma la descubría a través del suspense.

¿Qué te han proporcionado la literatura?

La literatura catalana me ha proporcionado más conciencia de mi nacionalidad y más arraigo a mi tierra. Tenemos escritores buenísimos olvidados como Víctor Català, Rodoreda, o Bertrana; y Faulkner me ha proporcionado una forma distinta de amar, respirar, de disfrutar de la vida, de pensar, para mí, ha sido un padre y me lo ha enseñado todo, tanto como las técnicas narrativas que tengo ahora mismo. No hay escritor mejor que él.